Obsesionados por la luz, los espacios, el planeta, las distancias… El paso del tiempo, la materia… Todo eso les obsesiona a los chicos de Boreals. O así parece. Y si no es así, qué buenos son para fingir. Tan buenos, que son capaces de crear piezas luminosas, llenas de destellos, capaces de hipnotizar como consiguen hacer las coloridas serpientes en el cielo cuando aparecen; robustas y espaciosas, donde uno se siente bien estando, justo como cuando hallas un claro en el bosque en el que solo estás tú y sus secretos habitantes, sus espíritus. Ahí, en medio de tanta luz y escenarios que se fragmentan en pedazos que danzan lentos y coreográficos como en un caleidoscopio, la música consigue habitar todo, incluso cualquier pesadilla, cualquier connato de mal viaje.
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Víctor y Xavier Paradis y Miquel Serra han conseguido crear, a punta de secuencias electrónicas, ritmos hipnóticos, melodías atmosféricas y guitarras que parecen ascender rumbo a un clímax que nunca llega, un peculiar paisaje sonoro en el que se está tan bien que uno llega a dejar de percibir que es un sitio imaginario, tan opuesto de la actual circunstancia para el habitante de cualquier urbe, tan llena de estridencias y desasosiegos, de pesadumbre y malas noticias, que tiene todo para cautivarnos. Hay en Antípodas (Irregular), el primer álbum de Boreals tras desatar entusiasmos con dos EPs (Rome y Grecia), un guiño que ayuda a saber por dónde va su búsqueda: la alusión a los fractales cuando aluden al invierno en el nombre de uno de los tracks del disco (que saldrá a la luz el 22 de octubre). Su música se despliega como lo hacen esas figuras geométricas capaces de hundirnos en la estupefacción: los temas se extienden y autorreplican de intrincada manera para ir, así, poblando oídos, mentes, estados de ánimo… Justo como puede experimentarse con el primer sencillo de su material: “No te metas las manos en los bolsillos”: