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Música

"Purple Rain" de Prince cumple 30 años

El álbum pudo haber salido hace 72 años, o 97, o tres años atrás, y de todos modos habría resistido a la prueba del tiempo, independientemente de su era.

Como la mayoría de gente de mi generación, no puedo recordar la primera vez que escuché alguna canción de Prince. Sus canciones parecían ubicuas pero en realidad no era fácil encontrarlas; aunque casi nunca sonaban en la radio todo el mundo se sabía los coros de 1999,Little Red Corvette y Raspberry Beret, sin haber tenido que buscarlas. Pero al mismo tiempo, la primera vez que escuché esas canciones me dio la impresión de que estaban cubiertas de polvo, como reliquias de un era olvidada, demasiado empapadas de reverberación como para sonar de manera relevante a mis oídos de adolescente.

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Sin embargo, recuerdo cuando escuché realmente a Prince por primera vez; era cerca del fin de la era de Napster, cuando la música empezaba a ser tan accesible, (antes de que las quejas en contra de la piratería y las protecciones de copyright ayudaran a nivelar el juego) que todo además de la banda indie de tu hermano que tocaba en el sótano, estaba a un click de distancia. Fue en ese periodo que escuché la canción de Prince, Musicology, del álbum que llevaba ese mismo nombre, publicado en 2004. Y en serio, fue la primera vez que lo entendí. En ese momento no fue Prince per se, sino la sensación cruda e inhibida la que clavó sus garras en mí, y ahora, diez años después, no me ha soltado. Fue una emoción tan vívida que nunca experimenté con Blink 182 o Green Day, como el resto de la gente. Hubo algo en ella que hizo, en contra de mi voluntad, bailar (y digo bailar porque no encuentro otra palabra que lo describa mejor).

Desde ahí empecé lo que algunos denominan como una caída libre hacia la espiral de oscuridad musical contemporánea, y lo que yo llamo un nuevo despertar de lo que significa estar conectado con la música. Musicology me llevó a Sly; Sly a Parliament; Parliament a su sucia y obscena banda hermana: Funkadelic; y, Funkadelic me trajo de nuevo a Prince. Pero el Prince con el que me encontré en ese momento no fue ese gran productor de Musicology. El Prince que descubrí, siendo un niño de 16 años de Syracuse, Nueva York, (quien había pasado su vida entera en una silenciosa calle de los suburbios, en donde el pasto siempre está perfectamente cortado y los niños tienen que estar en casa antes del anochecer), fue el que me abrió los ojos al hecho de que las cosas no siempre tienen que ser de la misma manera. Prince me hizo comprender que ser diferente es lo mejor del mundo.

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Al crecer, empecé a ser consciente de lo normal que había sido durante toda mi vida. Vine de un clásico hogar de clase media. Mis padres eran profesores de colegio y, milagrosamente, habían permanecido casados. Tenía un hermano mayor que era increíblemente inteligente. Además gozaba de una cama que nunca tuve que compartir. No éramos ricos de ningún modo, pero mi madre siempre, siempre pudo darme dinero para comprar la ropa del colegio. Yo no era popular, pero nadie me la montaba; no increíble, ni valiente, pero nunca me puse en situaciones donde tenía que serlo. A los 18 años usaba Skechers y se burlaban de mí, los chicos del colegio decían que eran zapatos para niños, entonces decidí cambiarlos por unos Nike para evitar la preocupación. No creo que fuera neurótico, era simplemente precavido; no era tímido, era cauteloso.

El funk y Prince cambiaron eso. Recuerdo que la primera vez que vi Purple Rain (la película),estaba completamente anonadado. Fue antes de haber escuchado el álbum en su totalidad. Claro que sabía del track del título, y de Lets Go Crazy y When Doves Cry, pero nada te afecta tanto como esa primera vez que observas cómo era de jodida la vida de "The Kid". Pero así como era de jodida emocionalmente la película, así como Jesus Christ también lo era, una de las cosas más grande que me quedó de ésta fue que, haciendo lo que amas (música, escritura, lo que sea) no tiene nada que ver con actuar cool con las personas que te rodean. "The Kid", y por extensión Prince, no era cool en ese sentido; ser cool, al menos en los estándares en los que crecí en Nueva York, implicaba ser cruel e indiferente frente a todo, sin mostrar ningún tipo de pasión por nada a excepción, básicamente, de la cerveza y el sexo. Lo que aprendí en ese momento es que, si eres tan apasionado y te importa tanto algo, debes conseguirlo de manera auténtica, y así las personas, eventualmente, se acercarán a ti. No hay que ser cool para serlo; puedes ser el personaje más raro del planeta, y si eso implica que diste todo de ti porque lo amas, las personas se acercarán a ti. Y luego escuché el álbum.

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Para mí, escuchar Purple Rain fue atravesar una pendiente resbalosa; cuando fui a la universidad era adicto a la música funk, pero de una manera pasiva; estaba en mi segundo año en la Universidad de Boston y decidí dos cosas: que, o conocía a personas parecidas a mí, o me devolvía a Syracuse; y, que iba a ser capaz de ir a los eventos de la emisora del campus. Al primer evento al que asistí, conocí a Keith, quien era el co-host de un show llamado The Bumptastic Brothers Of Funk, al que me enlisté inmediatamente.

A la derecha, el autor luciendo su estilo "soy un loco sexy".

En Halloween, me disfracé como Prince. Fumé un blunt con Ivan Neville y Dumpstaphunk. He visto a George Clinton y Parliament-Funkadelic, por lo menos 12 veces o más. Después de graduarme me fui a vivir a Nueva York y empecé a trabajar en Billboard, donde mi editor estaba aún más obsesionado con Prince. Nunca olvidaré un día en que llegó a mi oficina, me dio cassettes de Prince y 12 discos, me obligó a quemarlos y tenerlos listos para el final del día. Escribí una columna sobre música funk durante un tiempo, y en todo lo que escribí, incorporé la música. Conozco el lenguaje místico de The Mothership. Me he vuelto tan experto en el tema del funk que entre mis amigos, antes de que alguno hable del género, me preguntan a mí primero. Se ha convertido en una identidad a la que me he cerrado, tanto así que no puedo decirte absolutamente nada sobre el rock indie.

De pronto estoy cavando mi propia tumba, pero nada de lo que he hecho en mi vida pudo haber sido posible sin Prince mostrándome que ser cool significaba serlo contigo mismo antes que con el resto de las personas. Purple Rain fue solo un álbum con nueve canciones, que dura una hora y que perdió todos los premios frente a Thriller de Michael Jackson. Pero las puras y crudas emociones que se producen con esos 62 minutos de música (¡puta, con los ocho minutos del primer track!), valen mucho más la pena en mi vida que el resto de los álbumes que saque la disquera Maggot Brain. Han pasado 30 años desde que salió ese álbum y lo mejor de esto es que realmente me importa un carajo; el álbum pudo haber salido hace 72 años, o 97, o tres años atrás, y de todos modos habría resistido a la prueba del tiempo, independientemente de su era.