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Música

Deathfix: sicodelia pop para osos garagetos sin obesidad mórbida

El nuevo proyecto de Richard Morel, dj peludo, remixero obsesisvo, adicto a las pistas de baile y a los hombres.

Una de las fantasías más socorridas en el imaginario porno homosexual son aquellas cuyos protagonistas tienen que ver con los osos, slang gay que se le adjudica a ese prototipo de macho con cuerpo tan robusto como un roble canadiense, barba cerrada de leñador canadiense y una barriga maciza no precisamente canadiense, más bien como de jugador de futbol americano con lechuguino sobrepeso.

El estereotipo estricto del oso establece que además de ser peludos y tenerla grande, es casi un juramento andar por la vida con una actitud de macho sutilmente sobreactuada. Algunos osos dogmáticos ven al bear way of life como un pretexto estético para reafirmar la masculinidad homosexual en un medio donde lo afeminado se vuelve recurrente y viciado. Incluso Richard Bulger (a quién se le atribuye haber acuñado el término bear para ubicar a esos homosexuales peludos de pesadas barbas y fundador junto con Chris Nelson del fanzine Bear, que posteriormente sería la revista de osos más importante a nivel mundial de 1985 a 2002), se aventaba a escribir serios textos (que publicaba entre cuentos de traileros que mamaban verga en baños de gasolineras), cuasi manuales apestosos (en sentido erótico), de cómo un oso debía desde agarrar un tarro de cerveza, bailar a Nitzer Ebb (con todo y dibujitos de step by step), la forma de chocarlas en un partido de futbol americano y celebrar entre machos un touchdown, agarrar el volante de la troca, hasta instrucciones de besos entre barbones, como metérsela a tu wey o en caso contrario, posiciones para ser un pasivo machín y no parecer maricotas cuándo el oso te la esta metiendo.

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En México hay una sólida comunidad de osos congregada bajo el nombre de Bearmex. Aún recuerdo cuándo fui por primera vez todo excitado a sus fiestas. Pensaba que en su cuarto oscuro tropezaría con tipos de la facha de Jack Radcliffe (el actor porno por excelencia que encarna la descripción precisa del oso, uno de los que más protagonizó la portada de Bear Magazine) sudando y jadeando mientras en la pista de baile sonaba un buen house.

No la pasé mal en el cuarto oscuro improvisado y fue en uno de esos desmadres dónde conocí al Adrián Garfias, tipazo, fundador de Bearmex; pero es mi deber confesar que en México es muy fácil confundir oso con sobrepeso y/u obesidad igualito a como la pintan la Secretaría de Salud en sus comerciales de revistas y televisión. Tampoco se ofendan, tómenlo como una crítica preventiva…

Actualmente Bearmex cuenta con un bar oficial, el Nichos, ubicado en la calle de Londres en la Zona Rosa de la Ciudad de México a unos cuantos pasos del camellón de la Calle de Florencia. El lugar es de lo más divertido y quizás el más alivianado de toda la Zona Rosa e incluso del circuito de antros gays del DF, pero tampoco es que aquí se respeten los dogmas de osos en cuanto a la masculinidad se refiere. A muchos, los instructivos de Richard Bulger les podrán parecer obsesivos y pedantes, pero cuándo vez a un gordito fajado dentro de unos jeans tallas extra y un cinturón piteado, barba diluida, torciéndose al compás de una versión karaoke de Viki Carr o Ana Gabriel, piensas que no le vendría mal al bato y sus compas mejor dicho comadres, leer los manuales de osos del buen Richard.

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Llega un momento en que más que club de osos, parecen señoras barbonas tomando el te y así con la manita doblada, repasan sus viejos acetatos de Pimpinela y Mocedades.

El próximo 30 de agosto de 2013, Bearmex celebrará su gran fiesta XXX leather-festish nigth: reunión multitudinaria donde el cuero, las cadenas, las gafas de aviador, los gorros de poli deambularán en talla extra-chubby. Quizás estoy exagerando, pero sin entrometerme en los kilos de cada quién, lo que sí puedo asegurar que en la música sonará esas secuencias circuit y los remixes a Miley Cirus, pero en ningún momento se escuchará a Deathfix, cuarteto de espíritu maricón (reforzado por es esos jotos corazoncitos sustituyendo la O y sobre la i) liderado por el oso más inquieto de los cuartos oscuros y las tornamesas de Norteamérica: Richard Morel, dj peludo, remixero obsesisvo, adicto a las pistas de baile y a los hombres. Morel bien pudo haber estado en la portada de Bear Magazine.

Deathfix es el más reciente proyecto de Richard Morel que emerge entre sus chambas de dj y Blowoff, dúo de macho-dance que armó junto a Bob Mould (el genio al frente de Husker Du, ambos gays desclosetados) y es el grupo emblemático de la actual escena bear gringa. En él deja un poco de lado los sintetizadores del dancefloor para incluir instrumentos tradicionales con tal de formar una típica banda de rock que sin menospreciar esa sensibilidad gay, coquetea con el garage ligth, el pop, el funk y una sicodelia debrayada con notas que bien pueden ser parte de algún musical off-Broadway.

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Lo interesante en Deathfix, además del tirito de Morel en irrumpir bienmodositamente en varios géneros, son los camaradas que conforman la banda. Por ejemplo, el otro cimiento creativo del proyecto es Brendan Canty, baterista fundador de Fugazi, aquella legendaria banda de hardcore que surgió tras la disolución de Minor Threat y quién también anduvo haciendo frenético desorden punk hardcore con los Rites of Spring, cuyos batos en sus conciertos eran asiduos a hacer orgías de pogo sin camisa.

El resto de Deathfix lo conforman el baterista Devin Ocampo que ha sido parte de varias bandas fichadas por el histórico sello de hardcore Dischord Records, una trayectoria similar es la de Mark Cisneros, bajista en Deathfix y camarada en la pandilla de Dischord.

De algún modo, Richard Morel tuvo que convencer a este trío (quizás con una buena sesión de sexo oral… quiero fantasear) con semejante pasado tan hardcorero y desmadroso para que accediesen a formar una banda de garage-pop accesible aunque no por eso facilón y monótono, todo lo contrario, las nueve canciones de su disco homónimo editado por la misma Dischord Records sorprenden con inesperados pero encantadores cambios en la continuidad. Además que sus letras son constantes referencias homoeróticas: reventones pop-art (Dali´s House es una tremenda pieza de boogie ácido que recuerda la fanfarronería hooligan de los Happy Mondays), descripciones de braguetas, hombres que se extrañan después de una espiral de acostones y cosas así.

Deathfix es un ingenioso experimento de fácil digestión con cierta obsesión por los detalles, como el departamento de un gay que procura que el bote para la basura combine con un sillón verde menta, mantiene compases masculinos, es decir, no dan paso a la mariconería coreográfica, como esos del Nichos cuyas barriguitas no les son un obstáculo para sacar los pasitos del Single Ladies de Beyoncé.