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Música

Immortal no es tan inmortal al final: diciéndole adiós a uno de los mejores legados del black metal

Apesta cuando una banda que te gusta se separa.

Foto por Peter Beste / Cortesía de Immortal

Apesta cuando una banda que te gusta se separa, especialmente si dicha banda significó algo especial para ti en algún momento de tu vida. La gente está inundada con música desde que sale el sol y hasta que se mete, y encontrar una banda que en realidad conecte contigo se ha vuelto cada vez más difícil. Hace un rato, Abbath Doom Occulta (Abbath para más corto, y Olve Eikemo para su mamá), el líder de la icónica banda noruega de black metal, Immortal, anunció que la banda tal como la conocíamos acaba de disolverse. Después de una larga disputa por los derechos del nombre Immortal, Abbath seguirá avanzando musicalmente con una nueva banda sin los antiguos miembros Demonaz, Horgh y Apollyon. De acuerdo a la declaración que dio a Metal Hammer, “El nombre Immortal, por el momento, descansará; la esencia, el poder, la música – y Abbath – no”. Esas palabras dejan definitivamente abierta la puerta para el inevitable anuncio de su reunión en unos tres o cinco años, pero por ahora, el nombre Immortal ha demostrado no serlo tanto. Una banda que ayudó a forjar un género completo desde su infancia ha dejado de existir, y honestamente, estoy que me lleva la chingada. Las Directioners no son el único grupo capaz de sentirse mal cuando la banda que aman se tambalea; cierto, no estamos viendo ningún hashtag de #Cut4Demonaz siendo trending topic hasta ahora, pero no es necesariamente algo malo.

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La primera vez que vi a Immortal, ya había pasado su mejor época. La banda se formó en 1991, teniendo varias tormentas y separaciones antes de que se volvieran a juntar en 2006 y anunciaran un par de fechas en Estados Unidos para festejarlo. Yo tenía 19 años, y los dioses del invierno iban a tocar en el centro de brillante y sofocante Times Square. Subí desde Philadelphia con algunos amigos, gastamos una desorbitada cantidad de dinero en trenes, boletos y una pizza de mierda antes del show, y llegamos al lugar justo cuando las puertas del lugar se iban abriendo. En ese momento, el black metal era mi mundo; primero descubrí el género cuando estaba en la preparatoria, y su monocromática amenaza se tragó por completo mis hábitos musicales, destinando mis discos mis discos de death metal y grindcore a pasar a vivir en el rincón de mi closet. Ver a Immortal era un sueño hecho realidad, sobre todo porque apenas conocía o sabía que podía ver a a Emperor, Mayhem, Celtic Frost o Venom; Darkthrone no tocaba en vivo, Varg Vikernes de Burzum apenas había salido de la cárcel y de todos modos no habría querido estar en el mismo cuarto que él; Bathory seguramente no iba a tocar próximamente y aún no era tan clavado como para saber que algún día me moriría por ver a Master’s Hammer o Root. Immortal era la única banda de la vieja guardia a la que tendría oportunidad de ver en vivo, y dieron un show de puta madre.

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Tan cómodos como se veían en sus merecidos papeles de bufones de la corte del black metal—the Rockettes habrían deseado poder hacer una patada improvisada como nuestro muchacho Abbath, y siguen siendo la banda con mayor cantidad de memes en el internet—la música de Immortal era lo que me llamaba, y lo que los hacía tan legendarios. Estos benditos noruegos dejan una marca indeleble en la progresión del black metal con sus impecables riffs, su atmósfera gélida, sus melodías sin complejos, el famoso croar de Abbath, y un camino derivado de su amor por el trash alemán. Su álbum debut de 1992, Diabolical Fullmoon Mysticism dio paso a un intocable trío de discos—incluyendo Pure Holocaust de 1993 y Battles in the North de 1995—que se mantienen como unas de las victorias más pronunciadas del black metal. Los tonos de rock n' roll que ahora caracterizan a las canciones de Abbath fuera de Immortal (en la banda de covers de Motörhead, Bömbers, y en su supergrupo I) lo acecharon muchos años después, dejando una marca groovy en discos como Damned in Black, el amado Sons of Northern Darkness del 2002, y el último álbum de Immortal, All Shall Fall.

A diferencia de muchos de sus colegas de la notable Segunda Ola del black metal, Immortal nunca se vio involucrada en política o violencia; estaban tan alejados de la maldad territorial que ellos—o más específicamente, Demonaz—inventaron un universo de fantasía completamente nuevo donde podían hacer lo que quisieran, el gélido reino de Blashyrkh, el reino maldito donde los demonios del invierno existían más allá de las olas del norte. Muchos de los fanáticos de una banda los siguen porque su música les permite escaparse, en el metal probablemente más que en otro género, e Immortal entendió esto, ofreciéndole a sus seguidores un mundo completamente diferente en el que perderse.

Es increíblemente fácil burlarse de los absurdos videos patentados de la banda (y vaya que son absurdos) y personajes que no entendemos, pero es importante recordar que al mismo tiempo esta banda fue inmesurablemente importante para el metal, y para muchos fanáticos del mismo. No los he visto tocar en vivo desde hace mucho tiempo, pero siempre recordaré la primera vez que subieron al escenario, envueltos en la niebla y la luz azul, y me mostraron una ventana a otro mundo.

Hasta pronto, Immortal. No resistieron el paso del tiempo, pero los volveré a ver algún día, allá donde la luz y la oscuridad no se encuentran.