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Música

Tratamos de ir al "Que me pregunten fest" para que nos preguntaran... Pero no pudimos ir

Vaya democracia. Vaya pluralidad. Vaya oportunidades.

Quiero ir al “Que me pregunten fest” pero no me dejan. Quiero echar el bailoteo por aquí y por allá, como si Semana Santa fuera todas las semanas. tQuiero tener un momento de vulnerabilidad cuando Charly Montana cante que el amor apesta y gritarle: “Tú y yo no somos tan diferentes Charly Montana”. Hacer valer mi voz como ciudadano, al ritmo de las suaves baladas de los Daniels. Hacerle a la mona de alcachofa, buscando ser aceptado por la elite del Ska mexicano. Quiero comerme al mundo. Quiero encontrarle significado a mi existencia. Quiero un Waffle Taco. Quiero que los tipos que pasan enfrente de ti gritando “Cheeeee-las, Cheeeee-las” -justo cuando estás a punto de alcanzar la catarsis en un concierto- no existan. Quiero paz en el mundo. Quiero ser feliz.

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Los conciertos masivos son padrísimos: pierdes a tus amigos/hijos/bebés, a tus zapatos, huele a jerga y si tienes suerte, te topas a Sabo Romo viendo a propuestas bien “under”. Desde chavito, iba al Vive Latino y cuando regresaba a mi casa, el cuello de mi playera estaba todo estirado. ¡Así, como magia! Lloraba viendo a Thermo, le mentaba la madre a Panda y saludaba a los del Chopo porque yo sí apoyaba a la escena. Me encantaba sonarme al día siguiente y que mis mocos fueran color holograma. Mis amigos y yo comíamos pollo que sabía a ligas, nos fumábamos gallos de mota panteonera con cocos y a mi novia le pedían que enseñara las “chichis” a cambio de que la aventaran en las mantas. Era el sueño.

Sin embargo, no sé que me pasó. Igual y fue que el hombre de setenta años que me habita -y llamo cariñosamente “Hans”- se ha apropiado de mi cuerpo. A Hans le caga caminar en el Autódromo. Sales de tu coche y el cabrón se la pasa chingando todo el tiempo. “¿Ya llegamos? Tengo sed, ¿Tienes Chicles? ¿Tienes un Ibuprofeno? Hay que ir a sentarnos, la música está muy fuerte, ya no fumes, en mis tiempos los conciertos eran mejores. ¿Por qué no ponen techo en el Foro Sol? Así no me mojo. Mi hamburguesa sabe a rata”. Son algunas de las frases que Hans repite incesantemente dentro de mi cabeza durante toda la experiencia en un festival.

Hans se queja mucho, pero tiene razón en muchas cosas: casi todo en la vida es un pedo. Imagínate que te rompiste la cadera al caerte en un hoyo mientras caminabas por el bosque en hongos. Tienes que estar en muletas durante seis meses y el Doctor te dijo específicamente que no subieras escaleras. Antes de accidentarte, compraste tu boleto para el concierto de tu banda favorita en el Foro Sol. Como no tenías dinero, compraste los boletos más baratos.

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El mero dia, se cae un helicóptero en el periférico, la ciudad se convierte en un super caos y por eso llegas tarde al Autódromo. Una vez ahí, buscas el estacionamiento oficial del evento y cómo llegaste tarde ya no hay lugares. Te estresas un chingo, le pagas 250 a una Doña para estacionarlo en una banqueta y caminas de tu coche a la puerta 5 del Autódromo. De ahí, caminas un chingo con tus muletitas hasta llegar al mero Foro Sol. Buscas la puerta de tu sección y ya que la encuentras, se te revela el último obstáculo que tienes que superar para ver a tu banda favorita: un chingo de escaleras. Ignoras las recomendaciones del doctor y decides subirlas. Al subir el primer escalón, sientes mucho dolor y te das cuenta de que no hay manera en que puedas llegar hasta allá.

Con mucho cuidado, vuelves a bajar el escalón y le preguntas a un tipo enfundado en un chaleco color amarillo Neón, dónde queda el elevador. Con toda la hueva del mundo, te responde que no hay elevador en el Foro Sol. Usando las reservas de tu civilidad y paciencia, le explicas que no puedes subir escaleras y que tu boleto es hasta arriba. Te contesta algo que no entiendes pero sus ojos y gestos dicen lo que ya pensabas: “Te Chingas”. Te sale una vena en la frente mientras intentas mantenerte calmado y le preguntas donde puedes regresar tu boleto ya que obviamente no vas a poder disfrutar el concierto. Te dice que busques a una señorita con radio y desaparece.

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Deambulas entre cientos de personas comprando chelas y papitas buscando a una “señorita con radio”. Despistados individuos amenazan tu equilibrio, mientras buscas como desesperado. Estás a punto de ponerte a chillar y tirarte en el suelo cuando ves a una señorita enfundada en un traje y notas que en sus manos tiene un radio. Te acercas y le explicas tu predicamento y si le parece lógico, le llama a otra. Llega una segunda señorita, le explicas exactamente lo mismo y le comunica radialmente a una tercera señorita, la versión simplificada de lo que le dijiste. Después de intercambiar un par de frases, -que siempre terminan en “cambio”- ella te lleva a la carpa de servicio médico para que el doctor te dé “luz verde”. A veces, el doctor se enoja un buen y dice algo como “¿¡Que no ves que está en muletas!?” mientras recuperas tu fe en la humanidad.

Pasado esto, la señorita -en constante comunicación con la tercera señorita que todavía no conoces- te lleva a la entrada de General B. De ahí, la sigues hasta la entrada del backstage en General A donde te presenta a la tercera señorita (si, la misma con la que se estaba comunicando minutos antes). Ella, te hace señas para regresar a General B y te guía hasta una superficie elevada donde están todos tus -potenciales- amigos con capacidades diferentes.

Por la deshidratación de tanto caminar, te gastas todo tu dinero en líquidos. Acaba el concierto y tienes que caminar a tu coche. Solo que ahora es en modo experto, ya que lo tienes que hacer en medio de un mar de gente super sudada. Llegas a donde dejaste tu coche y ya no está ni tu vehículo ni la Doña. No sabes qué hacer y en un momento de lucidez, buscas: “Como sési mi coche se lo llevó la grúa-México DF” en tu celular al que ya casi se le acaba la pila. El primer resultado que te sale, es un articulo de Chilango.com titulado “¿Que hacer cuando ya te cargó…la grúa?” Te sientes indefenso y añoras una realidad en la que te resultara gracioso el juego de palabras. Llamas a Locatel (56581111) y les explicas tu situación. Te pasan el teléfono del depósito de grúas (50044165). En el depósito, te preguntan los números de tus placas, les dices que no te acuerdas y les cuelgas. No puedes creer que todavía tengas pila.

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Llamas a tu casa, despiertas a tus papás, te preguntan que si estás bien, les dices que no. Preguntas que si saben los números de tus placas, te responden que no, pero que las van a buscar. Cuelgas. Les llamas a los de las grúas otra vez y les describes a fondo cada detalle que puedas recordar sobre tu auto. Te dicen que de todas maneras necesitan tus placas, vuelves a colgar. Te llaman tus papás, te las dictan y no tienes con que apuntar. Abres la app de Bloc de Notas y escribes los números de tus placas, mientras te arrepientes de haber visto tantos Vines ese día. Cuelgas y cierras todas las aplicaciones que tenías abiertas. Llamas al depósito y te dicen donde está tu coche. Te cagas, porque todavía pensabas en la posibilidad de que te lo hubieran robado.

Apagas tu celular, caminas hacia Churubusco y como vas hacia el sur, tienes que cruzar un puente peatonal con un chingo de escaleras. Te vale verga todo, te agarras los huevos con la mente y cruzas la avenida. Un vez del otro lado, un taxi se apiada de tí y te subes. Te lleva a tu casa, pero te cobra un chingo. En tu casa, buscas los papeles que tienes que llevar. Encuentras todo, menos lo que buscas. Pones tu celular a cargar y buscas entre pilas y pilas de mierda inservible. Te encuentras tus papeles en un folder en el lugar más obvio. Te sientes bien pendejo. Pides un Taxi, llega. Pasas al cajero, sacas todo lo que puedes y piensas cómo tus fondos son como una cuenta regresiva hacia vivir en la calle. Llegas al corralón y te faltan las copias de tu licencia. Caminas un chingo por una zona bien fea y pides un taxi en una avenida. Te subes y le pides que te lleve a un Office Max 24 horas. Te dice que no sabe dónde queda y en ese instante, te das cuenta de que dejaste tu celular en tu casa. Deambulan por horas en la ciudad, buscando uno y mientras, le inventas una historia SUPER trágica para que se apiade de ti y te cobre menos de lo que termine marcando el taxímetro.

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Encuentras un Office Depot, te bajas y le dices que te espere. Los que trabajan ahí, te hacen preguntarte si sacar copias es tan difícil como lo hacen parecer. Pides copias de todo. Regresas al taxi y notas que milagrosamente, el taximento aumento 50 pesos en lo que estabas sacando copias. El taxi, te regresa al corralón y te cobra lo que marca el taxímetro (que de todas maneras termina siendo un chingo, pero menos de lo que te cobró el primero). Les das todos tus papeles a los de corralón, mientras te sientes orgulloso por tenerlos todos. Justo cuando crees que ya solucionaste todo el embrollo, te metes las manos en las bolsas y encuentras un hoyo. Pagas y te faltan 30 pesos para acompletar. Te mueres y todos te odian por el resto de la existencia humana.

Ahora, imagínate que te vas en metro, lo cierran y no tienes dinero. O que te asaltan, te roban tu coche, el celular y hasta las muletas o que el coche no está a tu nombre o que debes una infracción o que está mojado, te caes y te tienen que operar de emergencia pero la señorita del radio solo le llama a más señoritas que te rodean en un circulo y se rien de ti mientras te señalan. Mi cerebro, no deja de pensar en todas las posibilidades, que a fin de cuentas; son infinitas. Quiero ir a mostrar que estoy insatisfecho con la falta de voz que se le ha dado a la población con respecto a la reforma energética y así fundar las bases para una verdadera democracia. Quiero que Pemex no sea una pesadilla de burocracia, ineptitud y corrupción. Quiero que las cosas sean diferentes, Quiero un México mejor…pero no me dejo.

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A veces, pienso que no solo tengo un Hans. Sino que también tengo una Magda, dos Carlas y un Poncho. Cada uno, sale a relucir en diferentes situaciones. Pero siempre, con alguna variación de argumentos, en contra de cosas que quieres hacer. Dicen que el principal enemigo es uno mismo, pero yo te lo juro que son ellos. Hoy puede ser el primer día del resto de tu vida pero Magda y Hans te convencen de quedarte en tu cama viendo Netflix hasta que pierdes la capacidad de interpretar el lenguaje. El otro día quería ir a una marcha a cambiar al mundo, pero Poncho me convenció de ir a un reven y nomás firmar la petición en linea. Intento salir de sus garras, pero no puedo. A veces, creo que solo me pongo pretextos para no salir y vivir la vida. El Carpe Diem, baby. ¡YOLO OL DE GUEY!. “What Better place than here, what better time than now?”, y todo eso.

Hay que vivir al cien, aprovechar el ahora y ser jóvenes. A veces pienso que lo voy a hacer, dejarme llevar y encontrarle sentido a todo. Que la gente me vea caminar por la calle y piense: “Vaya, ese tipo si que sabe vivir”. Quiero aprovechar cada segundo y hacer de cada experiencia algo significativo. Sentirlo todo y que cuando mis amigos me pregunten en que ando últimamente, les conteste algo super interesante. Como que deje mi carrera de astronauta para convertirme en domador de buffalos o que estuve curando a Malaria en Kazakhstan. Quiero comerme al mundo, que el mundo me coma de vuelta y que el “Que me pregunten fest” sea el génesis de mi nueva vida que renace de las cenizas.

Pero no me dejo o no me dejan o no nos dejamos o algo así.

@wachadafunk está muy confundido con todo.

Lee más de sus aventuras, aquí.