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Música

Juan Pablo Abalo y nueve baladas para irse a la mierda

¿Quieres escuchar de la música más elegante que ha salido de Chile en muchos, muchos años? Carajo. Aquí está.

El agente Cooper camina por la habitación roja, esa sala de espera que conecta la Logia Blanca con la Logia Negra, mientras el enano de traje baila en medio de las baldosas con forma de zigzag. Cooper lo mira sorprendido. Aparece Jimmy Scott, canta «Sycamore Trees». El parpadeo de las luces aumenta el dramatismo de la canción. Scott luce devastado. Cooper luce devastado «Te veo en los árboles, te veo en los árboles», repite. Jimmy Scott desaparece. Nos quedamos con la cara de horror de Dale Cooper.

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La escena es de la película Twin Peaks: Fire Walk With Me (1992) de David Lynch y fue lo primero que pensé luego de escuchar Como un animal (2014, E28 Recordings), el último disco de Juan Pablo Abalo, nueve baladas pop vanguardistas, siempre tristes. Odio, chicas muertas y angustia. El fracaso como una forma de belleza. Canciones para irse a la mierda. Ahora pienso: Abalo debería tocar Como un animal en la habitación roja, mientras el enano baila y el agente Cooper asume que no podrá escapar jamás.

Abalo parece un desconocido en la escena musical chilena, pero no lo es. Sólo viene desde un lugar distinto. Siempre desde la fricción entre su formación docta y su gusto por la música popular. Por ahí, se pasean sus primeros trabajos: la opereta El participante (2010), Siete canciones (2011) y Canciones de misa (2012, Monedero). Éste último, un disco surgido como respuesta a los casos de abusos perpetrados por sacerdotes como el chileno Fernando Karadima y Marcial Maciel. También, el haber sido el encargado de los arreglos del tercer disco de Dënver, Fuera de campo (2013, Precordillera), y ser batero ocasional de la banda Marineros.

(Una de las ilustraciones que hizo Carlos Abalo para el disco Canciones de misa)

«El amor como una atmósfera enrarecida por el silencio», anota el novelista Matías Celedón en los créditos de Como un animal, disco en el que Abalo suena bestial, pero ante todo elegante. En la canción «Fracasos» explora las frustraciones como un estado permanente, como una forma de tedio; en «A cinco cuadras» narra un asesinato con el olfato y prosa de un antiguo periodista de crónica roja —«Sus ojos miraban al cielo, como pidiendo salvación»—, y en «Un lindo jardín» ajusta cuentas con su generación movida por la inercia. Morir de amor o matar por amor. Canciones que tienen de fondo, como un eco cercano, la normalidad de la violencia.

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¿Por qué hacer un disco de baladas?

Es un género que me gusta mucho. Permite jugar harto. Incluso, puede ser discutible qué tan baladas son algunos temas del disco. Es una palabra que está muy circunscrita a la canción romántica latinoamericana —al estilo de Chayanne— pero es mucho más amplio. Lo que hace Nick Cave son baladas y no se parecen en nada Chayanne. Es un género que da vuelta sobre ciertos tópicos que son el amor, el desamor, las infidelidades, la pasión, el sexo, los crímenes. El mundo de la balada es nocturno. Hace mucho tiempo tenía ganas de hacerlo.

¿Fue premeditada la oscuridad de la atmósfera y letras de Como un animal?

Era consciente en primera instancia que quería hacer un disco de baladas y los temas que tratan. Pero claro, me rondaba la idea de llevarlo más allá: que fuesen crímenes de amor. Llevar al extremo el romance. En las noticias uno ve a personas que asesinan a sus parejas por celos o a una mamá que mató a su hijo, su marido y luego se suicidó; esas imágenes, tan fuertes, se supone que eran historias de amor. En el proceso todo se fue aclarando y entendí cómo combinar para que tuviera un desahogo.

El disco convierte a la violencia y la oscuridad en algo bello, ¿te acomoda más trabajar con lo oscuro?

Me acomoda trabajar músicas que no sean felices. No me sale naturalmente la música alegre. Tiendo a hacer cosas más oscuras, no tengo idea por qué. Lo otro no me resulta porque no está dentro de mis gustos.

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Hay mucho de cronista en tus letras. Pienso en Canciones de misa y lo de los abusos de Karadima y Maciel. También en este disco…

Leo muchas noticias para escribir letras, historias perturbadoras. Muchísima crónica roja, también. Me gusta el equilibrio entre las noticias, la poesía y la literatura. Pasar de un poema romántico a una noticia sobre el hallazgo de un cadáver, creo que funciona muy bien. Existe ahí un equilibrio de palabras. Corres un menor riesgo de caer en algo evidentemente poético o súper metafórico. La noticia tiene un modo de hablar muy concreto y eso me gusta.

En Como un animal las letras son muy literarias, cinematográficas, ¿qué influencia de ese tipo te ayudó a escribir?

Me rayé mucho con True Detective, aunque agarré la serie muy tarde, cuando estaba casi terminando el disco. Es increíble. Después de verla se me aclararon muchas imágenes y cómo describirlas.

El tema «A cinco cuadras» me recordó ese asesinato ritual del primer capítulo de la serie…

Por ejemplo, exactamente. Esa canción es como un episodio de True Detective que ocurre en Til Til. Me pasaron muchas cosas con esa serie.

El disco también trata de lo efímero del amor, ¿te interesa el relato del amor como algo no lineal e impredecible?

Mucho, creo que ahí aparece una cosa que no es tan evidente en el disco: la experiencia propia. Se asoma por detrás, como algo secundario. La experiencia de uno en relación a lo difícil que es el amor. Creo que es un tema muy complejo.

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Ya habías trabajado antes con Milton Mahan de Dënver en Fuera de campo, ¿cómo fue el trabajo con De Janeiros en Como un animal?

Muy bueno, tengo la mejor opinión de ellos y de lo que hicimos. Fue muy expedito, nos entendimos muy bien. Tienen muy buen olfato para cachar hacia dónde quiere llevar algo uno. Todos quedamos súper satisfechos con el resultado.

¿Siempre tuviste en mente esta colaboración?

Nació de la proposición de ellos, fueron más rápidos que yo. Sólo había insinuado la idea de hacer otro disco y mientras trabajábamos en Fuera de campo me propusieron ser parte de Como un animal. Fue muy bueno porque estaba haciendo todo solo, sin otras voces que me alejaran un poco para mirar con más distancia. Fue la mejor decisión, el trabajo fue más maduro.

Las canciones del disco parecen estar construidas como una suma de detalles. Me llamó mucho la atención esa delicadeza, como aparecían instrumentos que luego no volvían a aparecer, ¿construyes canciones así de forma consciente?

De forma automática y, de hecho, lo he simplificado mucho. Antes era aún más detallista. Ahora le doy más espacio a las cosas. Pero todavía me gusta mucho el cuidado de los detalles, el valor de los sonidos. Encariñarse con ellos, aunque aparezcan un segundo o dos minutos. Hace menos obvia la escucha.

Los cantantes de baladas tienden a rozar el melodrama. En Como un animal tu voz suena sincera. Hay algo más instintivo y menos calculado…

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Es que con el dramatismo se corre el peligro de que —si no eres Raphael— puede arruinarse todo, ser muy ridículo. El hecho de que el disco no tenga esa cuestión media actoral ayuda a que sea más misterioso, que ese aspecto perdure más.

¿Se viene la edición del disco en formato físico? ¿Qué tienes en mente para el lanzamiento en vivo?

Sí, están fabricando los vinilos en Estados Unidos. Deberían llegar en noviembre. Ahí voy a aprovechar de tocarlo en vivo. Ideas tengo de sobra, pero hay que concretarlas.

¿Algo como lo de Jimmy Scott en Twin Peaks: Fire Walk With Me?

Uff, sería buenísimo. Increíble. Hay que pensarlo.