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Música

Luis Miguel: sol, poder, envidia y mirreyes de oficina

Escándalo, poder, crisis y espectáculo, una historia sobre el mirreinato de Luis Miguel.

¿Quién no quiere tener la sonrisa de Luis Miguel? Que tu destello al mirar y cantar sea comparado con el del gran astro, que los ojos de la dama que te despierta sea una distinta cada temporada creativa… ¿Quién no anhela la suerte del rol model “mirrey” por antonomasia? Los envidiosos aseguran que ellos no, que es nefasto tener sólo dinero y poder, que lo que Luis Miguel Gallego Basteri posee es todo, menos talento. Sí, ya vas, eso díselo a la runfla de fans que abarrota sus fechas en el Auditorio Nacional desde hace décadas, a los clasemedieros mores aspiracionales que compran sus discos y aprenden el pasito de “Suave”.

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Si bien “El Sol” tiene un arraigo con México desde inicios de los ochenta, época en la que la tele, los chismes del corazón y los rumores absurdos tuvieron su primer boom trascendente, a “Luismi” se le ubica por ser la sabrosura de los noventa, por edificar un estereotipo del chavo cool al que no le duele nada, a nivel Latinoamérica.

Luis Miguel tiene un apego muy recio con el escándalo, casi que la comidilla mediática ha criado a Luismi, quien viene cantando desde niño, hecho que le valió la crítica hacia él pero sobre todo hacia su padre, el español Luisito Rey. Hace poco circuló un ruido más, que giraba en torno a su obesidad en vivo. Por fortuna, la época más controversial de Micky vino cuando no había Facebook ni memes…

Medios de dudosa credibilidad aseguran, juran y conjuran que Luis Miguel ha caído en el alcoholismo y la depresión, de ahí su notable guandaja. ¿La falta de atención? ¿La crisis previa a los cincuenta años? ¿Qué le duele al sol? ¿Qué le falta? ¿Otra casa en Acapulco con certificado de autenticidad griega? ¿Una chule más? ¿Sol, amigo? ¿Qué te duele?

Hacer escarnio de la vida privada no es justo para nadie, sin embargo, alguien que se ha dejado vender para entrar hasta tu intimidad vía bolero romántico, rancheras y pop jazz del más impuro, seguro paga las consecuencias. Y para dar justo valor a las cosas, hemos de decir que Luis Miguel no se hizo el artífice de la triada escándalo-poder-espectáculo de la noche a la mañana, y si bien la sombra truculenta detrás de su vida pública y privada siempre ha estado ahí, digamos que Micky lo ha hecho aún más recalcitrante, bajo un halo de discreción mal planteada, un nepotismo poco comprobable pero difícil de negar.

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Dicen que para que el poder sea natural, debe ser desproporcionado, casi ofensivo, ostentarlo con rigor, si no ¿para qué? Cierto, Luismi cantaba casi tan agudo como su futura ex Mariah Carey cuando era chavito, horrendo. Cierto es también que su biógrafo más osado, Javier León Herrera, afirma que la carrera de El Sol de México (el cantante) no se entiende sin el pasado más gandalla del PRI, en el que el debut de Luismi fue nada menos que en el cumpleaños de la hija del presidente José López Portillo en 1981. También Herrera jura con biblia en mano que fue el mismísimo jefe de la policía de aquel entonces, el verdugo de los rebelditos, don Arturo Durazo Moreno, aka “El Negro Durazo” fue el que produjo, apadrinó y apretó los botones correctos para que el hijo del oscuro Luis Rey fuera moneda regular en Televisa. Claro, eso dicen los envidiosos que comparan a la distancia la soledad y prostitución matizada del Sol con la de Macaulay Culkin.

Al respecto, hace ya algunos años, Roberto Palazuelos, aka “El diamante negro de Acapulco” y comparsa de juerga de otros mirreyes, aceptó ante el infumable René Franco que el Negro Durazo le enseñó a Luismi y a Robert a tirar pistolas con suma efectividad, declarando además un profundo afecto ante el señor, que dicho sea de paso, tuvo cargos de asesino, torturador y represor de buena cepa.

Vendrían los años difíciles, ser un astro asechado por las infantas noche y día, seguir sin cantar un carajo pero cautivando a la chamacada con una breve enseñadita de mazorca. Pero seguro nada tan doloroso y turbio como la “desaparición” de su madre cuando él tenía quince años, en el 86. De la muerte de Marcela Basteri, actriz y modelo italiana (¿A poco creían que Ragazzi di Oggi era trabajo de traductor ducho?) se dicen varias cosas, y ante todas El Sol se las ha tenido que guardar estoicamente, desde aquella que dice que se ahogó y desangró, pasando por aquel misterioso “se perdió, así nomás”, hasta llegar a un testimonio que asegura que murió en medio de un tiroteo entre narcos y federales, durante una fiesta en Chihuahua. La prensa de espectáculo ha vivido de esto por años, pero Luismi ni su tío que fue manager de El Sol por años han aclarado el punto. El que calla…

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Habría que aclarar muchas cosas, menos el carisma nato, natural, casi ciego y acéfalo de Luismi, quien no compuso ni ha compuesto nada de nada, lo cual no le ha afectado en lo más mínimo. ¿Alguien recuerda su actuación en Nunca Más con Gonzalo Vega? “Mi pierna, papá”. Joya, genio. Desde entonces “el niño de los ojos azules” sería sinónimo de benevolencia nata, de fama porque sí, porque se puede. Periodicazo en el hocico para la izquierda y palmadita en la espalda para los tecnócratas acaudalados. Benditos ochenta.

A Luis Miguel no le ha faltado nada, porque nada posee, sólo el poder de decir quiero aquello para obtenerlo. Eso creemos los envidiosos, quienes abríamos los ojos con sorpresa que sólo le bastaba ponerse como pelele frente a la cámara, pelar los dientes y hacer que las cosas sucedieran. Qué fuerte. Vino la adolescencia, la juventud y los comentarios picosos de los entrevistadores, para dar paso al hermetismo de verdad, la soledad que cala y las fiestas a puerta cerrada. La mayoría de edad, viene la gran bacanal. ¿Cómo festejarlo? Con una fiesta por el disquito que vendió 5 millones de copias (Soy como quiero ser, 1987) y un video que según Gloria Calzada, si las paredes hablaran… aquello fue orgiástico, censurable y disfrutable. Dionisíaco. En el clip de “Cuando calienta el sol” sale también el infumable Burro Van Rankin, quien también se inmortalizó como un prepapalord de bajo calado. Ojalá un día salga el “Behind the scenes” de aquello.

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Según Palazuelos, aquella época fue única y mágica, andaban con los guaruras y guardias oficiales tirando aceite del grueso en los mejores antros del Caribe mexa, siendo jóvenes y poderosos, y vendiendo el deseo y anhelo a la moreniza de la periferia. Nada mal para el boricua más mexicano del orbe. Esos últimos años de los ochenta fueron la mejor época de Luismi, quien decidió reventarse otro disco enorme y un video que se mete con dos de las efigies prohibidas para cualquier artista “de a pie”: el ejército y la bandera. Tú, la misma de ayer…

Quizás Luismi esté deprimido por aquellos años de bonanza y poder, en los que las rodillas no crujían y el mundo estaba debajo de ti. Pensando que alguien como Juan Gabriel tenía un rango tan amplio como para tocar mariachi y en medio de la locura encumbrarse en poder gritando “¡Viva México! Empoderado. La madurez vino con la confección del Sinatra mexicano, el romancero que se derretía y no paraba de agarrarse la melena. Luis Miguel era un jazzman de petatiux, que se granjeó la credibilidad de los del sindicato de músicos de Taxqueña por los hueseros que se cargaba. Un capo que compra el estilo. ¿Quién dijo que el dinero no compra todo?

En el 96, Luis Miguel sabía que no era lo mismo los tres mosqueteros y decide ponerle a su disco Nada es igual, el cual lo muestra chamuscadito en la portada, quemadito como Palazuelos después de su atentado en nave en Muchachitas. De ahí era la oportunidad de consolidar, cuidar la parsela y dejar en claro que él sería, por los siglos de los siglos, el Sol de México.

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Trece es el número de la suerte y trece son las morras que Luismirrey ha tenido, más poder, el sexual, desde personalidades tan increíbles como Lucía Méndez, pasando por Stephanie Salas en su época Playboy Xochimilca y con quien tuvo una hija que se dice niega pero tiene toda su cara y que es infumable (como él), Mariana Yzbek, Issabela Camil, la robacorazones Daisy Fuentes, Sofía Vergara, la gloriosa Mariah Carey, la Impactante Myrka Dellanos, Luz Elena González, la rubia guapura llamada Luciana Salazar, Aracely Arámbula alias “La chule” y Kenita Larraín con quien se dice aún continúa. Hijos, corazones rotos a cascoporro y la sonrisa chueca del triunfador viento en popa.

Luismiguel es un cliché de sí mismo, la perfección insultante de la opulencia, los espejitos conquistadores vueltos gloria ensimismada, ¿Qué cómo pervive y continúa vigente un personaje de ese calado? Quizás exista una introyección social rara, aspiracional y de crianza, porque Luismi, pese a ser un ricachón sibarita autor de su propio vino (un sommelier autodidacta, se dice) y fan de la alta cocina, tiene un arraigo masivo, popular y casi doloroso con el pueblo mexicano. Seguro su faceta ranchera y carisma es de alta identidad. Seguro es eso.

Hay quienes aseguran que toda risa denota cierto grado de hipocresía, y que detrás de la del hombre exitoso existe un pasado retorcido y pervertido, en el que no puede haber sino desgracia, poder y oscuridad. Pero eso lo dicen los envidiosos. Tenemos esa mañita de descalificar a los bienaventurados. Luismi sabe que fueron dos sexenios muy pesados, pero que tal vez, sólo tal vez, y como otras veces, esté pensando en cuál va a ser el próximo paso para que el Sol siga brillando para todos, las panties sigan teniendo ese grado de humedad suficiente que mantengan la cuenta del banco lo suficientemente robusta. Una sonrisa más.