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Pesas de piedra y postes de madera: las milenarias herramientas del kung-fu

Los métodos de entrenamiento no solo son un camino hacia los objetivos del guerrero, sino también una forma de definir su identidad.

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Recuerdo los primeros días de mi entrenamiento de kung-fu en China, cuando corría con tres hermanos y el Maestro Dai por las calles de Hanyuan, en las montañas del oriente de Sichuan. Corríamos hacia el río Dadu a través de patios y jardines, de callejones sin iluminación cubiertos de basura. Los restaurantes de fideos lanzaban vapor hacia la oscuridad; multitudes de perros flacos atravesaban los barrios desiertos como si fueran la superficie de la Luna.

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Cuando regresábamos a la escuela, casi había amanecido. Estábamos sudando y sedientos. Un día, uno de nosotros intentó abrir el grifo del agua, pero no tuvo éxito. El Maestro Dai vio el forcejeo por un momento y luego intervino: golpeó el grifo con su mano y el agua comenzó a manar. Todos nos detuvimos y miramos boquiabiertos. Nos vio y dijo:

"Si entrenáis conmigo, no temeréis al hierro: el hierro os temerá".

Pasé el resto del día intentando reproducir su golpe sobre un palo de madera hasta perder la sensibilidad en la mano. Luego me puse a levantar pesas de piedra: me ponía en la postura del caballo, levantaba la piedra hasta la altura del rostro, me detenía y la estrellaba contra mi hombro. Luego devolvía la piedra al suelo, soltaba aire y me concentraba en un punto distante.

Después pasé a entrenar con un artefacto que el maestro llamaba 'el círculo de hierro'. Solía golpearlo con las manos y los antebrazos desnudos hasta que el Maestro Dai me detenía. Quería hacer más cosas, como practicar las patadas con el saco de arena, pero aún no estaba listo.

Mi compañero Wu Hong, en cambio, sí que lo estaba. A pesar de tener solo catorce años, le había visto destrozar sacos e incluso romper piedras con su pie descalzo, mandándolos al suelo entre una nube de polvo color café. Le veía entrenando por encima del poste de madera, recordaba el mensaje que mi sistema nervioso me había mandado desde el pie hasta el cerebro cuando pateé por primera vez un saco de arena y sacudía la cabeza con resignación.

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Cuando todos golpeábamos algo en sincronía, el maestro Dai asentía con la cabeza y murmuraba en señal de aprobación. Nada como romper cuerpos débiles y convertirlos en polvo para hacer que un maestro de kung-fu sonría con satisfacción por encima de su taza de té.

Más tarde solíamos repasar los movimientos técnicos, llamados 'formas'; en raras ocasiones nos poníamos guantes y peleábamos unos contra otros. Acondicionamiento, fortalecer el cuerpo y practicar las formas: así era la dieta de un estudiante de kung-fu.

Las herramientas del oficio

El poste de madera que yo golpeaba se conoce como Dai Jong en cantonés (Di Zhuang en mandarín). Básicamente es un palo de manera enterrado en el suelo. El que usaba para entrenar medía casi dos metros de alto y la base estaba rellena de cemento. Apenas se movía: no importaba lo fuerte que lo golpeara.

El Dai Jong es una herramienta muy simple, pero los guerreros chinos lo han usado durante siglos para entrenar el combate mano a mano. Puedes practicar casi cualquier elemento de kung-fu en el Dai Jong —movimientos de pies, golpes, bloqueos— mientras endureces tu cuerpo y tu mente.

El muñeco de golpeo que conocemos de las películas de kung-fu básicamente es un títere enterrado con brazos y piernas. Originalmente, los muñecos de golpeo también se enterraban en la tierra, pero surgieron nuevos diseños en los años 20 que usaban barras de metal para mantener el muñeco en su lugar: ello permitía transportarlo con facilidad y le daba más aplicaciones.

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El maestro Ip Man, mentor de Bruce Lee, era partidario de los muñecos de manera y los incorporaba a su régimen de entrenamiento. De hecho, se le considera el principal divulgador del diseño que se convirtió en el prototipo de los muñecos que se usan en el kung-fu moderno.

Las pesas de piedra también son tan simples como efectivas. Los maestros chinos las usan para entrenar la fuerza desde antes de la conquista mongola en el siglo XIII. Las hay de todos los tamaños, pero siempre en forma de candado: el usuario debe agarrar el mango y mover la piedra bajo las piernas y por encima de la cabeza. Luego se cambia de mano y se repite la serie. Ello destroza los dedos, pero permite trabajar todos los músculos del cuerpo.

El círculo de hierro, según el Maestro Dai y sus discípulos, es un elemento único del suroeste de China. No he visto una réplica exacta en ninguna otra parte, pero el diseño es en realidad bastante simple: seguro que existe en alguna otra cultura marcial del mundo. Sencillamente se trata de un marco de madera con una base fijada mediante dos piedras enormes; la parte superior del marco es cuadrada, y dentro hay un óvalo de bambú envuelto en cuerda o algún tipo de tela recia.

Nosotros solíamos pararnos frente al círculo y practicábamos bloqueos con los antebrazos. Golpeábamos la parte superior y la inferior del círculo y terminábamos el movimiento agarrándolo para fortalecer los dedos La idea era imaginar golpes dirigidos al tronco, bloquearlos y luego detener la mano que nos atacaba cogiéndola por la muñeca. Luego cambiábamos la guardia y repetíamos el proceso.

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Eran herramientas simples, que se podían construir con materiales abundantes en la región como el bambú, la madera o las piedras. No solo eran versátiles: también eran duraderas.

Los métodos definen el arte

Los métodos de entrenamiento definen el estilo de lucha. En las artes marciales tradicionales, los materiales preferidos eran la piedra, la madera y el bambú, tres componentes muy fáciles de encontrar. El objetivo es reproducir el 'taolu' de tu estilo —esto es, la forma de practicarlo— en la superficie del muñeco de madera, árbol o poste más cercano.

La clave de todo el proceso es mantener la precisión mientras se golpea algo que no se mueve, y por ende lograr la fortaleza mental que se requiere para superar el dolor y la muerte de terminaciones nerviosas para que nazca nuevo tejido: la armadura, en suma, del practicante de artes marciales.

Este material aparentemente tan simple es básico para la identidad del kung-fu. Un practicante de esta disciplina no se convierte en un auténtico maestro hasta tener su propio poste de madera y su juego de bloques de piedra para trabajar con los estudiantes. Los maestros de las artes marciales tradicionales consideran que estos métodos no solo sirven para generar fuerza y resistencia, sino también para medir el nivel de compromiso del estudiante con el propio kung-fu. Son sistemas que permiten endurecer el carácter, el cuerpo y la mente.

Aún hoy hay maestros que enseñan con métodos antiguos, y muchos jóvenes (especialmente occidentales) que buscan una identidad en la fusión entre su origen cultural y la elección que han hecho al decantarse por las artes marciales orientales. Los bloques de piedra y los muñecos de manera nos recuerdan que no importan los cambios que pueda haber en la sociedad: al final, hay valores atemporales que permanecerán siempre.

Sigue a Sascha Matuszak en Twitter: @SaschaMatuszak