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Música

White Visitation: un bosque sonoro en penumbras

Junto con Siete Catorce, White Visitation es la gran sorpresa del año para la música mexicana contemporánea.

Al médico austriaco Franz Anton Mesmer un día se le ocurrió decir en voz alta que podía curar enfermedades corrigiendo el flujo del magnetismo animal en los cuerpos de sus pacientes, algo que solía hacer en sesiones que parecian más séances que terapias. Y le funcionó por un tiempo. Pudo hacer una buena lana en el París de finales del siglo 18. Pero la historia le ha sido injusta. Incluso por ahí se atreven a llamarlo charlatán, seguramente tontas hordas de esos que sólo creen en lo que ven y menosprecian lo que sienten… O tal vez no se han dado el permiso de sentir. Si ya lo hubieran hecho, sabrían que algo invisible nos rige ahí dentro, algo que, en desequilibrio, nos hace víctimas de enfermedades autoinducidas, pero en armonía, nos hace capaces incluso de difuminar las gruesas barreras de nuestra subjetividad para sabernos conectados a la misma fuente.

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¡Uta, pero cómo no le iban a llamar mago, charlatán y no sé cuánto, si todo suena tan fumado! Por eso no se tiene que decir en voz alta. Hay formas más finas de difundir creencias. Como la telepatía, por ejemplo. Otra puede ser el sonido. Así, con el uso, la manipulación y la diestra disposición de ruidos y ciertos tonos vibratorios que bien podrían describirse como magnéticos, hoy alguien armado de máquinas puede retomar (¡incluso sin saberlo!) las ideas de Mesmer, sus inmersiones curativas en la mente y su hipótesis de que el sonido podía comunicar, propagar e intensificar el magnetismo animal.

Creo que ese es el caso de White Visitation, el chico del DF cuyas creaciones muestran los poderes del electromagnetismo, es decir, la capacidad de los tonos y los timbres electrónicos para despertar en quienes lo escuchamos pequeños puentes con el espacio exterior, con lo místico, con la conciencia cósmica. Estoy seguro de que en Opal Tapes y RVNG Intl. (el sello responsable de que tengamos en las manos puros grandes sonidos de Blondes, Julia Holter, Maxmillion Dunbar…) lo detectaron, o por lo menos lo intuyeron, y por ello entusiasmados cobijaron con su prestigio los paisajes hipnóticos, grabados en cassette, de White Visitation, a quien pudimos ver en plan flautista de Hamelin en el capítulo Afterpop del festival Antes aquel domingo, obligándonos a mover cabezas primero, pies no mucho después, con la mirada fija al fondo de los túneles sonoros que iba construyendo y deseosos, al final, de volver a experimentar una de sus sesiones.

Por alguna razón, cuando pienso en Andy Stott, Basic Channel o Lee Gamble, otros genios de las ondas electromagnéticas, me da por imaginar que White Visitation podría figurar en el mismo árbol genealógico, aunque quizá en otra rama, donde se hallen los creadores más sutiles de portales al subconsciente con herramientas heredadas del house, el dub y el techno. Porque lo suyo es esculpir con sonidos otras realidades, consigue trastocarnos/trasladarnos a universos alternos, unos que son a veces grises; otras, blancos; unas más, nebulosos, borrosos… Y allá al fondo, detrás del humo y en algún punto de ese bosque sonoro abstracto y en penumbras (¿o es un lago?, ¿un océano?), una voz parece susurrarnos algo. ¿Qué dice? ¿Que hemos dejado atrás qué? ¿La realidad? ¿El cuerpo? ¿La cordura? No alcanzo a entender. O mi cabeza no lo entiende, porque mi espíritu, sin preocuparse por descifrar las voces, ya está entregado al baile, ondulando en el espacio creado por WV. Un espacio etéreo, por si necesitábamos aclararlo. Con las paredes acolchonadas. ¿Todo esto lo dije en voz alta? Espero que no.

Puedes encontrar a Jesus Pacheco en Twitter: @peach_melba