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Música

En el Vive - Vimos a Arcade Fire en 3D

La experiencia tridimensional.

Primera dimensión

Esta ultima etapa de Arcade Fire es confusa. Acaban de sacar un disco complicado desde muchos ángulos. Y últimamente la gente ha tenido problemas para entenderlos en su propuesta más reciente. Me incluyo. Algunos empezaron a cuestionar ciertas pretensiones en el Reflektor. Que si las canciones están muy largas, que si el arte habla de cosas que ya no tienen nada que ver con la música, que si el disco es aburrido e imposible de escuchar y así hasta el infinito. A la gente le gusta quejarse. Pero es cierto. Hay algo de interferencia que se interpone entre el fanatismo absoluto y la lealtad a una banda que, sin darnos cuenta, ya se nos convirtió en una leyenda.

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Creo que muchos de los fans antiguos llegaron sin expectativas. Con las referencias anteriores en el fondo de su alma. Pero es bien fácil caerse de boca con Arcade Fire enfrente. Abrieron con “Reflektor”. Tenían unos espejos rotos que hacían rebotar la luz por todas partes. Todos vestidos igual que siempre pero ahora con extravagancias entre elegantes y demasiado barrocas. Win Butler salió con una malla de esqueleto en la cabeza que se quitó justo antes de empezar a cantar. La paleta de color era blanco, rojo, amarillo, negro y azul. Los instrumentos eran plateados. Régine traía una capa tornasol y la sonrisa que la caracteriza. Terminaron de tocar y se rotaron de instrumentos. Se aventaron otra del Reflektor y la gente empezó a cuestionarse si lo iban a tocar de pies a cabeza. Luego soltaron “Power Out” o “Neighborhood #3”, como quieran. Entonces empezó el concierto.

Segunda dimensión

No han cambiado, sólo se hicieron más grandes. Nos hicieron entender eso y entregarnos por completo a lo que fuera que iban a hacer después. Supieron convencernos de lo que lo que estaban haciendo es genuino, y que no había nada qué juzgar. Porque al final nos siguen gustando como siempre. O tal vez más que antes. Inmediatamente después tocaron “Rebellion (Lies)”. Régine se quitó la capa y dejó ver un vestido negro bordado con piedras plateadas. Rotaron de instrumentos de nuevo. Las primeras dudas se disiparon. Esos detalles sospechozos, como pedirle a la gente que lleguen vestidos de etiqueta rigurosa a un show, de pronto pasaron a un segundo plano.

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Tocaron “Neighborhood #1”, “No Cars Go” y “Ready To Start”. Es fácil entender por qué a la gente le gusta verlos en vivo. De pronto tienen muchos coros que son fáciles de cantar al unísono. Esos tienden a ser himnos. Y la experiencia de cantarlos entre muchos siempre es fascinante. Régine tomó el liderazgo y cantó sus rolas. Después de “Sprawl II” sacó sus cintas de colores y bailó su ya clásico momento solista. El público regresó a su zona de confort.

Tercera dimensión

La narrativa en el universo de Arcade Fire se ha ido complicando con el tiempo. Al principio había mucha sinceridad en una especie de llamado a la conciencia. La constante era cantar desde la penumbra viendo hacia la luz. Una especie de queja autoconsciente proyectada desde la oscuridad propia hacia un lugar mejor en colectividad. Los contrastes no han dejado de existir, pero ahora los síntomas de una dualidad personal en Win Butler (y en el resto de nosotros) llegaron a un punto escandaloso. Son tan burdos que se pueden ver. No es necesario leer entre líneas. Las máscaras son la evidencia de una historia que no nos están contando, pero que aparecen ahí para incomodar a todo el mundo como una fractura expuesta.

Hacia el final del show, se despidieron y salieron del escenario. Poco después entraron unos personajes vestidos exactamente igual a los miembros de la banda con sus cabezas hechas de piñata. Cuando vinieron a México a presentar The Suburbs, el disco anterior, tocaban un par de covers a los Smiths. En esta ocasión, sus dobles con cara de cartón pusieron en playback un cover en español a “There’s a Light That Never Goes Out” de los Smiths. Todos estábamos muy incómodos. La gente no sabía si era broma o si estaban teniendo una cortesía muy torpe con nosotros. De pronto salió Win Butler muy enojado e interrumpió la interpretación de las botargas. Pidió disculpas al público y los sacó del escenario a gritos.

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Después de eso entró el resto de la banda de nuevo, Win Butler con una máscara que a su vez traía una máscara en los ojos. Tocaron “Normal Person”, una canción que cuestiona la normalidad y la crueldad en las personas. Una afrenta personal a nuestras inseguridades, y por supuesto, un balcón absoluto de parte de Win Butler sobre sus propias inseguridades. Se guitó la máscara y la colgó en una base para el micrófono. Así se la pasó Butler, parado delante de su cabeza falsa. La cabeza sonriente estuvo girando despacio durante el resto de “Here Come The Night”. Se armó una fiestota con nubes de papelitos de colores. Inmediatamente después de eso advirtieron que esa sería su última canción y empezaron a escucharse los acordes introductorios de “Wake Up”.

Todo este rollo de la máscara a muchos les cayó gordo y les pareció pretencioso. Creo que en este caso está justificado. Arcade Fire dejó claro desde el principio que su tirada es hablar de ese tipo de cosas, y con el paso del tiempo han estado buscando formas sofisticadas de hacerlo. Tal vez parezca un poco sobre-explicativo, pero eso es solo un error de interpretación. Las máscaras no explican nada, sino que ocultan lo obvio haciendo evidente otra cosa. Como en la magia.

Por supuesto que sí vi el show con lentes 3D. Como se han de imaginar, la única diferencia es que todo se hace mucho más confuso. No lo recomiendo para nada.

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