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Música

Michigan Womyn Music Festival: el festival más sexista del mundo

Imaginemos un festival que lleva casi cuarenta años celebrándose en el que puras mujeres asisten cada verano sin permitirle la entrada a ningún hombre. Ni siquiera a los que quieren ser niñas.

Esto está muy complicado. Primero imaginemos un festival que lleva casi cuarenta años celebrándose en el que puros hombres –homosexuales y heterosexuales– asisten cada verano sin permitirle la entrada a ninguna mujer. A partir de equis año prohíben la entrada a transgéneros y dicen que sólo hombres-nacidos-hombres son los que pueden entrar a este festival. Las mujeres sólo podrían entrar a limpiar los baños portátiles que bien encontrarían llenos de condones usados, mierda de camioneros y quizás uno que otro rayón misógino en las paredes.

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Ahora hablemos del Michigan Womyn Music Festival (MWMF). Desde 1976, miles de mujeres que vienen de diferentes partes del mundo asisten cada verano a las afueras de un pueblecillo en Michigan, Estados Unidos para precisamente celebrar aquel festival. Los únicos hombres que pueden entrar son sólo aquellos que van a limpiar los baños portátiles (y bueno, también quienes llevan las chelas, los hielos, la comida, etcétera). Abuelas, madres e hijas, mujeres de todas las edades pues, asisten y disfrutan de música que es interpretada únicamente por, adivinaste bien, mujeres. Ponen sus casas de campaña, cocinan su comida, platican, conviven y se divierten a lo largo de una semana.

El primero de estos dos casos sería –o es, porque la verdad no sé si existe un festival así o no– totalmente repudiado por al menos la sociedad gringa desde su primera edición. Veríamos mujeres y hombres protestando a las afueras del lugar del evento en contra del festival más machista y misógino que podría pensarse. Es decir, ¿machistas de mierda reuniéndose cada año en orgías endemoniadas poniendo en riesgo la integridad y no sé qué mierda más del mundo mundial entero y absoluto? No, señores y señoras, jamás, pero en esta ocasión no voy a victimizar a los hombres porque, sí, podemos ser unos hijos de la chingada.

El segundo caso… bueno, pues de él no se habla mucho. O al menos no se hablaba tanto hasta que hace unos cuantos años la cosa se les empezó a complicar. Siguiendo a Lisa Vogel, una de las productoras del festival cuando todo este desmadre inició, el MWMF nació para darle un espacio a las mujeres-nacidas-mujeres. Acuñaron el Womyn en lugar del women porque no les gusta la definición actual y querían crear uno nuevo para una nueva y personalizada definición de mujer. Ese término, no obstante, ha traído muchísimas broncas incluso dentro de los diferentes grupos feministas. Pero ésa es otra historia…

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En el año 2000 unos transexuales se pusieron punk porque los corrieron del festival. Su problema: no haber nacido mujeres, y eso, al menos en Estados Unidos, es poner tu cuello en la guillotina mediática. Ahí fue cuando el mundo se les vino encima: “fascistas”, “trasnfóbicas”, “enfermas”, y demás adjetivos fueron lanzados contra las organizadoras y las asistentes. Obviamente, los de la derecha gringa, que están locos –como cualquier persona que toma una posición y es reacia al diálogo–, dijeron que era un evento que ponía en peligro a los niños, aunque para su colmo, el festival no especifica que es exclusivo para lesbianas (pues eso les encanta a los conservadores, ¿no? Decir que la homosexualidad perjudica a nuestros niños…).

Sin embargo, esto no ha impedido que el festival siga su curso. En cambio, las demandas y presiones tanto mediáticas como sociales continúan. El año pasado, por ejemplo, el dúo Indigo Girls decidió dejar de tocar en este festival y apoyar a los activistas transexuales. Hay, pues, intentos de boicotear la edición de este año, pero creo que de cualquier forma el MWMF va a pasar. Las políticas del festival no van a cambiar, por lo menos para la edición de este año. Seguirán prohibiendo, protegidas en eufemismos claro está, la entrada a transexuales y por supuesto a los hombres.

La cosa que habría que preguntarnos es si este festival sigue manteniendo la esencia que lo vio nacer, o con la que nació. Comenzó como un lugar exclusivo para mujeres en tiempos que así lo exigieron o que así lo necesitaron. Casi han pasado cuarenta años y siguen haciendo lo mismo justificando que se trata de un lugar que permite la formación de identidades. Pocos duran cuatro décadas sin cambiar las cosas. Ahora este festival parece dar la cara por un feminismo atrofiado que sólo se está perjudicando a sí mismo, otorgándole una identidad que no necesariamente merece, volviéndose ya un poco patética y retrógrada. Parece ya más una atracción turística: miles (ahora tal vez sólo cientos) de mujeres desnudas paseándose en busca de… no sé ya de qué… Tal vez tiempos mejores. Y lo que queda al fondo, lo que deja de importar, o bueno, lo que siempre estuvo en un segundo plano, fue la música.

Ya no son tiempos para andar cerrándonos a todo aquello que sea diferente. Sé que este festival no tiene un carácter, como le llaman, transfóbico, pero podría decir que sería más interesante que sí lo tuviera. La razón de permitir la entrada exclusivamente a mujeres que nacieron mujeres porque es uno de los pocos espacios que les quedan está ya un poco trasnochada. La lucha y/o resistencia, si es que las están llevando a cabo, debe ir en otros frentes, y ¿por qué no en el de la música? Es decir, ¿qué logran con una semana al año en el 2014 con puras mujeres reunidas? Es un festival justificable, sí, pero con resultados, si es que los tiene, efímeros (vuelvo a dar crédito a mi asesora).