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Música

Los de Jungle no quieren sexo, drogas ni rock and roll

Platicamos con J, una mitad del dueto británico, sobre lo poco que le interesa la fama, por qué siempre va a ser un chico de barrio, y cómo este lo ha moldeado a cómo es hoy en día.

Josh Lloyd-Watson y Tom McFarland, las misteriosas mentes maestras detrás de Jungle. Foto tomada del Instagram de la banda.

Shepherd's Bush es un barrio londinense lleno de gente de clase media y australianos, neozelandeses, polacos y comunidades multiculturales. Es casa de Westfield, el centro comercial más grande en Europa. A cinco kilómetros del mall está Wormwood Scrubs, prisión de mediana seguridad donde Pete Doherty estuvo recluso 18 días en 2008. El área no tiene mala fama, pero los turistas prefieren visitar primero Camden o Notting Hill. Simplemente no está de moda. Su gente mantiene los pies en la tierra, o al menos esa es la sensación que me han dado por separado Tom McFarland —con quien hablé el año pasado—y Josh Lloyd-Watson, oriundos del barrio y los productores responsables de Jungle, un colectivo que prefiere darle prioridad a la música que a la imagen pública.

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Josh está en su departamento, precisamente en Shepherd’s Bush. Tiene 25 años, es risueño y centrado. Está descansando temporalmente de la gira mundial que lo ha mantenido lejos de casa y lo ha llevado a él y al resto del colectivo a tocar en cuatro continentes.

“Hola, Josh. ¿Qué dice el buen Shepherd’s Bush?”. Después de un breve silencio, lo primero que se escucha del otro lado del teléfono no es una frase articulada, sino una risa espontánea. “¿Puedes repetir eso, lo de Shepherd’s Bush?”, dice Lloyd-Watson. Le obedezco, vuelve a reír y dice que le encanta. “Está increíble que me preguntes eso”.

En octubre del 2013 Jungle se presentó por primera vez en vivo. Un año después ya había sido nominado a un Mercury Prize y pisado escenarios transatlánticos. Llamó la atención de los medios ingleses por no dar la cara en fotos de prensa ni videos y por referirse a los miembros principales simplemente como “J” y “T”, todo en un esfuerzo por hacer que el referente fuera su música y no sus rostros. El grupo parece haber ganado el round.

Josh y Tom se conocen desde la infancia. Crecieron en el mismo barrio, compartieron gustos musicales y el deseo por conocer lo que los ingleses llaman América. Hoy no solo han tocado allí, sino en más países de los que el viajero promedio puede conocer. Le pregunto a Josh sobre los lugares que le han impactado, más allá de Estados Unidos.

Jungle en vivo. Foto tomada del Instagram de la banda.

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“Australia es increíble. Tiene una atmósfera muy linda. Todo el mundo está relajado. México, por supuesto. Fue muy interesante para nosotros porque no es el lugar usual para tocar. El hecho de hacerlo en Centroamérica y Sudamérica es como un siguiente paso para bandas que ya están haciendo [trabajo en] Europa y Estados Unidos. Nosotros tocamos en el Corona Capital 2014 y lo hicimos para 15 000 personas. Si me hubieras dicho que tocábamos en México, te hubiera asegurado que tocaríamos para 100 o tal vez 200 personas. Definitivamente no nos esperábamos ese tipo de apoyo o reacción.

Siento que en México si les gustas y les caes bien, y les gusta tu música, son muy leales. Creo que eso es increíble, porque en algunas culturas, especialmente en las occidentales, en lugares como Londres y Los Ángeles, si no es nuevo no es cool. Alguien me dijo: ‘si la gente en México te quiere, lo hará para siempre’. Y creo que esa es una lealtad muy padre”.

No sé si realmente 15,000 personas vieron a Jungle en el Corona Capital, pero me consta que la carpa Bizco Club estaba llena y afuera de ella había gente esperando a la banda entre lodo y llovizna. La lealtad a prueba de mal clima y de tenis echados a perder. Josh conoce el sentimiento, porque viene de un país con una tradición de festivales mucho más longeva que la de México. Se ríe otra vez cuando le pregunto sobre su primer festival. “Eso va a ser difícil de recordar”, dice y se vuelve a carcajear. Al final, después de las risas, calcula que tenía 14 o 15 años, que debió ser el Secret Garden Party, en Huntingdon, y que fue una experiencia increíble. Hace 10 años fue como público a su primer festival; este año regresa al mismo lugar, pero como uno de los actos principales. “Sí, es muy poético”, dice y se vuelve a reír.

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La única foto que nos dejaron tomar de Jungle en el Corona Capital. Foto por Daniel Patlán.

A donde también regresa Jungle es a México. Después de la experiencia del Corona Capital del año pasado, el colectivo es parte del cartel del festival Ceremonia 2015.

Kate Hutchinson, del diario británico The Guardian, escribió en marzo de este año una pieza) sobre el auge de los festivales de música en México y su público hipster. En el texto se habla de la variedad de propuestas que existen hoy en el país y de cómo mucho del público ve los festivales ya no sólo como eventos musicales, sino sociales también. Y eso es una locura para los más puristas.

Pero a Lloyd-Watson, el de pelo largo y negro, que toca la guitarra y los teclados en el set en vivo de Jungle, no le disgusta eso ni un poco.

“Es una reunión con un montón de gente, representa a la sociedad, ¿sabes? No tienes a todo el mundo viendo a una banda tocar por tres horas, porque eso no es lo que la gente quiere hacer. Puede haber un porcentaje de gente que quiera ver a una banda y otro que no, esa es la brillantez de todo. Me encanta la idea de que están pasando muchas cosas a la vez. Puedes encontrar nueva música que nunca has escuchado antes o simplemente puedes conocer nuevas personas. Y creo que sólo se trata de descubrir. Hay una inocencia muy bella en los festivales. Recuerdo estar en algunos y sentir que no te tienes que preocupar por nada, y creo que ese es un lugar increíble en el que puedes estar, cuando no tienes preocupación alguna”.

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Ni Josh ni Tom quieren ser grandes estrellas de rock (o pop, funk, neosoul, o como quieran llamarle a lo que toca Jungle). Lo intentaron con Born Blonde, su primer grupo, y simplemente no se sintió bien. El hecho de que Shepherd’s Bush haya visto nacer a miembros de bandas icónicas (Pete Townshend, de The Who; Glen Matlock, de los Sex Pistols; o Mick Jones, de The Clash, por ejemplo) no impresiona a este par de veinteañeros. Jungle no quiere sexo, drogas o rock and roll.

¿O sí?

Referente a la primero, J lo piensa un rato, ríe una vez más y solo dice que el mejor disco para hacer el amor es Woman, de Rhye. El tema de las drogas tensa la charla. Menciono la marihuana. Ya no hay risas al otro lado del Atlántico.

“Realmente no lo sé. Creo que es lo que es. Es algo que la gente puede fumar, es parte de la tierra, y mientras la gente esté feliz haciéndolo, creo que eso es lo más importante. ¿Deberían legalizarla? No sé. La marihuana y el cannabis ya tienen un anexo político muy grande, por todo lo de la guerra de las drogas en Estados Unidos, México y Sudamérica. No sé mucho de eso. Si tan sólo quieres echarte un porro en Estados Unidos… Todo tiene consecuencias. Es como si usas papel aquí en Inglaterra, estás cortando el bosque. Así que siempre hay consecuencias. Hasta el café y el chocolate, hasta las hamburguesas de McDonald’s. Todo es parte del mismo proceso del hombre usando al planeta, por eso es algo difícil”.

A Tim, de XL Recordings, el sello de Jungle, encargado de conectar nuestras líneas telefónicas, parece tampoco gustarle el tema del que hablamos y anuncia que la siguiente será la última pregunta. Adiós a la plática de un cuarto de hora prometida. Le pido a Josh que me diga qué significa Shepherd’s Bush, su barrio, para él.

“Bueno, Shepherd’s Bush es Shepherd’s Bush. Los que somos de acá estamos orgullosos de serlo. No sé, tiene algo. Es donde crecimos, es la parte que conocemos. Está en el área oeste de Londres, que no es la peor parte de la ciudad, ¿sabes? Está en la parte linda, lo cual está cool. Tiene muchas culturas, gente muy diferente entre sí, es parte de quiénes somos. De hecho, no nos hemos salido de Shepherd’s Bush. Se trata de nuestro barrio. Es nuestra identidad”.