FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Recogiendo cerezas hacia la fama, una entrevista con Jack and The Ripper

Hablamos con los gemelos Barbedillo sobre cómo se sobrevive en el ambiente de la industria musical. Sorprendentemente, la respuesta tiene que ver con los campos de cereza.

Cuando hablamos de música, podemos estar seguros que no encontraremos nada nuevo bajo el sol. Cualquiera que nos diga lo contrario nos está mintiendo. Toda la música está hecha. Cualquier progresión, consonante o disonante, ha sido explorada ya por alguien más, tal vez hasta sin darse cuenta. Bien lo dijo B.B King: Todos los ingredientes están puestos, lo que hace falta es que llegue un buen cocinero, y los combine en las proporciones correctas. Si de buenas mezclas se trata, los gemelos Barbedillo han conseguido una combinación de ritmos y sonidos bastante interesante. El resultado es un sonido pegajoso, bailable y sofisticado, que al mismo tiempo está lleno de curiosas reminiscencias grungeras, guitarras psicodélicas, y esos ritmos potentes que son tan característicos del EDM. En el momento en que las notas alcanzan nuestros oídos, comienza un viaje hacia lo profundo de nuestra nostalgia, donde somos transportados por distintos espacios temporales, que son posibles de identificar si escuchamos con atención a cada instrumento.

Publicidad

Los sintetizadores ayudan a crear la atmosfera idónea para engancharnos sin poner resistencia. Luego aparecen un par de voces etéreas, que parecieran salir de nuestra mente, y nos permean con misterio y misticismo. Por su parte, las melodías son bastante sólidas, y podrían funcionar igual si fueran no más que la voz y una guitarra. Los riffs aceitosos surfean por el diapasón, mientras nos conducen hasta el siguiente acorde, que va creciendo como una ola, hasta reventar con una violencia familiar a la de muchos antes, pero potenciada por el sonido penetrante del subwoofer que impacta nuestras entrañas. El sonido de Jack and the ripper se puede distinguir por su equilibrio entre lo sintético y lo orgánico, y cabe decir que conseguirlo no fue cosa fácil. David y Daniel tuvieron que tropezar varias veces y trabajar bastante duro, para encontrarlo finalmente mientras pizcaban cerezas en una plantación de Kelowna. Decidí visitarlos para conocer más de su segundo material, y que fueran ellos mismos quienes nos compartieran su historia.

¿Cómo fueron sus primeros contactos con las música?

Daniel: David fue el primero que se acercó la música, luego él me jaló a mi. Empezamos jugando, crecimos rodeados de música todo el tiempo. Mi jefe tenía una banda cuando era chavo, aunque era malísimo. Siempre quiso que nosotros tocáramos como él, y fue él quien nos compró nuestros primeros instrumentos. Yo empecé tocando la bataca y David el bajo.

Publicidad

David: Mi jefa también tuvo que ver mucho en clavarnos a la música, porque como vio que desde chiquitos nos movía este pedo, nos facilitó siempre las cosas para que pudiéramos seguir.

¿Cuándo fue la primera vez que intentaron dedicarse a la música profesionalmente?

Daniel: En 2003 nos juntamos con dos amigos y formamos una banda que se llamó Red Queen. Con ellos pasaba algo muy extraño: aunque nunca grabamos un disco en serio, teníamos muy buena suerte. Conseguíamos bastantes tocadas, buenas tocadas.

Una vez me atreví a escribirle a Alan McGee para pedirle que escuchara nuestras primeras maquetas, unas grabaciones súper caseras, estamos hablando de tiempos de MySpace. Lo más sorprendente fue que le gustaron, y no sólo nos respondió, sino que nos puso en contacto con Héctor Mijangos. Gracias a eso nos pudimos colar a ese circuito de bandas como Chiquita Violenta, Hello Seahorse, y otras bandas de NoiseLab que para entonces ya sonaban bastante en el DF.

David: La neta tuvimos muy buenas oportunidades, pero no supimos aprovecharlas. Creo que Daniel y yo teníamos expectativas muy distintas a las del resto de la banda. Total que en 2011 llegamos a un punto en que las cosas ya no dieron para más, y decidimos desintegrarnos. Fue muy difícil comenzar de nuevo. Pasamos ocho años tratando de hacer que funcionara, y de pronto todo se había ido a la mierda.

¿Cómo se sobrepusieron a esa crisis?

Daniel: Como en Red Queen nadie parecía tener intenciones de grabar algo en serio, poco antes de separarnos armé una maqueta, toda por mi cuenta. Esa maqueta fue como nuestro amuleto de buena suerte. Por esas fechas lanzaron una convocatoria para presentarse en SXSW, y mandé mi maqueta, nada más por no dejar. No esperaba que siquiera nos escucharan.

Publicidad

Cuando nos aceptaron nos tomó por sorpresa. No sabíamos qué hacer. Si presentarnos incompletos o no. Al final decidimos aventarnos nosotros solos. Podría decirse que esa fue la primera vez que tocamos como Jack and the ripper, fue un 16 de marzo, como a las diez de la noche.

¿Fue ahí cuando decidieron convertirse en un dueto?

David: No tuvimos tiempo de decidirlo. Esa misma noche, después del showcase, se nos acercó un tipo que yo había visto desde que comenzó nuestro set. Resultó ser Jonathan Burnside, productor de los Melvins, de Fu manchú, y de otras buenas bandas de grunge en los noventa.

Yo creo que desde el principio le caímos bien, porque así de golpe, nos invitó a unirnos a él en una gira por California. Sabíamos que era una de esas oportunidades que no llegan dos veces. Ese tour nos ayudó mucho a crecer, porque aprendes un chingo en el camino. Además, Jonathan nos adoptó como sus alumnos, y nos pasó un chingo de tips para producir.

Daniel: Cuando regresamos de la gira nos cayeron muchos veintes. Decidimos que si queríamos dedicarnos a esto profesionalmente teníamos que hacernos de un equipo decente. Un amigo nos contó sobre la pizca de cereza en Canadá. En ese momento no encontramos mejor opción para juntar varo que esa, así que ese verano nos fuimos para Kelowna.

¿Qué tanto afectó ese viaje al sonido de Jack and the ripper?

David: Mucho, de hecho. En ese momento no teníamos ni idea de que ese viaje nos marcaría tan cabrón en lo que haríamos con nuestra música. Ese año, la escena electrónica en Canadá estaba bastante picuda, y nos pegó con todo. Si tenias suerte podías escuchar a Excision, Datsick y Downlink juntos en una sola noche.

Publicidad

Daniel: Imagínate, la pizca se hace en verano, en la montaña, a siete horas de Vancouver más o menos. Era muy padre, porque llegaban personas de todas partes: canadienses, japoneses, mexicanos, españoles. Mucha de la banda que pizcaba escuchaba un chingo de Dubstep. Decían que pizcabas en chinga, y te daba menos frío.

Nosotros teníamos una perspectiva del Dubstep completamente distinta de la que tenían aquí hace algunos años, algo mucho más genuino. Nada que ver con los antros ni la pose. Para nosotros una fiesta de dubstep era terminar la pizca, juntar las camionetas, prender las luces y dejar que el DJ y las drogas hicieran los suyo.

¿Cómo lograron transformar todo eso que aprendieron en un producto tangible?

Daniel: No fue algo inmediato. Cuando regresamos a México colaboramos un tiempo con una disquera que se llamaba R3GMA, que estaba más cargada hacia el psycho y el trance. Aunque no era precisamente lo que queríamos hacer, esa etapa también nos sirvió mucho, porque nos dio la confianza para experimentar con esas frecuencias que en el rock no se exploran tanto. Mucha de nuestra técnica de producción viene de ahí.

David: Después de un rato de trabajar en R3GMA, comenzamos a extrañar componer de forma más orgánica. Extrañábamos las guitarras y las voces. Fue entonces cuando comenzamos a trabajar en esa fusión que se convirtió en nuestro sonido. De ese proceso salieron las canciones de nuestro primer material, ya como Jack and the ripper.

Publicidad

¿Por qué se nombraron Jack and the ripper?

Daniel: Se nos ocurrió hace muchos años, por una canción de Morrisey. La primera vez que tocamos juntos nos presentarnos así, realmente no lo pensamos mucho. Cuando terminó Red Queen y decidimos trabajar solos, supimos desde el principio el nombre del proyecto.

David: Es curioso que aunque no fue un nombre muy pensado, nos define muy bien como lo que somos: dos personalidades bien contratantes que coexisten como un solo sonido. De cierta forma siempre supimos que si hacíamos algo valioso como músicos tendríamos que hacerlo juntos.

¿Consideran que la su música puede tener algún valor para la cultura popular?

Daniel: Creo que lo más valioso que podemos aportar con Jack and the ripper es ese equilibrio entre dos maneras bien distintas de acercarse a la música. Nosotros tratamos de llegarle a la música como un todo. Un sampler o una guitarra no tienen porque ser distintos, los dos son herramientas para llegar a un sonido que buscamos. Creo que lo orgánico y lo electrónico se complementan. Cada uno aporta un valor único, y al mismo tiempo compensa las carencias del otro.

En nuestro caso, tener un bajo y una batería sampleados, más que limitarnos, nos ha permitido jugar con la ecualización, y así es como conseguimos ese sonido completamente hermético. Nuestros coros revientan con más fuerza, porque cuando la voz y las guitarra llegan al clímax, ahí está el drop para levantarlo con la fuerza de dos tres o más baterías, dependiendo del equipo que utilices.

Publicidad

David: Otra cosa rescatable de nuestra música podría ser la simplicidad. Creo que eso es lo que le permite moldearse tan bien con lo que sea que le metas. Los grandes himnos de nuestras vidas están construidos con tres acordes y una idea universal. Eso le parte la madre a cualquier barrera del idioma.

¿Ustedes mismos producen sus videos?

Daniel: Sí. Cada video es completamente "DIY", y para nosotros es un experimento que nos da la oportunidad de contar un poco sobre quienes somos. Durante la grabación del segundo disco, decidimos que para promocionarlo lanzaríamos un video mensual, para que así nuestro publico logre involucrarse con nuestra música de manera audiovisual y no solo auditivamente.

¿Se identifican como parte de alguna corriente musical?

Daniel: Creo que cada vez es más difícil responder a esa clase de pregunta, pero también menos necesario. El internet vino a revolucionar completamente la forma en que producimos y consumimos música. La línea que separa a un género de otro es cada vez más delgada. En pocos años, el "post internet" se va a convertir en el nuevo "alternativo".

Ahora tienes la oportunidad de aventarte catálogos completos de un jalón en Soundcloud, en Spotify o dónde te acomode. En una hora puedes surfear entre música bien contrastante, eso es una ventaja enorme que los de esta generación hemos tenido. Antes tenían que pasar cinco años o más, para que pudieras escuchar lo que hoy puedes escuchar en una semana.

David: Yo estoy convencido que la música tiene vida propia, hoy más que nunca puedes notarlo. Si escuchas de forma inteligente te puedes ir dando cuenta como en seis meses se van transformando las tendencias en la escena, como van cambiando los sonidos. Hoy puedes escuchar de todo al mismo tiempo, sin necesidad de casarte con ningún género.

Estamos en medio de todo este desmadre de propuestas distintas: buenas, malas y regulares. Tenemos entonces dos opciones: definirnos como parte de un género de música y clavarnos con él, o entrarle a experimentar con nuevos sonidos y nuevas formas de hacer música. Yo personalmente encuentro la segunda opción más productiva, me parece algo muy sano. Solo hace falta dejarse ir, dejar que la música nos guíe.