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Música

Activismo de vitrina: Calle 13 es para chairos

Los Chés Guevaras de la música también se venden en playeras de 300 pesos.

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Chairo:

1. m. Bol. Sopa típica de las regiones andinas en que se pone chuño, papa, carne y verduras. (RAE)

2. En pocas y resumidas palabras, los Hippie fresas Posmodernos… todos medio mugrosones, todos "buena onda", todos marihuanos, y especialmente los chairos aman al Ché, y aman también el reggae, a Bob Marley y toda esa onda, generalmente tienen mucho dinero, no les gusta presumirlo, y no lo aparentan por la facha de hippies. Usan su dinero para apoyar causas nobles (generalmente para salvaguardar el medio ambiente) tales como, ir a mazunte a liberar tortuguitas bebes en el mar abierto… y plantar muchos árboles, y cosas así, pero cuando nadie los ve, se van de shopping a Santa Fe, Perisur y demás centros comerciales a comprar ropa de marcas europeas conocidas, tales como Zara, Pull&Bear, Bershka y toda esa cadena. (Vía)

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No estuve en el concierto del pasado 22 de noviembre en el Palacio de los Deportes, por lo que mi opinión sobre lo ocurrido en el escenario con Calle 13 y los padres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa está sesgada. Sé lo que me mostró YouTube. Vi mucha indignación al día siguiente en las redes sociales: en los puestos de merch vendían playeras “con causa” a 300 pesos. “¡Qué rápido se convirtieron los normalistas en el Ché! Activismo de vitrina, llévese su conciencia social puesta para que todo el mundo los vea y les dé un high-five por solidarios. Banda de oportunistas.” Unos días antes, René apareció con la misma playera en los Grammys Latinos. Quería dar un discurso contestatario al recibir su premio, pero les entregaron la estatuilla en el corte comercial. Poner el tema sobre la mesa, en un foro internacional y apolítico, es un acto de rebeldía al que muy pocos pueden aspirar y menos pueden lograr. René Pérez Joglar lo hizo. Sin embargo la nota fue negativa: “lucran con la pena nacional”.

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A lo largo de los años, he escuchado, leído y participado en todo tipo de comentarios al respecto de este combo puertorriqueño. Reggaetoneros, chairos, oportunistas, televisos venidos a más, etcétera. Debo confesar que en un principio, yo fui de los que los señalaron con el dedo flamígero que nos vuelve mejores que los demás. No los bajaba de unos oportunistas más que se subieron al tren del reggaetón. Me cagaban los huevos por sonar “latinos” (como si escuchar la música del primer mundo me hiciera más inteligente), los sentía primitivos: un one hit wonder que escuchamos hasta dormidos. Ya párenle con sus perreos y su bailecito de shoryuken cuando dice “estrít faiter”.

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Poco a poco, fue cambiando mi percepción sobre ellos. Creo que no fui el único al que le pasó eso. Se desmarcaron de esa movida tan mal vista por el público “educado”, dejaron de ser una banda de reggaetoneros para convertirse en un grupo que tiene algunas canciones con ritmos de reggaetón. Después de escuchar el primer álbum de Calle 13 con atención me di cuenta de que es un disco de hip-hop latino (‘ay goeeei, a poco no cambia la cosa!’), en donde el lenguaje y las ideas dejan al meneo de las caderas como un mero pretexto cultural. Es ágil, inteligente y lo más importante es que dio a pie a que la propuesta se sofisticara. Aprendí que mi juicio sobre Calle 13 era pobre y mal educado. Generalizar es una tarea muy sencilla: nos deslinda del análisis.

Hace unos días leí la columna del editor de este sitio, sobre la música y los movimientos sociales. Logró su cometido y me dejó pensando. El momento en el que Dylan y Hendrix y Jagger y Lennon y Baez y una interminable camada de músicos se pusieron a tono con lo que estaba ocurriendo en el mundo, es —quizás— un fenómeno irrepetible. Nos malacostumbraron, los idealizamos y de alguna forma siempre queremos encontrar al próximo Dylan, al poeta social de nuestra generación. Generalizamos de nuevo: los tiempos y el contexto cambian. A pesar de que desde esos lejanos sesentas han surgido actos y bandas que retan al status quo mediante sus acciones y su música, no hay nadie como Hendrix y su bella reinterpretación del himno nacional norteamericano. Los Chés Guevaras de la música también se venden en playeras de 300 pesos.

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Calle 13 invitó al escenario a Tom Morello el pasado sábado. Juntos interpretaron la canción que compusieron con Julian Assange y posteriormente hicieron una versión no tan afortunada de “Killing in the Name Of” de Rage Against the Machine. Tiene sentido verlos juntos, lo celebro. Para la generación de nuestros padres, Dylan logró abrir sensibilidades a través de la música. Probablemente si no hubiera existido Dylan muchos activistas que están haciendo un cambio en el mundo no existirían. Para mí fue Rage. Portaba orgulloso una playera de RATM que mostraba monjas armadas, me hacía sentir más educado, y me obligó a investigar más. “People of the Sun” logró que los fanáticos de la banda voltearan a ver lo que estaba pasando en Chiapas. El activismo de Zack de la Rocha —aunque de lejitos— me hizo informarme sobre la guerra de bajo impacto que el gobierno priísta estaba librando contra los indígenas en México. Leía las letras de sus canciones y gracias a sus referencias llegué a Naomi Klein, a Noam Chomsky, a Public Enemy. La música de esos cuatro gringos me hizo abrir un poco los ojos ante una realidad aparentemente distante: la política.

Hoy Calle 13 intenta hacer lo mismo, desde el discurso, la música y los ritmos de chairos reggeatoneros. Es probable que más de uno de los asistentes al concierto de la banda en el Palacio no tuviera idea de la gravedad de lo que está ocurriendo en México. El mero acto de subir a los padres de los desaparecidos y darles el micrófono en el escenario, es valiente y puede hacer la diferencia. Componer una canción sobre un tema incómodo y llevar un punto de vista hasta los oídos de los que privilegian las caderas a las palabras, es arriesgado y noble.

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Sin embargo, siempre existirá el que descalifica, el que pone etiquetas: oportunistas, activistas de vitrina. Chairos. Tal vez si cantaran en inglés y tuvieran ritmos más “evolucionados” el enfoque sería distinto. Mi colega Carlos Dávalos, compartió una opinión en Facebook el día después del concierto. No podría estar más de acuerdo: “Me imagino que piensan lo mismo de Radiohead, cuando la banda se pronuncia por causas ambientalistas, o de Rage Against The Machine cuando se pronunciaron por la causa zapatista, incluso por Massive Attack hace una semanas, con su ‘pienso, luego me desaparecen’, también seguro piensan lo mismo de Bob Marley, cuando unió las manos de Michael Manley y de Edward Seaga, rivales políticos, en un escenario. (…) Los que hayan tenido la oportunidad de hablar/entrevistar a los hermanos Pérez, de Calle 13, saben que son personas muy bien intencionadas, centradas y sin agendas ocultas. Y lo de ayer fue una manifestación increíble de su disposición y de su interés por estar parados del lado de los chidos.”

No es responsabilidad de los músicos entrar en análisis académicos sobre los temas delicados, y si el hecho de que utilicen el escenario y los reflectores para generar conciencia, análisis, investigación y diálogo sobre el tema es asunto de chairos, bienvenida entonces la chairiza.

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