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Música

True Trans: arranca el documental sobre la transformación de Thomas James Gabel a Laura Jane Grace

La cantante de Against Me! tiene una de las historias más particulares en toda la historia de la música popular.

Con eso de que las barbas son las nuevas corbatas de moño, cuando se dejan venir las primeras nota de canciones como Call me maybe o sus fastidiosos remixes, el dancefloor de cualquier antro gay se convierten (a mi parecer) en algo así como el escenario freak de un circo de tres pistas, por aquello de que ver a más de dos docenas de barbones haciendo como que levantan un auricular mientras sacuden las caderas de derecha a izquierda, o refiriendo la locura dibujando círculos al lado de la oreja cada que Carly Rae escupe su estribillo, es como ver un espectáculo similar al de la mujer barbuda.

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Quizás por eso Conchita Wurst tuvo un entrañable éxito dentro de muchos círculos homosexuales. Éxito que llegó a travestirse de perspectivas de logro por los derechos lésbico-gay y hasta desafío político, por la incomodidad que despertó en el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Una mujer barbuda embarrada de lentejuelas meneando senda cabellera, cantando como si Shania Twain le sangraran las amígdalas en una contienda por ver quién se queda con el tema principal de Titanic.

Lo de la mujer barbuda ganando el Festival de Canto Eurovisión hace unos meses no pasa de ser un acontecimiento de ilusión óptica chistosita. Dejémoslo ahí. La “atrevida” participación de Thomas Neuwirth, el artista detrás del personaje de Conchita Wurst y su alteración a la identidad de género en el panorama musical no es nada nuevo. De entrada se me vienen a la mente ejemplos seminales como David Bowie o Marc Bolan de T. Rex que irrumpieron en la escena musical con torsos masculinos y tremendas pestañas postizas. Todos los New York Dolls. la morrocotuda Divine y Boy George en sus tiempos de gloria con Culture Club.

En la actualidad, el caso de Laura Jane Grace es de los más fascinantes y auténticos, dejando a la Wurst como un mashup que fusiona el Semanario de lo insólito con una audición de La Voz México. Tras padecer una espeluznante crisis de identidad, el vocalista de la banda de punk oriunda de Tampa, Florida Against Me! Thomas James Gabel terminó por darse cuenta que su punzante depresión tenía que ver con que su vida se hallaba dentro del cuerpo equivocado. Error sexogenérico le dicen. Por lo que su salvación sucedió después de someterse a una cirugía de reasignación sexogenital.

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Laura ha decidido compartir su dura historia en la búsqueda de la lealtad a uno mismo: desde su atormentada infancia y adolescencia, su etapa de mayor conflicto existencial (que curiosamente se empalmó con el reconocimiento y ascenso a la fama de Against me! agrupación que reafirmaba los acordes más fieles del punk norteamericano), la nada fácil decisión de asumirse con una persona trasngénero, hasta el duro proceso de abandonar su constitución masculina para convertirse en la mujer que de algún modo siempre fue. Paso cuya momento más drástico fue someterse a la cirugla andonar su composici de lo insmpalmbio de sexo, y tremendas pestañas postizas. ía de extirpación de pene. La famosa operación jarocha como se le dice vulgarmente en México. Y lo hará mediante el documental True Trans que constará de cuatro episodios y cuya primera entrega ya puede verse.

Lo interesante de su caso es que una vez terminado el proceso de cambio de sexo, Thomas, quién para su nueva identidad adoptó el nombre de Laura Jane Grace, retomó los gritos y guitarrazos y su carrera dentro de la muy heteronormativa industria discográfica (igualita al certamen de Eurovisión) permanece prácticamente intacta, aunque el último álbum de Against Me! lleve por título Transgender Dysphoria Blues. Pero a buena parte de los homosexuales el caso de Laura Jane Grace le ha pasado de lugar. A pesar de que su discurso es más próximo a la cotidianeidad (con la que es fácil reconocerse), pareciera que si en la transgresión de géneros si la jotería ramplona no sucede, no existe.

Puede que hiera un par de sensibilidades pero me vale madres: la devoción por Conchita Wurst tiene que ver con la materialización de la fantasía de la jotería asimilada y aplaudida dentro de un espectáculo masivo, invadida por reflectores y chispitas. No tengo nada contra el glamur (no deja de llamarme la atención como los gays celebran los logros ocurridos dentro de los eventos más comerciales). Pero de eso a ver en Concha la cúspide de una lucha social me parece un exceso. Y más aún otorgarle grados de originalidad.

Seamos honestos: ¿qué sería de Conchita Wurst sin su barba? ¿Una vestida más imitando a Celine Dion acaso?

@wencesbgay