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Música

FAX: Prender los instrumentos y dejar que la música descienda

Platicamos con Rubén Tamayo sobre sus 15 años de trayectoria bajo el pseudónimo de FAX, y su nuevo álbum, ‘Constellation’.

FAX en Boiler Room. Fotos por Braulio Lam.

Cuando Rubén Tamayo estudiaba la secundaria, conoció la música de Depeche Mode. Desde aquel momento, ya no alejaría los oídos del synth pop. Los grupos que disfrutaba se fueron multiplicando: Ultravox, Visage, Cabaret Voltaire… Luego dirigió la mirada y el oído hacia proyectos más new wave y orgánicos, pero su gusto por la electrónica ya jamás menguó. Al contrario, cuando inició con FAX, su proyecto de música electrónica, se adentró de lleno en el techno alemán, los clicks & cuts y otras variantes que se oían allá por 1999… Pero también debemos agradecer que más tarde, lo que menos escuchara en casa fuera música electrónica. Entre la música que lo tocó –e influyó, finalmente– se cuenta desde Roxy Music, David Bowie y Cocteau Twins hasta David Sylvian, House of Love y montones de cosas de sellos como 4AD, de Kranky o de Warp.

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Hoy, FAX está por celebrar tres lustros de crear atmósferas de ensueño con bases aptas para pistas de baile cada vez más intimistas, con mayor inclinación por la sutileza. Por estos días está estrenando Constellation, su séptimo álbum de estudio, editado por Static Discos, el sello que cofundó en Tijuana –junto a ejival– y al que se ha encargado de hacerle una identidad visual.
El interés por hacer música ha sido una constante en su vida desde los 19 años, cuando tomó su primera guitarra. Rubén es autodidacta. En su casa siempre hubo música, su padre cantaba y tocaba la guitarra a diario en casa.
–La pasión ha crecido conforme me hago más viejo, in a good way tho’ –me dijo hace casi un lustro, cuando lo entrevisté a propósito del estreno de Circles, el disco que publicó en la disquera francesa SEM, de Alexandre Navarro.
En aquel entonces me confesó lo afortunado que se sentía de dedicarse a lo que más le gusta: hacer música. Hoy, su buena estrella sigue brillando con la misma intensidad, para nuestra fortuna, como lo sentirá cualquiera que decida escuchar Constellation, un disco más que detona su necesidad de comunicarse.
Porque cada disco o EP suyo nace de la necesidad de sacar lo que lleva dentro, en cabeza y corazón, en el momento en que se siente llamado a grabar nuevo material.
–Es un “llamado” de ir al estudio a prender mis instrumentos y sentarme a jugar y dejar que la música baje y empiece a tomar forma – me dijo hace unos días cuando lo busqué para que me contara un poco del nuevo disco. —Todo esto puede sonar ridículamente zen si quieren, pero la música es algo mágico para mí, es la que manda y merece todo nuestro respeto—.
El resultado fueron nueve canciones llenas de energía de las que se siente muy orgulloso. Desde que Constellation vio la luz, quiso dejar muy en claro que se trató de un viaje al interior —más que de contemplación del espacio— hacia su propia constelación. Una vez más, como hizo con el EP The New Rage, intentó acercarse a la música desde otra aproximación.
–Se diseñaron todos los sonidos, patterns y samples como una librería, tomando sólo como eje una escala armónica que me permitiera hasta cierto poder combinar y entrelazarlos. Cortar, pegar, rearmonizar para después definir los leads, hooks y breaks para redondear cada pieza.

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NOISEY: ¿De dónde proviene ese halo de atemporal melancolía que emana todo el disco?
FAX: Es parte de mi personalidad, desde adolescente. Creo que los grandes detonadores de esa melancolía pueden ser los Cocteau Twins y The Cure, [ríe]. En esencia, toda la 4AD y los new romantics, Sylvian, Ultravox… Y el cine es mi otra gran pasión. De ahí ese lado cinemático que siempre trato de integrar a mi trabajo. Al final del día, la música me tiene que hacer sentir; si no me hace sentir nada, no me sirve.

Se dice que Constellation "marca un regreso a patrones básicos de sonido de la música electrónica al mismo tiempo que mantiene un pulso suntuoso de exploración etérea con el uso de sonidos análogos". ¿Te planteaste de manera consciente ese regreso a lo básico?
Creo que la misma disciplina y dedicación se conserva, amplificada obviamente por el paso del tiempo. Tal vez he dejado atrás el microprocesamiento para inclinarme hacia lo más expansivo, del sonido y de mi persona. La música para mí no se tiene que teorizar tanto, solo dejarla ser, no importan las herramientas ni los trenes allá afuera o en el estudio. Los sonidos transmiten y es responsabilidad de uno darles la forma adecuada.

Evidentemente se trata de un disco lleno de contrastes. ¿De qué se alimentó ese rasgo del disco? ¿De situaciones que estabas viviendo, de música que estabas escuchando…?
Todos los días escucho música y esta, junto con mi entorno personal, son catalizadores importantísimos a la hora de crear. Cada disco, EP, track, canción y remix son snapshots de lo que estoy viviendo y sintiendo, inclusive los títulos de las canciones revelan el momento en el que se realizó cada composición. Por otro lado, siempre hay músicas que me acompañan a la hora de estar en el estudio, músicas ya incrustadas en mi DNA, con las que crecí. Músicos y artistas que llevo dentro y me acompañan y pienso en ellos… No sé, creo que a lo largo del tiempo uno desarrolla una forma de hacer las cosas, y aunque hay discos en donde se altera el proceso, los cimientos no los cambio, porque siempre me han ayudado e inspirado.

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Cuéntame sobre el gear que usaste para la creación de Constellation. ¿Algún aparatejo que hayas usado por primera vez? ¿Algún viejo conocido?
Pues la única constante pueden ser mis guitarras. Mi estudio no será el más equipado del mundo, pero los aparatos que lo habitan los conozco, me gustan y hacen el trabajo. Lo que sí sucedió durante el proceso de creación fue que de alguna manera cerré filas y designé una cantidad de instrumentos y herramientas para hacer Constellation. Fue como hacer una banda imaginaria, donde se asignaron una cantidad de instrumentos para cada "miembro". Se usaron cuatro sintetizadores (entre digitales y análogos), una sola batería, dos micrófonos, una tape recorder, dos guitarras, y así. Eso con el fin de intentar lograr un sonido homogeneo y que reflejara una sola sesión en Facsimile Sound con un personal definido. Ya después vendrían mis amigos invitados: Iván Trujillo y las bellísimas Camille Mandoki y Lady Eve, que vinieron a cerrar el círculo de energía en el disco. Quería un disco vivo, que respirara, con un aire ochentero, que es de donde vengo.

Cuéntame un poco sobre la historia detrás del arte, que puedo imaginar que cuidaste al detalle. Me hizo pensar en esos esquemas que uno puede ver en el consultorio del acupunturista…
No necesariamente. El trabajo lo hizo Vanessa Ramos, de Tijuana. Soy un gran admirador de su trabajo, y en especial de su serie de trabajos sobre el cuerpo humano. Le pedí que me hiciera el arte de manera libre, sólo partiendo del título, después escuchó un rough cut de algunos de los tracks y el resultado es ese. Me encantó porque se apega a ese sonido humano que se logró.

¿Lo ves como un álbum místico?
Híjole, no sé si místico sea el término. Nunca me he considerado una persona espiritual en el sentido estricto de la palabra; al menos, mi espiritualidad es la que he venido construyendo desde adolescente, y no sé… Creo en un montón de cosas y soy muy romántico y cursi, y también un ojete, y he hecho muchas estupideces como todo el mundo, pero creo que es la música la que siempre me ha salvado, y como es un proceso mágico y catártico para mí, pienso que el aspecto espiritual siempre está presente. Tal vez no en la superficie, pero sí hay algo ahí dentro.

¿Y fue un trabajo terapéutico?
Todos mis discos son autoterapéuticos.