FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Lydon, lágrimas y un chingo de slam: PiL en México

Una emocional (y emocionante) crónica sobre, probablemente, el mejor concierto que ha habido en CDMX este año. Fue histórico.

Todas las fotos son cortesía de Eyescream Productions

“… no soy un cliché y no me van a encasillar y a hacer lo que quieran. Voy a expresar lo que siento de verdad y tu puedes hacer lo que te de la gana”, John Lydon en su autobiografía La ira es energía, Ed Malpaso.

Dos horas antes de las nueve de la noche de este martes, todo era litros de adrenalina y lluvia que obligaba a los puestos de camisetas a resguardarse bajo los alféizares de las orillas, parches típicos del punk en desgastadas chamarras de cuero de los fanáticos, revendedores manchados (los boletos de pista pasaban de los 1500 a los 1700 a los 2000 baros en cuestión de minutos, conforme la desesperación se propagaba a la entrada de El Plaza Condesa, como si fuera el apocalipsis post punk; de entra la multitud formada-amotinada boleto en mano listo para entrar, flotaba un pedazo de papel arrancado de un cuaderno a rayas con una frase escrita con plumón negro Compro un boleto pero NO DE REVENTA!!!) e hileras de policías que iban de la taquilla a la bahía del foro a las ventanas del Pata Negra y de regreso. “Dicen que pidieron tiras por el rumor de un portazo, yo estoy aquí por eso, un compa me citó aquí, quesque sería el punto de reunión para juntarnos y dar el portazo pero se me hace que el único pendejo soy yo, ya me la pelé…”, me confesó un punk cuarentón, quizás arañando el medio siglo, con pantalones ajustados dentro de botas industriales y chaqueta vino y una cara de congoja que me estremeció hondo.

Publicidad

En efecto, el portazo nunca ocurrió. Hubiera sido la cereza histórica.

Porque lo del pasado martes 16 de agosto fue un concierto histórico. Public Image Ltd dio un concierto por primera vez en la Ciudad de México. La banda que el entrañable John fundó después de su tormentoso episodio al frente de los Sex Pistols. Entonces se deshizo del Rotten, reunió a ex miembros de los Clash más otros músicos pirados que con el primer sueldo que Lydon les pagó se compraron cabezas de alce aunque tuvieran que dormir sobre periódicos y ensambló una de las bandas que revolucionó el rock con mucha más creatividad e incisión que la presteza calculada de los Pistols. Y si bien su lugar en la historia es incuestionable, dicho pasaje está endeudado con el carisma y la inteligencia de Lydon.

En lo personal, PiL me resulta brutalmente superior a los Sex Pistols. Quizás tenga que ver con el hecho de que la primera vez que escuché los alaridos de Lydon fue con "Dissapointed", que por cierto el puto no la está cantando en esta gira y el toquín de la CDMX no fue la excepción. Una de mis rolas consentidas de todos los tiempos.

PiL es un punto de inflexión en el rock sin el cual no pueden entenderse muchas cosas de hoy. La prueba que hay vida después del emblema.

Todo era felicidad forever. Amigos por arriba de los 30, 35, 40, 45 años. Por ahí andaba el Aknes que recién también había vivido su propia gloria con el reencuentro, el de Massacre 68, abrazándonos e intercambiando expectativas y opiniones, ¿Cuál es tu álbum favorito? ¿Crees que toquen "Seattle"? Será el concierto del año.

Publicidad

Había un chingo de gente: afuera, en la calle, y otros haciéndose de un buen lugar al interior. Curiosamente en algun momento el lobby se encontró semi vacío y en ese pinche momento me topé a ese pendejo, con su nuevo novio. Pinche madrazo en el estómago y eso que el pogo ni había empezado. Había hecho malabares con un boleto que en principio era de una amiga… Chingada madre. Fingí arrogancia y valemadrismo y hasta le regalé mi nuevo libro, uno que me sobraba. Pero en el fondo sabía que mis sentimientos no estaban saldados.

Cuando el baterista Bruce Smith (de raíces en el Pop Group) salió al escenario con su galanura nerd coronada de canas que siempre me ponen como toro, yo estaba ardiendo en mi infierno privado. Y cuando Lydon salió al escenario con un chaleco blanco y abotonado sobre una camisa desfajada y un sobrepeso orgulloso y una corbatita y sus inconfundibles pelos parados y su desteñido y empezaron las notas de "Albatross", empecé a llorar. Ahí estaba yo, encarnando el cliché más pinche puñal que puede haber. Para colmo, "Albatross" no duró los casi 11 once minutos de la versión original y le siguió una rola del nuevo disco al que no le he prestado la atención necesaria. No tuve chance de despabilarme.

¡Maldita sea! ¿Qué pensaría Lydon de mi? Yo que me la paso rompiendo las casillas, los lugares comunes de la cotidianeidad gay, llorando por un baboso y su nuevo ligue que no era yo y con el que seguro se iría a coger después del concierto. Pero si Lydon estaba cantando estoico después del botellazo que le estamparon días antes en el concierto de Santiago de Chile, yo podía saltar y gritar perfectamente después del pinche desencuentro gay. “No te metas en cosas que te superan. Juega sólo a tu nivel” dice Lydon en su autobiografía. Tiene la boca llena de razón.

Publicidad

Lydon es un genio cuyo máximo talento es su franqueza disparada desde la lucidez. Y es evidente en la forma en como se planta en el escenario.

Mientras me hacía bolas con mis recuerdos y los recuerdos de PiL, el concierto fue cobrando una puta excelencia de majestuosa ejecución y nostalgia y honestidad ideológica y musical y yo me tranquilicé cuando soltaron las primeras notas de "This is not a love song". El punk rave había empezado. Porque la resolución demencial de las canciones de PiL son tan chingonas que se prestan lo mismo para el baile cachondo qye el moshpit despiadado, del dub al rock al no wave al dance descarado en cuestión de acordes de la guitarra de Lu Edmond y el potente bajo de Scott Firth. No tocaron "Seattle", pero si "Warrior" que también viene en el álbum 9 de 1989 y "Religion" del primer disco y por supuesto la indispensable "Death Disco", sencillo del 79 y dedicada a su madre mientras moría de cáncer.

Aunque a Lydon le caga el axioma en el que se ha convertido el punk y su rigidez ingenua. No hay nada más punk que destruir sus pinches tres acordes con la inconformidad sonora, sin miedo ni reglas.

Con El Plaza a reventar, Lydon llegó al clímax de su entrega con los primeros tamborazos de "Rise", el himno de PiL y un canto a la lealtad a uno mismo con todo y nuestras contradicciones y fracasos y alegrías. Volví a llorar, pero por la letra: I could be wrong, i could be right… podría estar equivocado o tener la razón, pero me llevaba la chingada, eso era lo que sentía en ese momento y ni modo y Lydon parecía entenderlo perfectamente. Estaba presenciando uno de los mejores conciertos de mi vida, a pesar del drama que aportaba un elemento más para hacerlo inolvidable.

La ira es energía. Y también salvación. Por eso cuando en el encore sonó The Public Image, empecé a desenganchar probablemente el slam más violento que he practicado en mi vida. Me caí de espaldas pero un bato me levantó y me aventó al centro del torbellino de madrazos y seguí brincando y bailando, Dancing with tears in my eyes, como si fuera el último pogo. Era la primera y probablemente última ocasión de ver a Lydon, el mismo que le pintó un dedo a La Reina y cantaba sobre destruirlo todo nada más porque si, en vivo. Quizás también era la única vez que el ex me ponía lacrimógeno.

En efecto. Fue histórico.