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Música

Una parvada ronda mi rancho: Féminas olvidadas de la canción mexicana

Este texto no es más que un trago fuerte y amargo, consistente y sin diluir en torno a la voz femenina en la música ranchera. Ese olor a pantaleta de tela gruesa es penetrante, se confunde con el del polvo de los vinilos viejos y el del olvido, la chela t

Para Maribella Aguilar, la “Krusty”. Ruiseñor incansable de todos los sábados de mi infancia.

Tendencias, para mi bisabuela bigotona que fumaba tabaco, todo en este país han sido tendencias: la tendencia de ser revolucionario, la tendencia por aparentar ser de “buena familia”, la de sentirse gringo progresista y escupir en su pasado e identidad, o la de sentirse bien mexicanote con un botella de mezcal y un sombrero tricolor incomodísimo.

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A mi bisabuela “La Negra” le cagaba mucho y desconfiaba de toda tendencia pues, decía, “tarde o temprano o se aburren o se los carga la chingada”. Cuando vino el auge de Siempre en Domingo, el empuje que registraron artistas Lola Beltrán, Lucha Villa y Amalia Mendoza fue brutal. Las llamadas “Tres Señoras” de la música ranchera acapararon toda la atención y de a poco, uno no podía desligar el discurso mexicano oficial si no era a través de estas tres chicas con talento inigualable, sí, pero que de alguna forma pasteurizaron y relegaron prácticamente al olvido a muchas voces femeninas que son igual o más importantes que las “Tres Señoras”.

La indignación fue desde mi bisabuela hasta mi madre y mis tías, quienes estimaban a mujerones como Lucha Reyes, Tehua o hasta Chayito Valdez, como poseedoras de voces notablemente mejores o más fidedignas a lo que ellas consideraban como una propuesta mayormente fiel y honesta, acorde con su realidad y gusto.

Nada importa realmente, sólo el dolor y el olvido. Durante los ochenta, el discurso nacionalista y protorancho acabó por caerse a pedazos. En su lugar, los tratados comerciales y la pena por nuestro pasado campesino nos relegó a ser los famosos primeros “gringos nacidos en México”, apenados por ese pasado con olor a caca de caballo, pobreza, sudor y misoginia, bien orgullosos de las nuevas culturas y tendencias adoptadas.

La música ranchera es una de esas armas complejas de doble filo, en donde el estereotipo puede causar irritación por mantener una idea del México sombrerudo de las películas de Infante, Negrete y el Indio Fernández (ya saben, la rielera, la Revolución Mexicana, arriba el tequila, etc.), ese que mucho se exporta y en el que aún habitamos en el ideario europeo. Sin embargo, más allá de los intentos de desarraigo y olvido, la música ranchera, así como la norteña, son de esas cosas que uno no puede arrancarse así como así. Tendríamos que recurrir a un método estilo Michael Jackson con su piel para medio camuflajear nuestro corazón de campo.

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Más allá del reconocimiento de la tradición musical mexicana como propia e inherente, está el de género. Pese al gran peso machista y misógino, la voz de la mujer en la música mexicana es una muy poderosa, rifadora e importante. Lo que hoy vemos como “arrestos escénicos” que torpemente le aplaudimos a las Venegas, Guerras, Sariñanas o Lafourcades, artistas prácticamente olvidadas como Matilde Sánchez, María de los Ángeles Loya o Irma Vila ya lo traían bien machado, con olor a mugre y desde el corazón.

Este texto no es más que un trago fuerte y amargo, consistente y sin diluir en torno a la voz femenina en la música ranchera. Ese olor a pantaleta de tela gruesa es penetrante, se confunde con el del polvo de los vinilos viejos y el del olvido, la chela tibia de festival kilométrico y desdén cultural.

Aquí diez voces que las mujeres de mi infancia reivindican cada que alguien suelta motes tan castrosos e impostados como “Lola la Grande” o “la Vargas”. Ojalá el olvido sea el punto final no escrito en este texto.

1.- Tehua. A sus 26 años, esta queretana-guanajuatense tenía un solo objetivo en su vida: cantar al estilo de Lucha Villa. Cuando se mudó al DF a principios de los setenta, la vida la encontró con que tenía un estilo muy particular, bello y sumamente melodioso al cantar.

Tehua amarró un rumbo mejor y más cultural cuando se topó en su camino a Amparo Ochoa y Oscar Chávez, por lo que hoy se le conoce más como preservadora de la música tradicional mexicana que por ser una “artista” de escenario con luces y discos vendidos a granel.

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Jaime Sabines la llamó “la voz abusadora de los pájaros” y fue amplia difusora de la música mexicana poco convencional. Una chulada de ave humana por donde se le escuche.

2.- Las Hermanas Huerta. Los compositores importantes de la música mexicana tienen entre sus filas a nombres como José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez y Felipe Valdez Leal, este último artífice de las mejores piezas interpretadas por Luz y Aurora Huerta, maestras indiscutibles del dueto femenino en cuanto a ranchero y bolero se refiere.

Más de 50 años de trayectoria y sólo unos cuantos pobres homenajes, Las Hermanas Huertas fueron pioneras del género, e imitadoras (algunas muy buenas) no faltaron en los sesenta: Hermanas Águila, las Hermanas Nuñez, las Hermanas Padilla, las Hermanas Landín, las Hermanas Espejo, Sonia y Miriam, las Hermanas Hernández, Lena y Lola, y un larguísimo etcétera. Éxitos tan inflados como la etapa ranchera de Ana Gabriel, o incluso Ana Gabriel misma no se entienden sin la poderosa influencia de este dueto. No por nada, Chente Fernández se refiere a ellas como su “Madrina”.

3.- María de los Ángeles Loya, "La Consentida". Una biografía imprecisa y oscura, la de esta chihuahueña que fuera la novedad en los albores de los cincuenta. Se dice, aunque no con certeza, que fue Miguel Aceves Mejía quien la metió al medio artístico a sus escasos trece años. Muchos la topamos al lado de Tin Tan y Joaquín Pardavé en la película El Hombre Inquieto, donde canta impecablemente “Gorrioncillo Pecho Amarillo”.

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Su figura se fue diluyendo hasta el anonimato a mediados de los setenta. Como dato impreciso y leyenda cábula se dice que “La Consentida” y Elvis Presley (ajá, el Rey) sostuvieron un fugaz romance, mismo que nadie puede constatar. Diiiicen.

4.- Lucha Reyes, “La Tequilera”. Otra de las figuras enigmáticas, la de “La Tequilera”, de quien no se encuentran datos precisos de su nacimiento (Guadalajara, 1906 los más acercados), ni tampoco de su deceso devenido de una oscurísima depresión marca Billie Holiday. Lucha era adepta al trago y al cambio de apellido real, la muerte de un padre que no se sabe si era el “sanguíneo” devino en una depresión más grande por la “vida ingrata”, a la que Lucha le dedicaba sus canciones, muchas joviales, de época y de un dolor que se presumía profundo.

En más de una ocasión, Lola Beltrán declaró que su intención era cantar como Reyes, quien sufrió de afonías vocales, éxitos a carretadas en la onda mariachi durante los treinta y los cuarenta, y quien según Beltrán “se dejó morir, matando ese aire bronco que la caracterizara”.

5.- Chayito Valdez. Sinaloa es uno de los estados con mejor producción de artistas norteños, al menos los más genuinos. Guasave vio nacer a mediados de los cuarenta a María del Rosario Valdez Campos, mejor conocida como Chayito Valdez, quien fuera apodada en su momento como La Alondra de México.

El temperamento de Valdez es más dolido, reposado y preponderantemente dinámico. Siempre cantándole al amor, coqueteos con el corrido y con la impronta ranchera a flor de piel, El Orgullo de Guasave tuvo una vida si bien no dramática, sí muy dura y de constante trabajo, que ni los años ni los accidentes le han impedido estar como un referente ineludible, que debido a cuestiones de salud ha estado inactiva desde 2003. En su lugar está una de las voces más dolidas y particulares del género ranchero. Puro pinche dolor del puro.

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6.- Chelo Silva.La importancia de figuras recientes como la fallecida Jenni Rivera, el estilo de Paquita la del Barrio o el respaldo mexicano que tuvo Selena en su momento no existirían hoy en día si no hubiera existido Chelo Silva, mujer recia nacida en Texas y criada en Matamoros, Tamaulipas.

Bohemia, amante del bolero y de tesitura vocal poco femenina, Chelo fue apagando su voz con tequila desde su época de bonanza en los cincuenta hasta su fallecimiento en el 88. Su relevancia no es más pequeña que el grado de olvido al que se le tiene relegada.

7.- Flor Silvestre. La vida artística fue un tanto injusta con la bellísima Flor Silvestre, ya que muchos no la explican sin la figura de Antonio Aguilar, quien fuera su esposo hasta el día de la muerte de Flor, en 2207. Flor Silvestre es de esas cantantes de segundo nivel en las pedas de Garibaldi, sólo debajo de la Beltrán, Chavela Vargas y Lucha Villa. Sin embargo, la voz de Flor es una de las más hermosas y dolidas de la música mexicana, no de a gratis el apodo de La Sentimental.

Actriz y cantante de altos recursos a Flor Silvestre se le atañe la mujer detrás del caballo de Antonio Aguilar, sin embargo su calidad interpretativa puede considerarse de igual o mayor gramaje que la del papá del roquerísimo ranchero Pepe Aguilar.

Nortela, bolero, corrido, ranchera e incluso la banda más infame llegaron a sonar hermosas en la voz de esta hermosura que fuera ex del famoso conductor televisivo Paco Malgesto, quien se presentó con fusca en el aeropuerto para impedirle la huída con Tony Aguilar. Flor fue la cantante de mayor ventas en 1969 y grabó más de 450 temas, muchísimos de ellos un poderío de dolor y calidad vocal. ¿Quién le rinde homenaje hoy en día? Al parecer ni sus fans, aunque su huella es ineludible.

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8.- Las Jilguerillas. Amparo e Imelda Juárez son el orgullo de Michoacán, con un estilo muy de campo, sumamente local y bien precioso por franco. Las Jilguerillas tienen una mejor suerte mediática aunque de igual manera no son reconocidas como realmente se merecen.

Tambora, voces semiagudas, y un juego a dos voces harto especial, sumamente emotivo y dolido, Las Jilguerillas tienen tras de sí la idea del amor por permanencia, la imposibilidad de olvido y el trago como fiel acompañante silencioso. Ya sea con guitarra o con tambora, este dueto es singular, especial y sumamente inolvidable.

9.- Amparo Ochoa. Otra ave sinaloense que, al igual que Tehua, fue reivindicada por el sector intelectual más que por los medios masivos, aunque en este caso sí de manera más consciente. Si en los caso anteriores hablamos de la influencia en artistas como Selene, Ana Gabriel o Alicia Villareal, al hablar de Amparo Ochoa no se puede soslayar la Nueva Canción Mexicana, Los Folkloristas, Mexicanto o artistas como Eugenia León o Tania Libertad en sus inicios.

Amparo Ochoa, maestra rural y proclive a las causas sociales, quizás es ese puente que existe entre la música popular mexicana y el rock nacional comprometido, que tuviera exponentes claros en grupos como La Nopalera y una muy chavita Cecilia Toussaint. Quizás.

La llamada La Voz de México fue alcanzada por la huesuda en 1994 vía un dolorosísimo cáncer de estómago. En su lugar quedan sus mejores y más sentidos discos, sobre todo los de la época de los setenta. No pierdan oreja a su versión de “La Maldición de Malinche”, toda una chingonería.

10.- Manolita Arriola, “La Versátil”.Sí, antes les ponían nombres y apodos bien obvios y sin lugar para la imaginación. El de Manolita le hacía justicia no sólo por la amplia gama de géneros que la sinaloense (¡Arriba Sinaloa!) manejaba, sino por ser el eje entre muchas personalidades importantes de la década de los treinta, cuarenta y cincuenta.

Una joya sutil de humor un tanto más festivo e inocente, la proyección de Manolita se extendió al Cono Sur, con una repercusión igual o mayor a la de la figura de su contemporáneo Pedro Vargas. “La Versátil” se retiró del ojo público en 1945, habitando el olvido hasta 2004, año en el que falleció. Ojalá alguien revisite su peculiar canto alguna vez.