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Música

Basura

Bien por el Under, la mezcla de géneros, las nenas, el slam, las caguamas. Bien por la escena, a la cuál le bajan los huevitos cada vez más.

Fotografías: Mauricio Castillo

El jueves fuimos al Real Under (cerca de la glorieta de Cibeles, en Monterrey 80) a echar desmadre a un toquín de punk. Ahí fue la presentación de un documental sobre uno de nuestros actos favoritos: la banda tijuanense de garage San Pedro el Cortez. El documental, titulado Basura, fue realizado por Carlos Matsuo quien entre otras cosas hizo un docu sobre cantantes de camiones de su también oriunda Tijuana. Esta presentación fue una gran excusa para después echar desvergue: tocaron cinco bandas entre caguamas, slam y calacas, con el último grupo terminando por ahí de las 2:30. Si nos preguntan, no hay mejor presentación de un documental que aquella que termina en la madrugada, con todos los asistentes pedos y sudados.

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La convocatoria fue un batiburillo de las distintas escenas que convergen en la zona céntrica del DF: punks, thrashers, hipsters, metalheads y el ocasional malandro neutro sin clara alineación. Algo que nos llamó la atención fue la ebulliente presencia de mujeres hermosas. Ya habíamos comentado la fluctuación de chavos del resto de la República hacia la capital, ya sea en búsqueda de chamba o desmadre; también hemos hecho notar la creciente presencia de nenas foráneas que este fenómeno conlleva. Vamos a hacer un pequeño hincapié en esto por un momento– reinas regias, princesas potosinas, ensueños de Ensenada, mamis de Mexicali, tigresas tijuanenses, babies de Baja: no dejen de caer a nuestros toquines Punk, nunca. A diferencia de lo que algunos puedan pensar, a nosotros nos encanta que le caigan a echar la caguama. No paren.

Regresando a la música, eso fue lo que en verdad se llevó la noche. La música. Porque a diferencia de conciertos de actos internacionales, este toquín se llenó de gente que iba a disfrutarla. No veías personas hablando en círculo dándole la espalda al escenario, ni las nenas iban ya con el atuendo del Roy encima: nadie interpretó el toquín como un precopeo. Fue el evento principal, la gente lo vivió así y esa energía nos bañó a todos.

El desmadre arrancó con O Tortuga seguido de Los Blenders. Esto fue un buen combo, ya que aunque las bandas tienen sonidos distintos, comparten denominadores como integrantes o influencias surf. Los primeros, de Pantitlán, me hicieron sentir la misma energía de cuando coges a los 14 súper pedo. Es muy vigoroso y es muy sloppy, in a good kinda way. Siguieron Los Blenders, guayabos, con un sonido más calado que su banda amiga. No peor ni mejor, simplemente se sentían más cómodos en el escenario. Siguiendo con la metáfora puberta, si la virtud de O Tortuga es la inocencia, estos güeyes suenan a que estás cogiendo –más grandecito, pero no tanto– en uno de esos moteles de paso que están en la carretera rumbo a Cuerna, mientras suena Donna Summer en un radio distorsionado.

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Les siguieron Mentira Mentira, proyecto que se presentará en Ceremonia. Este dúo liderado por el regio Gabriel Noriega le subió los decibeles al surf-garage divertido que veníamos bailando con distorsiones noise punk bastante agresivas. Estuvo de huevos.

A esto le siguió Nazareno el Violento, una banda chilanga que entre sus logros está tener un nombre verguísima y de aventarte esta hermosa imagen en Google Images:

Estos güeyes son parte del colectivo de merol Los Grises), un proyecto que pareciera intentar canalizar toda la furia de México hacia un sólo bandcamp. Nazareno toca con una intensidad muy emocionante. Me voy a ahorrar intentar describirlo y mejor véanlo en este video de youtube (que jamás logrará capturar la energía de una presentación en vivo):

San Pedro el Cortez tiene el mejor nombre de la escena nacional. Me da gusto toparme con proyectos bautizados con nombres chidos, ya que tenemos un chingo qué compensar (¿Acindali, DLD, QBO?) Ellos cerraron su noche y lo hicieron cabrón. Fue un degradado de energía comparado con Nazareno, justo lo que necesitábamos para no salir del Under hechos unas trabas. Su garage rápido y sincero, con letras sobre ratas, basura, ser un profesional y chicas malas (que no quieres dejar) fue un trasfondo perfecto para bajarse una última caguama. Como detalle, Chagoya (guitarra) escupió riffs enfundado en un coqueto vestido. Algunos empezaron a suponer que era un tributo a los Pixies (o a Phish, Perry Farrel o a Kurco). Yo creo que simplemente estaba pasándola estúpidamente bien, como el resto de nosotros.

Bien por el Under, la mezcla de géneros, las nenas, el slam, las caguamas. Bien por la escena, a la cuál le bajan los huevitos cada vez más.