Me metí hongos con Bloc Party e Interpol y todo lo que obtuve fue este patético pin

En el otoño de 2004 me uní a Bloc Party mientras la banda estaba de gira por Londres, Lille y Ámsterdam, como teloneros de Interpol. Para mí —una novata periodista en aquel entonces— y en comparación con Bloc Party —un tímido grupo de nerds que aún no había sacado su LP debut— Interpol parecía un grupo de músicos de rock bastante sofisticados y experimentados. Así que cuando la banda de Nueva York sugirió que tomáramos hongos después del concierto en Ámsterdam —porque la última vez Interpol había visto la cara de Nietzsche en la pared del baño de un club nocturno—, todos estuvimos de acuerdo. Aquella noche ocurrieron cosas peculiares, demasiadas como para contarlas todas aquí, incluyendo un intento fallido por armar una pequeña orgía y haber gastado 40 minutos viendo a alguien quitar y regresar un atizador de hierro de su soporte. Basta con decir que no me fue muy bien. Estaba muy drogada y consciente de que tenía que observar y recordar todo para mi crónica. Mi falta de experiencia como reportera, junto con los alucinógenos, me tenía sudando frío y atrapada en mi silencio. Todo el mundo lucía pálido y sudoroso esa noche.

Eventualmente, el guitarrista de Interpol se dio cuenta que yo estaba entrando en pánico mientras el tecladista me recetaba un frenético monólogo interior, por lo que me llevó a las 4 AM a caminar. Nos perdimos en las casi 50 hectáreas del parque Vondelpark durante tres horas: una experiencia que nos une hasta este día. No tengo idea de lo que Bloc Party hizo durante ese tiempo, pero en algún momento, cuando vagaba por las calles entre el hotel, el parque y el club nocturno, en busca de Nietzsche, me encontré con este pin, oxidado y aplastado contra el suelo en el borde de la banqueta, el cual resume a la perfección la rareza de esa noche.