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Música

Cómo sobrevivir al lunes después del Corona

Qué más da cambiar de opinión y morirse de cansancio, tener un lunes de mierda, llegar a las 3 de la mañana.

Vamos a hacer lo contrario de ayer. Qué más da cambiar de opinión y morirse de cansancio, tener un lunes de mierda, llegar a las 3 de la mañana.

La una de la tarde es una hora terrible cuando se vive en domingo. Es una hora timorata, que anuncia que está a punto de ser muy tarde para cualquier cosa y que el lunes ya empieza a mirarte de cerca.

¿Cuántas veces puedes conjurar esa hora terrible con ruido? No seas nena. Si ayer era prudente no aparecer hasta las cinco de la tarde, hoy la prudencia debe aniquilarse. Tu premio por necear será apenas media hora con Iceage, pero será suficiente para recordarte que a pesar de las disonancias -el probable sol de esa hora, la probable soledad del escenario- sigue habiendo lugar para la distorsión, el feedback que hiere los oídos y los músicos que se despeinan e improvisan. Con sangre en las venas.

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Hay algo absurdamente primitivo en las guitarras secas de The Black Angels. Es un impulso certero que te obliga a ondear los brazos, desguanzarte, agachar la cabeza y sumir la barbilla mientras miras fijamente al centro del escenario. El gesto casi universal del malora. Apenas te va a dejar espacio para salir del trance sicodélico y sucio e ir corriendo a Mueran Humanos. Sí, corriendo. No hay que perderse esto. Garage sin concesiones, hombre y mujer que tienen sexo y lo reflejan en cada pieza. Desde el exilio en Alemania, los argentinos se desmarcan de cualquier nacionalismo y le rinden cuentas a sí mismos. La estela de Alan Vega esté con ustedes.

No hay forma de escapar de la adolescencia. Es un estado mental del que uno, tal vez, nunca sale. Las decisiones que se toman cuando las hormonas te nublan no siempre -casi nunca- serán buenas. La música puede permear en uno y hacerlo fracasar años después, todo por no escuchar los discos correctos. Jimmy Eat World pervive en la memoria como el gran disco de los dieciséis años. Sus canciones te ayudaron a salir de más de un trance emocional. Y ese vatillo que eras, que eres, la morrita berrinchuda que sigues siendo, no te perdonarán saltarte este momento. No han cambiado nada y no es necesario.

Ahora, al castigo celestial. Fuck Buttons lastima el oído, su ruido estático y sus baterías industriales incendian sin concesiones bajo sus efectos de tecno brutal. Más vale perder frecuencias audibles para siempre con un sonido de sierra eléctrica, que por traer a todo volumen musiquita marica en los audífonos de tu iPod pirata. Si te da miedo tener tinnitus permanente, ni te acerques. No te mereces perder sonidos en este espectacular trance.

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Mujeres, mujercitas, mujerones. Hay que ser muy idiota para preferir asistir al teatrito superfluo de Fun. o de Vampire Weekend en vez de ver morras con instrumentos. El cielo según Prince.

Y no cualquier clase de morras. Savages puede cargar con la sombra de haber sido tildadas de the next best thing en UK, una etiqueta por demás dudosa y sombría, pero un minuto con ellas despide las habladurías. Mujeres sin miedo tocando lo que les da la gana.

Es una desgracia que no pueda uno quedarse a sentir que quiere cocerse a alguien a golpes porque las otras mujeres, las Breeders, esperan. Quien haya decidido este empalme de horarios merece una patada en el culo. No entendió nada. Kim Deal ya no está más en Pixies y está bien. Su relación con Frank Black y sus compañeros nunca sanó del todo. Qué hueva tocar en un grupo con eterna tensión. Deal tiene un enorme backup con un proyecto en el que ella dirige y nadie le arrebata la batuta. Hace veinte años que publicó 'The last splash' y decidió tocarlo al completo, en orden. Un homenaje certero a la imaginación desbordada y los ganchos inolvidables que contiene la obra. Tírate una cerveza encima por brincar apenas suene el primer acorde del bajo en Cannonball.

Los olores van cambiando. Si en la tarde temprana apenas se percibían lociones y alcohol de forma vaga, ahora el sudor y el chupe transpirado son la norma. Para ahondar en esa colección de aromas, Arctic Monkeys hará que te repegues al más cercano y el sudor de ambos se fundirá. Hermanados por el líquido, brindarán en complicidad con aquellos escuincles en el escenario que han sabido cruzar las barreras del hype y convertirse en lo que han querido.

Podrías salir corriendo y tratar de alcanzar el principio de Miss Grimes, la morra que ha protagonizado más fantasías eróticas en los últimos 3 años y a la vez ha tenido los huevos para describir con agudeza lo que significa ser mujer y actuar en un escenario con las patadas del macho-músico aún vivas. Ahora regrésate en chinga porque lo que hace Josh Homme hay que verlo al menos una vez. El estado soporífero del hasta-el-huevo se manifiesta con fuerza en el repertorio de estos droggies de cepa. Una patada en la nuca que no te noquea pero te deja nublado, a punto.

Necio, neciesísimo, vas a tratar de terminar con esto de la mano de Giorgio Moroder. Un viejo de 73 años que parece estarle recordando al mundo que su versión de sensualidad en los últimos 40 años fue sonorizada con sus cánones. Ponte flojito porque después del último paso disco llega el lunes.

Otra vez, otro año en que te vas a preguntar si vale tanta pena todo el suplicio del regreso a casa, la pesadumbre del día siguiente manifestándose como platillos de metal con tu cabeza en medio. Vas a malviajarte pensando en los años que llevas yendo a conciertos, muchos o pocos, y te preguntarás qué sigue. "El otro año llego muy tarde. El otro año me vengo con alguien en pinche coche. El otro año no regreso".

La respuesta va a estar en el lunes. Entre más sientas los moretones, físicos o emocionales, más vas a querer volver el otro año. Masoquismo, baby.