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Música

Sobreviví al Mötorboat, el crucero de Motörhead

Metal, karaoke y clavados de panzazo bajo el sol del Caribe.

Fotos por Al Bulmer

“SLAAAYERRRRR!” El grito explotó en la sala de espera de los labios de un hombre alto y barbón con chanclas y una playera de Exodus. Eran pasadas las 11 de la mañana en lunes, y el hombre barbón, yo, y cientos de amantes más del rock n' roll estábamos atiborrados en la mencionada área de espera mientras esperábamos abordar al buen Motörboat. Desde hace algunos años, los cruceros de rock se han convertido en toda la onda, particularmente los que tienen temática de heavy metal, como Barge to Hell, 70,000 Tons of Metal, y Shiprocked (este último enfocado más en los fans del nu-metal). Estas cosas generan mucho dinero, y tiene sentido que bandas de todos los géneros conocidos en la música estén buscando tener un pedazo de ese pastel. El año pasado, los más grandes bastardos del heavy metal decidieron crear su propio crucero homónimo, y tengo que decir, que a pesar de que era tan temprano en la mañana, la gente aquí estaba muy emocionada.

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Personalmente nunca había estado en un crucero temático de música, y me carcomía la curiosidad de saber si la experiencia sería tan mágica y ridícula como parece. La idea de estar atrapada en un bote del tamaño de un hotel lujoso por cuatro días seguidos, lleno de más de mil fans del metal, sonaba como algo abrumador, pero resultó ser completamente diferente a lo que esperaba. Además, logré ver a Motörhead dos veces en una misma semana.

Así que el 28 de septiembre, junto con cientos de alemanes transparentes y tipos vomitando sobre mi cabeza, zarpé hacia alta mar sobre el Norwegian Sky, armada únicamente con algunas playeras sin mangas y sin protector solar, algo que resultó ser después un error muy grave.

Para empezar, mi imagen mental de un Maryland Deathfest flotante se desvaneció casi de inmediato luego de darme cuenta de algunas cosas. En primer lugar, la edad media de los asistentes al crucero era alrededor de los 35-40 años —había un montón de papás tatuados y mamás motociclistas corriendo por doquier. Algunos de los pasajeros y un par de las bandas incluso llevaron a toda su familia al viaje, lo que resultó en la aparición de algunos pequeños que traían puestas diminutas y lindísimas playeras de Motörhead. Mientras que las edades de las bandas oscilaban entre los rostros frescos de los Dead Deads a los de papás del metal como Tom Araya, la mayoría de los asistentes estaba cómodamente instalados en la mediana edad, lo que se tradujo en un ambiente con una vibra súper relajada y amigable, que de vez en cuando se rompía con las payasadas ocasionales de algún borracho y aullidos periódicos de "¡SLAAYERRR!". Mientras que la clientela en su mayoría era estadounidense, había gente de todas partes del mundo en el barco, incluyendo un grupo de vatos de Liverpool que habían venido preparados con las mejores camisetas que pude ver en durante toda la semana.

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La gente en ese barco pagó mucho dinero para subir y ver a Exodus mientras que tomaban daiquiris de fresa con precios exorbitantes, no para "mandar todo a la mierda", y la falta de cerveza y whisky baratos bajó significativamente el número de ebrios que suelen ir a los grandes eventos de música. El barco tuvo su buena parte de borrachos, y un comediante fue sorprendido fumando marihuana en el deck, pero en general, la gente estuvo bastante bien comportada. En lugar de ver libertinaje desenfrenado, vi a gente jugando tejo mientras que los chicos de Suicidal Tendencies echaban algunas canastas, y sólo escuché dos comentarios racistas durante todo el recorrido (lo que fue sorprendente, considerando la cantidad de playeras con la bandera confederada que brotaron como hongos una vez que zarpamos de Miami). Fue increíble — ¡me apunto todas las veces que quieran al crucero de papás metaleros!

El barco en sí estaba muy bien equipado, lleno de objetos customizados para el Motörboat, y constantemente se escuchaban temas clásicos del metal por los altavoces. Los cruceros en general suelen ser bastante lujosos, y para mí la novedad de entrar a un restaurante de lujo con una camiseta de Ash Borer y de la mano de un tipo que tenía un tatuaje de Satanic Threat en el brazo nunca se disipó. El personal de servicio era excelente, y la tripulación entera estaba siempre a tus órdenes: servicial, cortés, y totalmente respetuosa con los bichos raros que habían invadido su nave. Hubo una noche, durante la cena, un mesero de la India se presentó haciendo una broma sobre Motörhead, y después de que mencioné que estaba pensando en visitar su país, lanzó una diatriba sobre el problema de violencia sexual que existe actualmente en la región. Me dijo que si alguna vez lo eligieran a él como Primer Ministro, tiraría a todos los violadores a un pozo y les prendería fuego, lo que fue A: impresionante y B: fue, por mucho, la cosa más metalera que escuché en todo el viaje.

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Obviamente, aunque las bandas fueron el mayor atractivo del Motörboard, los coordinadores del crucero hicieron todo lo posible para retacar los días con actividades "divertidas" para aquellos que buscan la estimulación constante. Incluso los comediantes abordo ingeniaron una broma con la que al parecer engañaron a demasiadas personas: hicieron una imitación de Phil Anselmo tan buena por los altavoces, que convencieron a varias personas de que el de Pantera estaba escondido en algún lugar a bordo (no lo estaba). Además hubo un Spelling Bee para borrachos, un bingo para borrachos, y hasta un concurso de motorboating, además de una cabina de pintura corporal, un tatuador, y un montón de juegos playeros tontos el día que bajamos a la isla. Había mujeres en bikinis microscópicos caminando alrededor entregando latas de la bebida energética Monster (que al parecer fue una especie de patrocinador del crucero, a juzgar por la omnipresencia de su logotipo y un par de menciones súper incómodas sobre el escenario). De vuelta a las actividades, el concurso de clavado de panzazo fue un éxito, y fue ganado por un hombre con una sola pierna y una panza chelera impresionante, aunque tanto el chico en traje de monstruo como el tipo enfundado en una tanga roja, blanca, y azul le dieron una buena batalla.

Las sesiones de karaoke nocturnas eran respaldadas por una banda en vivo (el bajista llevaba guantes negros ceñidos, que asumo completaban su disfraz de “rockero fresco”), y parecía que cada vez que entraba, un tipo en el escenario estaba balbuceando alguna letra de Tool mientras movía su cabeza. Tengo que admitir que vi algunas joyas, como la mujer con voz angelical que cantó una canción de Evanescence, además de múltiples interpretaciones bastante energéticas de los grandes éxitos de Billy Idol. Aún así me quedé esperando a que algunas estrellas se unieran para cantar algún éxito, ya que había tanto talento acumulado en el barco, pero no tuve tanta suerte. También hubo varios comediantes a bordo; el mejor de todos fue quizá el muy gracioso y muy vulgar Brian Posehn. Un día durante el desayuno me senté a una mesa de él, pero me dio vergüenza saludarlo; parecía muy agradable, pero hacerla de fan mientras un comediante está desayunado parecía la manera más fácil de conseguir un “vete a la mierda”. Más tarde lo comprobé durante el set de Posehn en la alberca, en donde comprobé una vez más que los comediantes son muy, pero muy buenos haciendo mierda a los demás.

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A pesar de los miles de detalles entrañables que los coordinadores pusieron en el barco, lo más importante siempre fue la música. El line-up comenzó fuerte con Motörhead, Anthrax, Exodus, Corrosion of Conformity y Suicidal Tendencies —una alineación de ensueño para cualquier thrasher, viejo o joven—, aunque luego se puso un poco… raro. El súpergrupo Motor Sister y otros súpergrupos de covers como Death Dealer y la Phil Campbell's All Starr Band tenían sentido, e increíbles bandas de rock and roll como Fireball Ministry, Kyng y The Shrine añadieron un poco de vida a la noche (el show sudoroso de Crobot, y la arrogancia de Other fueron agradables sorpresas), pero la otra mitad de la alineación dejó un montón de tiempo para múltiples escapadas al bar. Dentro de el itinerario cada banda tenía programado tocar dos veces, y aunque algunas de las bandas hicieron algunos cambios, otras tocaron exactamente el mismo set. Realmente estaba esperando que Motörhead cambiara su set para su segundo show, pero no sucedió por desgracia.

Tenía una curiosidad, casi mórbida, sobre cómo le iría Motörhead, y ¿honestamente? La rompieron. Lemmy sonaba mucho más fuerte y repuesto que durante su última presentación en Nueva York el mes pasado. Mientras que uno se pregunta cómo intencionalmente acomodan las canciones de acuerdo a la intensidad, el orden fue como "Happy Woman Blues", "The Chase Is Better Than the Satch", "No Class". El único momento en donde Lemmy parecía quedarse sin aliento fue durante un momento relativamente rápido durante "Ace of Spades", y por supuesto, a pesar de eso todos gritamos hasta sacarnos las tripas. El lugar era pequeño para sus estándares— la capacidad era para unas 1.200 personas, creo— así que había que usar el codo para hacer camino y llegar cerca de Lemmy, Phil y Mikkey lo cual era suficiente para dejarte mareado. A pesar de eso podias conseguir estar lo suficientemente cerca para ver la correa de la guitarra de Phil, la cual yo nunca había conocido hasta ese momento y estaba adornada con frases como "Lord Axsmith" y "Welsh Wanker", las plataformas en blanco y negro de Lemmy, y los musculos de Mikkey (ese tipo sigue siendo una bestia absoluta detrás de la batería). Para resumir la sensación la sensación pasada, fue increíble.

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Las otras bandas fueron una mezcla de muchas cosas, especialmente por la multitud de viejos buena onda. Suicidal Tendencies fue una absoluta delicia tanto en el escenario principal como en la última noche del crucero cuando tocaron en la terraza e inspiraron a la gente hacer un circulo de confesión en la alberca. Mike Muir era una bola imparable de energía positiva que galopaba sobre el escenario, y el baterista Eric Moore mantuvo todo su hype detrás de la batería, mientras que sus compañeros de banda armaban una tormenta que la multitud se comió entera. Ántrax fue muy divertido y sonaba fantástico, incluso cuando sacaron esa canción extraña de pop-punk y su híbrido vintage de rap-metal "I’m The Man" junto a sus tracks esenciales como "Madhouse" y "Indian". Joey Belladonna improvisó como un integrante perdido de Ramone y Scott Ian meneó su perilla, creando una cognitiva disonancia de éxito, sobre hombres adultos cantando canciones como "Antisocial", no puedo describir lo divertivo que fue, y el rendimiento que tuvo el público, durante los dos espectáculos.

Éxodo fue la primera banda en tocar en el escenario de cubierta mientras nos alejábamos de Miami. Con el llanto de Steve Zetro majestuosamente sobrecargado por encima de las olas, los thrashers veteranos ceñidos en materiales que parecían de Bonded By Blood y vals tóxico saliendo del mini-foso frente de la alberca. Ahora que el hijo pródigo ha vuelto al redil después de pasar ocho años se concentrado en Down, la dinámica de Corrosion of Conformity ha cambiado considerablemente desde la suelta encarnación del punk que yo conocía (un revelación completa, un recorrido que presencie muchas veces durante el tour que hice con COC en los últimos sé tres años). Fue cautivandor verlos cambiar la fórmula con un nuevo líder designado, y ver a Pepper Keenan estira las pierna para llegar pararse dentrás del micrófono y cantar éxitos de los 90 como "Albatross", "Wiseblood" y "Vote With a Bullet”. Slayer le fue la peor de las bandas legendarias; su set fue para nada perfecto, Kerry King movía la cabeza a distancia como un reloj, y Tom Araya soltó algunas bromas de papá previamente preparadas y sonrisas amplias, pero la energía no estaba allí. Slayer nunca ha necesitado calentar antes de subirse al escenario o preocuparse por su vestuario porque su música proporcionaba toda la intimidación y sonido extremo que necesitaban; ahora, ver un concierto de Slayer es como sentarse a ver un juego de aguado de ruleta rusa donde puede que toquen una de las canciones buenas, ¿o una de las sosas? Las buenas siguen siendo geniales, y las malas no lo son tanto, pero el fuego se les ha terminado.

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Para toda la imaginería de "metal" saturado del crucero, la mayoría de las bandas que no estaban en el top del line up, fueron las que soltaron más rock and roll que cualquier otra cosas. El escuadrón de glam finlandés Santa Cruz, se destacó por la virtud del sonido estridente de guitarras y cabellos por las nubes, y los de Death Dealer diseñaron el momento más hermoso y perfecto del heavy metal en el viaje con el desempeño de la guitarra de Ross Boss en"Hail and Kill"(morí). Ahora unido a la banda de un montón de metaleros advenedizos Holy Grail, Huntress logró impresionarme con su habilidad pura y actitud, especialmente después del descubrimiento de que la octava vocalist, Jill Janus recién ha vencido al cáncer. La interpretación de Kyng de "Hot for Teacher" se sintió aún más apropiada bajo el sol del Caribe, y el nuevo material que interpretaron muestra que se dirigen a una inclinación aún más pesada—tal vez todo ese tiempo en la carretera con Megadeth surgió efecto.

Y sobre la parte de “crucero” del crucero, el barco estuvo un día en Great Stirrup Cay, una isla privada propiedad de Noruega, y fue tan paradisíaco como se lo imaginan, cálido, agua turquesa brillante, arena blanca y palmeras en las nueve yardas enteras. Un par de bandas tocaron en la playa, y cientos de metaleros se asolearon felizmente como focas varadas, y el sonido de "Trap Queen" flotó fuera de una cabaña, lo que demuestra que en realidad no hay forma de escapar de Fetty.

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El siguiente día el barco nos llevó a Nassau, la capital de Bahamas que era notorio un paraíso pirata. Nassau era un lugar un poco áspero fuera de la porción t para turistas o de la ciudad, pero también contaba con una impresionante belleza natural, gente amable, magníficos edificios antiguos de Georgia, como la prisión que se convirtió más adelante en biblioteca, y amplias oportunidades para aprender sobre la historia colonial sangrienta de la isla si son unos nerds gigantescos como yo (lo que sea, los dioramas de el Historical Society Museum de Bahamas eran preciosas). Fue agradable descanso del metal sin fin, incluso si los tambores de acero llegaron se volvieron viejos después de un tiempo.

Ser capaz de caminar un par de escaleras y ser capaz de esconderte en tu habitación cuando el sol o el ruido llegan a ser demasiado fue un lujo absolutamente increíble, especialmente después de haber pasado mucho tiempo sudando hasta la muerte y derrochando en agua embotellada muy cara sobre altamar, y el hecho de que cada banda tocara dos veces significaba que la urgencia de festivales en el extranjero no fue un problema. La falta de señal del celular y la falta de acceso a Internet (asumiendo que no quieren pagar $ 0.95 por minuto en la computadora del barco) añade una capa extra de protección de lo que es la vida normal.

Eso también significaba que nadie abordo se dio cuenta que estábamos siendo seguidos por un huracán hasta que llegamos— aunque la turbulencia que vivimos una noche antes tuvo mucho más sentido cuando logré ver el mensaje de mi mama que hablaba sobre el huracán Joaquin. Sin ningún tipo de sistema meteorológico del que preocuparse, los Motörboaters eran libres de comer, beber y ser felices hasta el final, cuando el barco llegó a suelo americano y la realidad nos golpeó nuestras caras quemadas por el sol.

Así que, ¿volvería a ir? Obviamente. ¿Recomendaría el Motörboat a mis amigos metaleros y fans de Mötorhead? Obviamente. ¿Recordaría esconder mi propio whisky en un frasco de shampoo para la próxima vez? ¿Qué creen ustedes?

Kim Kelly se está descarapelando en Twitter.