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Música

Así es ser fan from hell de Madonna

Hace mucho que la música no es lo substancial en Madonna, pero eso no ha detenido a sus fanáticos a seguirla adorando con fervor. Analizamos el fenómeno alrededor de la Reina del Pop.

Pasan de las siete de la noche y está ese tipo disfrazado como dueño de tienda de ultramarinos gallegos. Hasta de su sombrero cuelgan una retahíla de delgados listones que a su vez sostienen una bolitas. Parece personaje de Speedy González. Esos que según la perspectiva geoantropológica de la Warner Bros., bailaban del lado mexicano de la frontera a ritmo de castañuelas y jarabe tapatío, a metros de la fábrica de queso instalada en territorio gringo y cuyo férreo guardián era el Gato Silvestre.

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El personaje de Speedy González arribó al Distrito Federal junto a otros paisanos con el asomo de las primeras nubes matutinas. Provenientes de Guanajuato, forman una pandilla de fanáticos de Madonna. Para hacerse de este primer puesto en la fila para entrar al Mixup de la Zona Rosa chilanga —que empieza a unos milímetros de los bastidores de plástico electrificados (cuya función es impedir el robo de mercancía), y se extiende hasta la esquina de Liverpool, doblando a la izquierda y cuyo final no salta a la simple vista— tuvieron que formarse desde la una de la tarde. “Venimos desde Salamanca, Guanajuato” dicen Víctor y Alejandro, hermanos de sangre y cómplices del personaje de Speedy González. Pertenecen al club de fans de Madonna Los Four Seasons. Lo bautizaron de ese modo pues los miembros se conocieron en las afueras del hotel Four Seasons Ciudad de México, ubicado sobre el Paseo de la Reforma, en una de las visitas de la Reina del Pop: “Ese día le llevamos Mariachi a Madonna, cantaron en la calle 'Cielito lindo', 'El mariachi loco' y otros temas, hasta que los de seguridad nos corrieron.” Víctor y Alejandro han visto a Madonna en México, Estados Unidos, Canadá y Europa: “Nuestros hermanos mayores escuchaban a Madonna y desde ahí nos conectamos con ella. Es fácil que suceda eso cuando eres un niño. Somos fans de Madonna desde 1990, cuando descubrimos el Immaculate Collection. Y bueno, el fanatismo se disparó cuándo fuimos al Blonde Ambition Tour; entonces Madonna se convirtió en nuestra diosa.”

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La ristra humana mantiene una firmeza militar. No parece tener intenciones de pandearse ante la inesperada caída de pesadas gotas de lluvia que anticipan una posible lluvia, de esas que desatan oleadas de infecciones respiratorias. Muy pocos vienen preparados para no terminar empapados.

La expectativa que vibra en las calles que bordean la tienda de discos llama la atención de los transeúntes, la mayoría oficinistas con rumbo a la Glorieta de los Insurgentes. Se detienen a preguntar: “¿Cuál es el artista que vendrá?” Pareciera que en cualquier momento una limusina dejará a todos con los ojos deslumbrados. Como si la misma reina del pop estuviera a punto de romper con la monotonía de un típico día laboral en la Zona Rosa.

Madonna es capaz de desatar estas movilizaciones tan sólo por una simple venta de discos. En realidad, todo este desmadre que medio empieza a poner los nervios de punta a un tropa de policías tiene que ver con el lanzamiento oficial del compacto Rebel Heart, el nuevo álbum de Madonna. Los formados son fanáticos que quieren tener su copia original antes que el resto de los mortales.

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Madonna: el destino del culto

“Llevo 25 años de seguirla. Desde 1989, cuándo la descubrí con Like a Prayer. La canción salía en un comercial de refrescos y me llamó mucho la atención como la publicitaban. Tenía 17 años. Soy súper fan de Madonna. No me he perdido de ninguno de sus conciertos cuando ha venido a México, y cuando puedo la sigo en el extranjero. Como cuando la vi en Miami como parte de la gira del Confessions… Creo que su disco menos afortunado es el American Life, como que Madonna no es la clase de artista que puede darse el lujo de ser introspectiva como lo fue en ese disco. Su belleza y poder radica en su personalidad extrovertida, y cómo eso lo lleva a la música,” cuenta Gonzalo Serret, uno de los fanáticos más devotos de Madonna en México, también de los primeros en esta fila.

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Sus fans no distinguen entre buenos y malos discos. Para ellos todo lo que lanza la Reina del Pop es perfecto. Por lo visto, veneran la religiosidad que Madonna profesa hacia ella misma.

Probablemente hace mucho que la música no es lo substancial en Madonna. Ella ya es una especie de sobreviviente histórica que se sostiene en su propio ego. Iluminado por los potentes reflectores el escenario, como bien señala el escritor Guillermo Fadanelli: “No relaciono a Madonna con la música. Ella es más bien una imagen que se cultiva a sí misma para transgredirse. Fiel a un continuo e impredecible movimiento, Madonna me dice que la belleza es al fin y al cabo —como bien lo describió Jean Baudrillard— la consecuencia de una estrategia fatal. Ella se exhibe con el propósito de desaparecer. Madonna es hija de la muerte y, por lo tanto, de la belleza que causa angustia y vértigo, una belleza real —real a causa de su esencial falsedad— que se ha propuesto habitar en la imaginación y en la conciencia lúdica y visual de los espectadores. Sí: la reina del pop”.

Sin embargo, a diferencia del fiasco usurero de ritmos dance mediocres que significó su anterior trabajo MDNA (el cuál al parecer sólo la comunidad gay fue capaz de celebrar sin regateos ni críticas), Rebel Heart resulta una especie de ratificación enmendadora, de retomar el timón de la vigencia atemporalmente perspicaz: “Rebel Heart se presenta como un episodio de reminiscencia a lo que Madonna alguna vez fue. A una distancia temporal significativa de los primeros discos, pareciera que el discurso no ha cambiado aún: el campo semántico de la Reina del Pop continúa permeándose en su discografía, a manera de un sello de agua lírico que no pareciera tener fecha de vencimiento” comenta Denisse Espejel, fan de Madonna, escritora, traductora, colaboradora de Vice News.

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Aunque Rebel Heart por momentos de la sensación de llegar tarde a ritmos como el bass, el post dubsetp o el grime, se incluyen elementos de dub y dance básicos (probablemente surgidas de la colaboración con el productor brasileño Diplo) que hacen que las tendencias importen poco. De todos es sabido que Madonna nunca ha sido una cazadora de vanguardia auténtica. Su virtud es tener olfato para negociar con aquellos productores que ya venían haciendo tendencia años antes. Cuando se le antoja algún sonido gay, escaba en el underground promiscuo. Después de todo, el Vogue del I´m Breathless (parte del soundtrack de Dick Tracy y producido por Shep Pettibone, viejo colega de los New Order) hace referencia al vogueing, baile generado desde los barrios más rudos del Harlem por travestis de raza negra e hispanos marginados. En los 80, las calles más peligrosas de París haría del vogueing una suerte de batallas, metafóricamente sangrientas, entre pandillas compuestas de nuevo por dragas afro altísimas o latinas, cuyo vencedor era aquel travesti en extremo afeminado.

La liberación sexual después de un brassiere con forma de cono

Unos gorilas envueltos en chamarras de piel dan la orden que los fanáticos vayan entrando a la tienda, pero sólo y solo en grupos de 10 personas. La lluvia también va apretando su morfología. Por lo visto nadie está dispuesto a perder su lugar.

No sólo se trata de una venta de discos. Mientras los fans se dirigen a las cajas registradoras para comprar cualquiera de las ediciones de Rebel Heart, (normal, del lujo y súper lujo), en el centro de la tienda de discos y a ritmo de Living for love, el track que abre el Rebeal Heart, unos seis jóvenes con unos cuernos de maché sobre sus cráneos y paliacate atado al cuello, llevan a cabo una coreografía que por momentos recuerda el entusiasmo y la devoción de los bailables que suceden en la secundarias de México durante los 10 de mayo. Según me cuentan otros fanáticos que contemplan el espectáculo y toman fotografías con sus smartphones, los mismos bailarines invirtieron en sus vestuarios. No deben tener más de 22 años y hablando de los chicos, su desenvolvimiento es de un amanerado habituado, con muy poco miedo al bullyng: “Madonna me enseñó que podía ser yo mismo, exteriorizar mi sexualidad sin temor a ser rechazado o criticado” me cuenta uno de los bailarines, habitante de la zona de Contreras de la Ciudad de México. Dice que lleva ensañando varios días para este día. Le contesto que cada que escucho el discurso de la aceptación y tolerancia afeminada, dentro del terreno del pop dance, pienso en LadyGaga: “Ella es una maldita copiona” me cuenta el bailarín.

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Alguien ha escuchado mi pregunta y se mueve de su lugar con vista preferente al espectáculo coreográfico, medio lucha con un par de espaldas, como si estuviera tratando de salir de un vagón del metro en hora pico y se me pone frente. Es un tipo que tiende a ser rollizo pero eso no le impide usar camisas strech, a pesar de que ello resalte su barriga: “¿de que medio vienes?” pregunta. Noisey de Vice. Pone cara como si le hablara de una revista de astronomía cuántica pero aún así responde: “Me choca, te digo que me choca que se atrevan a comparar a Madonna con esas artistuchas que no logran mantenerse. ¿Te has fijado que en cuanto sale una cantante nueva, Britney, Christina Aguilera, Miley Cyrus, Ke$ha la definen como la nueva Madonna? ¿Qué no tienen talento para brillar por ellas solas y que sólo importe su nombre? Hasta ahora, cuánta cantante pop sale al mercado, se queda en wanna be. Sin ir más lejos: ¿no que Lady Gaga iba desbancar a Madonna? La marciana esa ya va para abajo y no sabe como despuntar de nuevo la pobre… ¿Cuándo sale esto?” termina.

Madonna, la madre del histrionismo a veces afeminado y desinhibido: “En lo personal, no creo que Madonna sea feminista. Tampoco creo que sea un estandarte de la cultura homosexual por dirigir el micrófono hacia una audiencia en particular. Lo que sí creo que es el discurso liberal implícito en hablar de sexo en cada disco nos ha hecho obviar que probablemente sólo se trate de un corazón (muy) roto, de una sensación de soledad y, nada más” cuenta Denisse Espejel.

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Mientras tanto, me encuentro a un buen amigo que ha venido por un Box Set de Joy Division que según recuerda lo vio en oferta. Nos apretamos las manos, nos soltamos abrazos e intercambiamos últimos chismes y nuevos tatuajes. Le presumo mi última impresión: la lavadora que aparece en la portada del Washing Machine de Sonic Youth. Y por alguna razón el cuarteto neoyorquino nos lleva de vuelta a hablar de Madonna.

Este gran amigo me cuenta que es increíble como Madonna no sólo genera fascinación entre los escuchas pop.

Cierto. Ellas es venerada por los circuitos de masivos seguidores de los éxitos mediáticos y prefabricados. Y respetada incluso por transgresores de la así llamada música comercial como Mike Watt del grupo de hardcore político Minutemen o los mismos Sonic Youth, quienes rendidos ante el perspicacia de la reina del pop, hasta le dedicaron un álbum conceptual: el Whithey Album de Ciccone Youth: “La admiración del locuaz garrulo de (Mike) Watt por Madonna se reflejaría en Kim, que interesada tanto por el modo en que se veía a la mujer presuntamente liberada desde los sesenta, como por el lugar que ella misma debía ocupar en el seno de la banda, atendía con mirada incisiva el ascenso mediático de la diva y el modo en que esta manipulaba las expectativas sobre la tradicional pasividad femenina asociada a la mujer objeto ya dejada atrás” escribe Ignació Juliá en el libro Estragos de una juventud sónica.

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En ese mismo libro que narra la historia de Sonic Youth, su bajista Kim Gordon declara sobre Madonna: “En el centro del escenario, donde me sitúo como bajista de Sonic Youth, la música me llega desde todas las direcciones. El estado más elevado de la femineidad es ver a gente que te mira. Manipular el escenario, sin romper el hechizo de la actuación, es lo que hace a alguien como Madonna más genial si cabe. Las estructuras pop simples sostienen su imagen, permitiendo que su yo real se mantenga enigmático”.

Las reinas del pop también se dan chingadazos y envejecen

Otro espectáculo está a punto de empezar. Se trata de un “performance” que harán los instructores del gimnasio Hard Candy, perteneciente a la franquicia cuya propietaria universal es la Reina del pop. En la Ciudad de México se encuentra en la lujosa zona de Santa Fe. En realidad han llegado tarde, por lo que los veinteañeros tuvieron que aventarse como tres canciones más que no tenían del todo ensayadas.

No hace mucho Madonna protagonizó un escándalo físico: su estrepitosa y cómica caída en su número dentro de la entrega de premios Brit Awards. Desde entonces las murmuraciones sobre su evidente vejez y la posible tendencia en picada de su carrera se ha vuelto la comidilla en muchos medios. Varios fantasean con su ocaso: “Muchos andan diciendo que Madonna ya debería de dejar las canciones pegadizas y eufóricas, juveniles. Que mejor se siente frente a un piano para hacer dúos con Tony Benett. Que muchos se concentren en la vejez de Madonna y la avienten indirectas, sólo es un reflejo de lo machista que es la sociedad. Machismo atizado por la mismas mujeres, pues muchas féminas son las que critican que Madonna esté a punto de llegar a los 60. Fíjate: todos celebran que Mick Jagger siga dando saltos en el escenario a pesar de que esté lleno de arrugas. A Bob Dylan ya si le entiende lo que canta durante sus conciertos. Pero como que ellos si pueden darse el lujo de ser unos rucos rockeros y Madonna tendría que emprender la retirada” opina Gonzalo Serret.

A pesar de que el staff del gimnasio Hard Candy está regalando clases gratis y diagnósticos de grasa mediante trivias sobre la vida de Madonna, los fanáticos, con sus discos compactos en bolsa de plástico, empiezan a abandonar la tienda de discos, entre ellos los del club de fans Four Seassons, que tienen que dirigirse a la Central Camionera para tomar el último autobús rumbo a Guanajuato. Después de todo, estamos a mitad de una semana laboral, que no distingue fanatismos.

Pero no es el fin. Por lo visto, Madonna tiene aliento para muchos años más. Según Denisse Espejel: “Durante más de tres décadas, Madonna ha ido hilando las estrofas de un himno que habla sobre sexualidad, libertad, abandono, despedidas y, especialmente, de Madonna misma. En esta ocasión, Rebel Heart se presenta como un episodio de reminiscencia a lo que Madonna alguna vez fue. A una distancia temporal significativa de los primeros discos, pareciera que el discurso no ha cambiado aún: el campo semántico de la Reina del Pop continúa permeándose en su discografía, a manera de un sello de agua lírico que no pareciera tener fecha de vencimiento”.

“Veo que Madonna no se deja. Ella tendrá 80 años y seguirá sacando éxitos prendidos más o menos en la misma tesitura que Cher. Yo digo que hasta sin cirugías” remata Gonzalo, quién también debe irse. Mañana hay que levantarse temprano para ir a una tienda de cómputo minimalista. Si Madonna se levanta durante la madrugada para hacer yoga, ¿porqué él no?

Twitter: @wencesbgay