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Música

Fuck Village People! ¡Chinga tu madre Barbra Streisand! Breve historia del Queer Punk

“Siempre creí que punk era alguien a quién le daban por el culo” - William Burroughs

1977. Abril. Sid Vicious toca (o al menos lo intenta) por primera vez con los Sex Pistols. El vertiginoso género punk se extiende por toda Inglaterra y la costa oeste de los Estados Unidos, esparciendo sus desesperanzadores mensajes del No future, pero con el suspiro de un epílogo conocido como D.I.Y., do it yourself. Hazlo tú mismo. Esto último se convirtió en un frase con múltiples significados, entre los cuales, la comunidad gay también participó con su propia interpretación.

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Sin embargo y curiosamente, dentro de la misma agresividad urbana y el desencanto del punk, las bandas del movimiento adoptaban una imagen que se aproximaba a la androginia, a la confusión de los sexos: el delineador en los ojos, las crestas de colores, la ropa entallada, los piercings, el cuero, requerían un esfuerzo similar al que imprimen las dragas para conseguir su personaje soñado.

La represión moral, social e institucional, el cliché de lo que se suponía tenía que ser gay o la condescendencia de los bugas, aunado a una desigualdad social, una necesidad de rebelarse ante los esquemas de género, es lo que probablemente orilló a muchos homosexuales a ver en el punk un sustituto del único bastión que parecía cobijar a los homosexuales sin prejuicios ni regateos morales: la música bailable a medio camino entre el disco (cada vez más comercial) y su evolución al hi energy.

A decir verdad en el underground gay, sobretodo el neoyorquino, se gestó una gloriosa tradición de música bailable que fue seminal en lo que hoy entendemos como música electrónica, del cual el house es su principal deudor; pero algo se arruinó cuándo un grupo de cinco gays que no tocaban ningún instrumento, no componían sus canciones y sólo alimentaban el cliché de una cultura homosexual ligth, mediante inocentes coreografías que hasta los bugas bailaban sin miedo de ser confundidos, irrumpieron en el panorama de la música pop con todo y películas pendejas.

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Last dance

1977: en algún lugar de la gran manzana, dos príncipes franceses, Jacques Morali y Henri Belolo, ya despilfarraban sus millones de dólares que habían acumulado gracias a su perfeccionista olfato para producir sencillos de música disco como se debe. Uno de sus más dignos ejemplos eran las canciones de estilizados bajos, orquestas de influencia latina y eróticas letras de su consentida Donna Summer, la diosa indispensable de las discotecas, aquellos santuarios cuyos púlpitos de veneración eran las pistas de baile ensambladas con cubos de colores que parpadeaban al ritmo de "Bad Girl" o "Last Dance", indispensables abadías de los pantalones de campana, plataformas y camisas de cuello ancho.

En 1977, si se quería mover las caderas con la misma sensualidad y energía con la que se cogían a Sylvia Kristal o Linda Lovelace, había que poner un acetato de música disco, y el dúo de Morali y Belolo sabían la medida exacta de beats que necesitaba los adoradores de la bola de espejos para que bailaran como si estuvieran teniendo el mejor sexo de sus vidas.

Con el oído tan afilado y su habilidad para cerrar jugosos contratos, Morali y Belolo no tardaron en darse cuenta que uno de los principales seguidores de la música disco era la comunidad gay, aquellos hombres que encontraban en la delicada y afeminada velocidad del género nieto del R&B y el soul, una rítmica libertad para salir del clóset y dejarse llevar por el deseo de entregarse al sudor de otro hombre sin sentirse expuestos al escarnio público que aún sostenía un conservadurismo potente. Excavando en los clubes de homosexuales del barrio de Greenwich Village del Nueva York del 77, Morali y Belolo fueron reclutando strippers con cierto carisma perfomancero hasta conseguir una alineación de cinco integrantes a quienes les diseñaron un atuendo específico para cada uno: había un policía, un obrero de construcción, un indio, un vaquero y un tipo enfundado en un clásico outfit de cuero al más puro estilo de Tom of Finland. Así, después de un proceso de prefabricación, nacieron los Village People. Y la comunidad gay no pudo estar más agradecida. Ahora las barbas y los bigotes podían besarse mientras un coro de varones les acompañaba con pegajosos himnos mediáticos que recitaban estribillos como San Francisco You´ve Got Me, In the navy o Macho Man. Más tarde, la sátira bailable a la religiosidad del Y.M.C.A. ocuparía el número uno en los difíciles charts británicos. Los Village People bailaban sus coreografías y se erigían, irónica e inconscientemente, como estandartes de un movimiento homosexual que aún tenía muchas batallas que librar…

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Siempre creí que punk era alguien a quién le daban por el culo - William Burroughs

Detrás de los máximos representantes del punk del 77, los Sex Pistols, los Clash y los Ramones, empezaban a germinar bandas que ya coqueteaban con la orientación homosexual, aunque de una forma disfrazada por el doble sentido o una ironía que cuestionaba la imposición sexual.

Uno de los primeros en utilizar estos recursos en sus letras y en la fusión del punk con ritmos más deslactosados como el pop, fue Pete Shelley y sus legendarios británicos Buzzcocks quienes con el puro nombre anteponían el delirio fálico como estandarte.

Sin embargo, mientras Inglaterra luchaba por censurar los sencillos de los Pistols, en Estados Unidos, algunos homosexuales reconstruían los restos del punk por medio de lo andrógino, y el provocativo coqueteo entre hombres con delineador. Ese mismo verano del 77, en Los Ángeles, Pat Smear y Darby Crash ya confundían a las audiencias con su banda de los Germs (quién en su primera alineación, tuvo entre sus integrantes a la boba de Belinda Carlisle, la misma que cantaba Heaven is a place on earth, posteriormente Smear tocaría en algunas ocasiones con Nirvana y más tarde se uniría a los Foo Fighters).

Siguiendo los pasos closeteros de los Buzzcocks y los Germs, dos bandas hicieron lo propio, abriéndose más a su propia sexualidad y cambiando radicalmente el futuro del punk. Los Screamers y los Nervous Gender no sólo fueron bandas angelinas que ya evidenciaban sus tendencias gays, sino que con la inclusión de fuertes sintentizadores a sus canciones, son considerados como los padres del synth-punk o synth-hardcore, de hecho, los atuendos con los que los integrantes de los Nervous Gender salían a tocar en sus primeros conciertos en 1978, parecían haber sido diseñados por el ilustrador Tom of Finland, cuero desde los chalecos hasta los pantalones ajustados, botas, torsos desnudos, lentes oscuros de gota y gorras de policías con estoperoles.

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Pero quizás fue el proyecto del transexual neoyorquino Wayne County (hoy conocida como Jayne County) que el punk salió del clóset con mucho más autenticidad y fuerza que el imbécil quinteto de los Village People. Activista imparable por los derechos de los homosexuales (estuvo presente en los disturbios de Stonewall Inn, en Nueva York, el último sábado del junio del 69, en el que tras una violenta redada travestis y hombres gays enfrentaron a la policía, razón por la cuál se originó la marcha del orgullo gay y se celebra el último sábado de junio), County, impulsada por sus padrinos Andy Warhol y Patti Smith (y algo influenciada por el travestismo de los New York Dolls, que aunque bien pudieron identificarse con la causa gay, terminaron siendo la inspiración del glam abaratado de bandas como Mothley Crüe o Poison) fundó en ese mítico año de 1977 a los Wayne County and The Electric Chairs, la primera banda de punk drag y auténticamente gay.

Y así, entre los masculinos sintetizadores de los Screamers y los Nervous Gender (y a los que más tarde se les uniría una banda sueca conocida como los Leather Nun) y las guitarras corrosivas y afeminadas de Wayne County and The Electric Chairs, fue moldeándose lo que hoy se conoce como Queerpunk, un movimiento que le pinto un dedo y escupió a los Village People y se atrevieron a desafiar a un movimiento gay al que todavía había que cambiarle los pañales sucios…

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¿Pogo? ¿Slam? ¿Qué eso? ¿Violencia de macho? Por Dios, son sólo un montón de hombres con el torso desnudo y sudorosos empujándose en un espacio muy pequeño, mejor enciérrense en un cuarto y háganlo - Henry Rollins

El término queer, escuchado por primera vez en voz de la feminista Judy Butler, a diferencia de gay, pretende observar a la homosexulidad y cualquier otra diversidad sexual como una identidad que surge a partir de los roles sociales, más allá de las explicaciones biológicas o psicológicas.

Los 80: mientras la costa oeste de los Estados Unidos se tapaban los oídos con los arrebatos políticamente incorrectos de Jello Biafra y sus Dead Kennedys, el hardcore punk, además de imponerse desde Washignton DC con un Ian MacKey adolescente encabronado por todo y con toso, se iba poniendo lubricante en el culo, sobretodo en un pueblo donde hacer ambas cosas era un auténtica mentada de madre a las buenas costumbres, al purismo blanco y al evangelismo ciego: Austin, Texas. Gary Floyd y sus secuaces formaron The Dicks, acaso la primera banda de hardcore, violenta y abiertamente homosexual. The Dicks aún sobreviven y sus letras son como una película pornográfica gay dirigida por un Marxista.

Según en el libro Our band could be your life de Michael Azerrad, Bob Mould, líder de los seminales Hüsker Du, se hizo de una closetera fama a principios de los 80: al final de sus conciertos, le daba por ligarse morrillos que formaban parte del público, a escondidas los metía en la parte trasera de una furgoneta y les metía la verga. Las sugerentes letras de deseo entre hombres junto con el innovador estilo de capas de ruido como recurso melódico, hicieron que Hüsker Du fuera la banda que más concretaría el sonido que hoy se entiende por queerpunk u homocore, aunque en sus inicios tal término no existía.

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Décadas después, Mould, totalmente fuera del clóset, junto con Henry Rollins ex cantante de Black Flag y lider macho de The Rollins Band, harían una serie de conciertos para aprobar el matrimonio entre homosexuales en Washignton DC.

El escritor norteamericano Dennis Cooper pondría la música de Hüsker Du como fondo musical de sus novelas y cuentos dónde hombres punks pretenden enamorarse lamiéndose los anos hasta las nubes de cocaína, ácidos y Quaaludes, dándose cinturonazos, ahorcándose con cadenas… Copper es la parte literaria del homocore y es un enemigo de muchas ONGs de homosexuales pues aseguran denigra a la comunidad.

Grunge rosa

Desde entonces, el queerpunk ha significado no solo una forma de asumir la homosexualidad, es también una tendencia sociológica que intenta abrirse paso entre los férreos lugares comunes que identifican al movimiento gay, cada vez más frecuentes y frívolos y bobalicones.

Con la llegada de los 90, el queerpunk cobraba fuerza y reunía más adeptos, aunque este auge se vio opacado por el furor del momento: el grunge. Aún así, en 1993, cuatro tipos de San Francisco, hartos de los íconos gays de la época que acaparaban las tornamesas de los clubes gay (los nuevos Village People eran Rigth Said Fraid) formaban a Pansy Division, un grupo de queerpunk seguidores confesos de los Buzzcocks y quienes por su abierta y gráfica homosexualidad (las imágenes que acompañan el arte de sus discos son explícitas escenas de sexo entre hombres) les ha valido el mote de ser los máximos representantes del queerpunk en su historia moderna. Tras el lanzamiento de Undressed, su primer álbum, y gracias a una gira en la que compartieron el escenario con Green Day (por aquel entonces Dookie era uno de los discos más vendidos) el homocore se transformó en lado alternativo del movimiento gay en todo el mundo.

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Después de Pansy División, los Limp Wrist son otra banda estandarte del homocore, acelerado hasta la convulsión, rudo e histérico. La mayoría de sus canciones no llegan al minuto de duración. Sus integrantes son en su totalidad hombres abiertamente homosexuales del Nueva York menos colorido y dance. Las portadas son de un cachondo urbano y potente, cuasi pornográfico, escenas a blanco y negro de tipos que se agarran las vergas en baños públicos o besándose al lado de un urinal. Entre los gritos y convulsiones del vocalista Martin Sorrondeguy, se escuchan protestas contra la homofobia. Sin metáforas cursis. Combaten la discriminación con furia y un cinismo exhibicionista que espantaría a muchos gays..

Desde luego, la irrupción del movimiento punk-feminista Riot Grrrl contribuyó a la popularización del queerpunk como movimiento de diversidad sexual. Encabezado por Katlheen Hanna, líder de Bikini Kill, muchas chicas coquetearon con la agresividad femenina trevestida de lesbianismo para hacer frente a machos que insisten en ver a las mujeres como genitales serviciales al placer del hombre. Muchas lesbianas se han integrado al género como las Teams Dresch, Low-End Models o The Butchies. El sello 16 records o Rock and roll camp for girls se dedica a fichar bandas de queer lésbicas.

Hoy en día, ya son muchas bandas que se autodenominan como queers y ya existen festivales exclusivamente de queerpunk como el Homo a Go Go: Queer music, film, art, performance and activism festival que sucede todos los agostos en San Francisco California.

Pero el movimiento queer ya ha rebasado el límite de los acordes. Al movimiento se la han unido fanzines que mezclan el activismo con la pornografía, y el cine es una herramienta más, siendo Bruce La Bruce quién se encarga de izar la bandera de las películas homocore.

Probablemente los Sex Pistols nunca se imaginaron que su actitud desafiante terminarían por influenciar todo un movimiento que con la misma furia con la que acababan con su Reina, escupirían a la de los convencionalismos gays que adoptaban a figuras como Liza Minelli o Barbara Straisand como estandartes de una ideología que va más allá del cliché del buen gusto. El queerpunk es la prueba de que los gays también saben rasgar las guitarras y gritar por la diversidad sexual con la misma fuerza que cuando te dan por el culo.