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Música

Si vamos a acabar con el sexismo en la industria musical, el diálogo en torno a éste tiene que cambiar

¿Hemos creado un clima que está demasiado abrumado por la negatividad?
Emma Garland
London, GB

Desde que Miley Cyrus se subió al escenario de los VMA’s y sacudió sus calzones de PVC color carne en dirección a los perturbadores pantalones de Robin Thicke, los medios han generado una obsesión con mencionar el sexismo en la industria musical. La última institución en ser señalada de mala manera son los festivales de Reading & Leeds, que lograron ensamblar un cartel con un 89.6% de bandas con miembros masculinos únicamente. La igualdad de sexo se encuentra actualmente en el primer plano de la conciencia pública entonces, justificadamente, la gente volteó a ver este caso.

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Por supuesto, el cartel de Reading & Leeds siempre ha sido igual de masculino que un clásico futbolero. Lo que ha cambiado no es el porcentaje de actos femeninos en el cartel (el año pasado fue ligeramente mayor), sino la disposición de la gente para mencionar una injusticia cuando la ven. Pero aún estamos en la etapa de identificar problemas que están muy lejos de ser resueltos, y hemos alcanzado un punto en donde la discusión del género en la música tiende a tener un entendible enfoque negativo. Señalar los errores es obviamente un paso importante en el camino hacia el cambio, pero con tanta crítica y tan poco progreso, ¿hemos creado un clima que está demasiado abrumado por la negatividad?

Hace unas semanas, la líder de Perfect Pussy y siempre positiva Meredith Graves, envió el siguiente tweet que estalló en el universo como una estruendosa llamada a las armas: “Campaña para desarmar a los horribles y obsoletos críticos de rock y reemplazarlos con niñas adolescentes de 2015”. Parece una premisa justa sin importar el contexto, pero fue escrita en respuesta a cierto periodista musical establecido que hizo una reseña del nuevo álbum de t-U-n-E-y-A-r-D-s no en base a su contenido, sino a la apariencia física de Merrill Garbus. “Siempre la he encasillado como una rara hiperconsciente e hiperemocional con un antiguo problema de peso y una voz generosa,” escribe, antes de sugerir que la canción “Rocking Chair” surgió del miedo subconsciente de Garbus de romper una.

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Si, probablemente este tipo se merecía una patada verbal, pero Graves logró cambiar su condena hacia él en una declaración de empoderamiento para aquellas a quienes él estaba socavando. Tan imposible como es callar a cada idiota, Meredith Graves sabe cómo elegir sus batallas. En una buena jugada, ella deconstruyó la idea fosilizada de que el respeto se debe ganar de acuerdo a la edad y al género. Implícito dentro de eso está el punto de que las mujeres jóvenes son igual de jodidamente importantes y deberían de ser tomadas al menos tan seriamente como los tipos ancianos que las están juzgando en nombre del periodismo musical. No estoy diciendo que la objetividad deba de salirse automáticamente por la ventana cuando esta dinámica ocurra, pero, por ejemplo, cuando tienes a Paul Lester - un crítico de edad media de The Guardian - describiendo la música de Girlpool como “ser arrinconado por un par de personajes de Girls de HBO y hecho para escuchar los problemas de sus novios con agudísimo detalle”, tienes que cuestionarte si estos “respetados” periodistas musicales merecen algún respeto cuando están en el negocio de silenciar las voces que todos haríamos bien en escuchar con atención.

(Girlpool, foto por Alex Baxley via Facebook)

Es tentadora la idea de gastar todo nuestro tiempo gritando acerca de los sistemas prevalecientes que posicionan a los hombres ancianos como los “cuidadores” del buen gusto, con el que las mujeres jóvenes se encuentran constantemente peleando para salir de ellos. Pero en el esquema general de las cosas, ponerse intenso con el papá de alguien por no “entender” a Girlpool no suena tan útil. Tan amplio como su grupo de interés puede ser, su demográfico no es definitivamente Crítico Masculino de Periódico Al Que Le Fue Solicitado Escribir Acerca de Ellos, Edad 35-59. En el interés de ser más constructiva, por cada cucharada de odio que descargamos en la cara de los críticos frustrados, deberíamos agregar el doble de reforzamiento positivo para balancear las cosas. La joven de 16 años Tavi Gevinson, fundadora de Rookie - una revista en línea para niñas adolescentes - lo dijo mejor en su discurso del 2012 de TEDxTeen: “No puedo reconocer un problema sin también reconocer a aquellos que están trabajando para arreglarlo”.

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Todos podemos aprender un poco de Gevinson girando nuestras atenciones positivamente hacia todos los artistas que están hablando directamente a las mujeres jóvenes y aceptando mierda de nadie. Porque si te detienes a escanear el panorama musical por un milisegundo, encontrarás montones de ellos. Desde la alza de Girlpool hasta el regreso de Sleater.Kinney, el número de mujeres - particularmente mujeres jóvenes - artistas comandando la atención justo ahora es inspirador. Adventures de Pittsburgh acaban de estrenar uno de los mejores álbumes de pop-rock de la última década, La voz trémula de Mitski ha estado tirando de los corazones de todos desde Rolling Stone a Ryan Hemsworth, y Skinny Girl Diet ha sido una figura constante en la tela política de Londres, tocando shows benéficos y festivales artísticos en apoyo a los derechos de las mujeres más seguido de lo que tú llamas a tus papás. Y esos sólo son unos cuantos ejemplos de una larga lista de mujeres que hacen música que constantemente están haciéndolo bien, pero aparentemente el circuito de festivales del 2015 decidió en masa deslizar furtivamente este memo de la mesa a la basura, probando una vez más que cuando se trata de abordar el tema de las mujeres en la música, nunca ha sido una cuestión de números, sino una cuestión de visibilidad.

How it would look if the Reading / Leeds line-up only included the acts that have a female musician in the band. pic.twitter.com/xpEgI0gNUB

— Crack In The Road (@crackintheroad) February 24, 2015

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Las razones por las que han vuelto a ser subrepresentadas una vez más son muchas: en última instancia es sintomático de los valores patriarcales que aún dirigen todo desde la disparidad en los salarios hasta el impuesto a los tampones. Pero es también un círculo de causa y efecto, que Anika Pyle, la vocalista de Chumped, resalta en un artículo para Vulture: “mientras más mujeres veo [tocando música], más me emociono”, escribe. Adversamente, la ausencia de mujeres en los carteles puede aumentar el clima de desaliento y reforzar el concepto de que la industria de la música es, y siempre será, “un club de hombres”. Pero ese concepto se está volviendo cada vez más endeble. Se siente como si hubiéramos entrado a un diálogo cíclico de críticas, donde las pequeñas victorias son consideradas más satisfactorias que derrocar genuinamente los problemas más grandes. Los acusados se defienden a sí mismos entre ellos, y eventualmente alguien se rinde y pasa al siguiente tema - porque, en un mundo en donde las mujeres aún son tratadas como un género musical y no como un género en si, los periodistas aún comparan a cualquiera con cromosomas XX y una guitarra con Bikini Kill, y los grandes festivales sólo parecen ser capaces de apoyar a las mujeres en una forma que es “auto felicitante, condescendiente y abierta al otro” (hola Bestival), siempre habrá algo más de qué quejarse.

Del mismo modo que las noticias tienden a enfocarse en las tragedias del día, cuando se refiere a asuntos que giran en torno al género en la música, la mayoría de los medios masivos prefieren enfocarse en quién la cagó. No todos saben quienes son las hermanas Crutchfield, pero todos pueden “conocer lo que el tipo de esta banda dijo” y hacer un juicio moral. Estos son el tipo de artículos que verás dando vueltas en las redes sociales acompañados de ciertos grados de odio, no aquellos escritos directamente de la experiencia personal o abordando la relación las políticas raciales, el feminismo y la música - cosas de las que la gente podría en realidad aprender algo. A menos que comencemos a tratar la voz de las mujeres con la misma importancia que los comentarios en torno a ellas, y presentemos a las artistas como individuos más que como soluciones a los problemas que las preceden, nada cambiará. Depende de los medios proveer un balance, ofrecerle a la gente alternativas a las cosas que les están diciendo que son problemáticas., porque nadie sabe hacia donde ver o que pueden hacer para ayudar. Pero también está en nosotros el compartir activamente la mayor cantidad de artículos educativos al respecto tanto como podemos exponer la actividad de Devin Rubén Pérez en 4chan.

(Bleed the Pigs, foto por Julian Guevara)

Los medios tienen una gran influencia en darle forma al diálogo que gira en torno al sexismo en la industria musical, y para aquellos que trabajan en contra de esto, a veces puede sentirse como gritar al vacío. La importancia de hacer notar las cosas cuando las vemos no puede ser exagerada, pero al mismo tiempo, nunca nada ha progresado sólo por señalarlo y decir que está de la mierda. Tienen que haber el mismo número de acciones positivas para que el cambio en realidad ocurra. Todas las artistas que he mencionado son de alguna forma parte de esto por el simple hecho de existir, pero a fin de cuentas sólo están haciendo lo que hacen porque quieren hacerlo, no porque estén librando una guerra. No está en ellas, así como no está en las mujeres en general, ser instigadoras del cambio. Hablando para i-D, Meredith Graves comenta: “Me he reventado el culo por más de una década intentando ser vista como un igual. No voy a hacerlo más. Podría trabajar hasta que se me cayeran los dedos y aún así no convencería al 90 por ciento de las escena punk dominada por hombres de que merezco que sea tratada como algo más que una curiosidad. El ímpetu para cambiar no debería de seguir siendo responsabilidad exclusiva de las mujeres”.

La responsabilidad recae en todos nosotros para tratar a las mujeres en la música de la misma forma que los hombres han sido tratados desde siempre, no fetichizarlas como fenómenos, objetos sexuales o simples soluciones a un problema común. Pero también deberíamos ser conscientes de no inundar el diálogo del sexismo en la industria musical con tanta negatividad que las voces progresivas que tenemos terminen siendo dejadas de lado. Entonces, eventualmente, tal vez lleguemos a una época en la que alabar a una banda basados en su mérito y no en su género sea una realidad, no sólo una frase que los bookers de los festivales más grandes presuman como una forma de defensa.

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