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Música

Jugué el nuevo Guitar Hero y ahora soy el puto amo del emo

Todos mis sueños y todas mis pesadillas se hicieron realidad virtual.

La van se estacionó enfrente del Zephyr Lounge en el Leamington Spa, una hora a las afueras de Londres, y vomitó a nuestro grupo, jetlaggeado y parpadeando ante la repentina aparición del sol británico. Adentro, el lugar resultó ser un típico club de rock con forma de chorizo, con un piso de linóleo blanco y negro y paredes recubiertas de capa tras capa de pintura negra y posters. Una charola de sandwiches y café instantáneo nos estaba esperando.

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Se sentía como una parada poco prometedora en la etapa jodida de una gira de rock, pero en realidad estábamos en una conferencia de prensa para el nuevo juego de la serie Guitar Hero, así que en vez de montar amplificadores y hacer soundcheck nos dieron nuestros sets individuales de TV/PlayStation y un control de plástico en forma de guitarra para que nos lo colgáramos encima.

Es apropiado que la excursión se sintiera tanto como la vida de una banda ordinaria, ya que Guitar Hero Live—la primera edición de la serie desde el 2010—fue diseñado por FreeStyle Games para simular lo más verazmente posible el sentimiento de tocar en directo con una banda. Atrás quedaron los caricaturescos avatares de las ediciones anteriores, junto con su perspectiva en tercera persona. En Live tú tocas en una banda junto a compañeros reales (elegidos de un cast de bandas londinenses reales) para un público de seres humanos reales (al menos en las primeras filas), con una perspectiva en primera persona.

El punto central del juego es que, por ejemplo, eres el guitarrista de una banda ficticia llamada Vivid Screams, la cual está tocando un set pequeño en un festival de música al aire libre, uno bastante británico en apariencia, en un enorme campo, y otro en el centro de una ciudad llena de rascacielos, a la Lollapalooza. Cada una de las bandas tiene su propia identidad (emo, pop-folk, hipster-bro, punk de puras chicas), su propio setlist (compuesto por canciones de bandas reales que forman parte de cada nicho), público, escenario, e incluso un crew distinto que está en el backstage y te choca las manos antes de que te subas a tocar al escenario. El nivel de detalle de cada uno de los ambientes es casi ridículo. Una vez harás parte de la Portland Cloud Orchestra, una banda onda Lumineers, con la que tocarás en un escenario íntimo para un grupo de hippies tranquilos bajo luces tenues colgadas por doquier. Y otra serás parte de Blackout Conspiracy y serás el acto telonero del escenario principal, con fuegos artificiales y hordas de chicos emo aclamándote por doquier.

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El realismo amplificado de esta nueva edición del juego no está confinado únicamente a los gráficos. FreeStyle rediseñó ampliamente el control, quitándole varias de las cualidades que hacían que pareciera un juguete, y haciendo que se vea y sienta más como una guitarra real. El nuevo control tiene un retoque de pintura en negro y dorado mucho más refinado, y un esbozo de veteado de madera en el diapasón, pero el cambio más significativo es en los controles del cuello de la guitarra. En vez de una hilera de botones en colores primarios, hay dos sets de tres botones, uno al lado del otro, que permiten que el juego se acerque a los acordes reales, además de aproximarse al sentimiento de pasar de una cuerda a otra. Eso, junto a lo que se siente como una traducción más precisa de las notas musicales reales a las “notas” del control, hace que el juego se sienta como una experiencia mucho más real de estar tocando la guitarra, en comparación a cualquier otra edición anterior del juego.

La innovación más tortuosa es el hecho de que el saltarte notas ahora tiene consecuencias. FreeStyle desarrolló una elaborada instalación de cámaras controladas por movimiento, que permite que el juego cambie de manera casi imperceptible entre dos canales de video. Cuando estás tocando bien, el público te aclama con gritos de amor y tus compañeros de banda te echan unas sonrisas tipo “estamos tocando del putas, ¿no?”, pero si erras demasiadas notas al hilo, entonces el afecto se convierte en abucheo y te lanzarán basura, mientras que las sonrisas se convierten en muecas que parecen gritar “¿Por qué estás arruinando mi carrera así, imbécil?”.

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La experiencia en general es impresionantemente envolvente, especialmente si estás a un pie de la televisión y tus ritmos circadianos se han alterado a un grado alucinante. De la selección limitada de canciones que pudimos catar, yo escogí un tema de Pierce the Veil, una banda emo que nunca había escuchado antes, y me encontré sobre el escenario con Blackout Conspiracy frente a un grupo de decenas de miles de fanáticos vestidos apropiadamente. Mis años de tocar shows, combinados con un trastorno de ansiedad generalizada, se combinan en sueños recurrentes que tengo en los que estoy sobre un escenario con una banda que no conozco, pero que necesita que toque con ellos una canción que no tengo idea cómo tocar, y gracias a la cinematografía innovadora de FreeStyle y su atención al detalle, me encontré de pronto entrando a una reproducción de alta definición de esa pesadilla recurrente.

Las cosas empezaron de manera prometedora, y supongo que por primera vez en mi vida sabía cómo era formar parte de una banda de emo súper exitosa. Cuando mi avatar volteó al público vi rostros emocionados, y un tipo en la hilera del frente se rompió la camiseta para enseñarme un tatuaje del logo de Blackout Conspiracy que tenía a lo largo de su pecho, mientras mis compañeros de banda me miraban admirados. Sin embargo, pronto la combinación de una canción desconocida con un control desconocido, y el hecho de que soy naturalmente peor en Guitar Hero que tocando una guitarra real, se unieron y empecé a fallar en nota tras nota. Todo se fue en picada. El vocalista me miró con gran desdén. El rostro del tipo que se había arrancado la camiseta cambió, y aparentemente empezó a arrepentirse de haberse tatuado en el cuerpo el logo de mi banda. Por primera vez en mi vida supe exactamente cómo era estar en una banda de emo súper exitosa, la cual la estaba cagando de manera impresionante enfrente de un público enorme. Me imaginé los encabezados sobre lo desastrozo que estuvo nuestro show, uno en especial que aparecería en la versión de Billboard del juego. Era justo como mis sueños.

Las cosas mejoraron después de eso. Toqué “My Songs Know What You Did In The Dark” de Fall Out Boy al menos una docena de veces en el lugar del festival americano y me volví bastante bueno, así que se sintió como formar parte de Fall Out Boy y tocar para un enorme público que te adora (spoiler: es un sentimiento bastante gratificante). Probé la opción de Guitar Hero TV, la cual te permite hacer stream de un rango mucho más amplio de material, que las veintitantas canciones disponibles en Live (y que me permitió tocar el himno de crack-blues de ZZ Top “I Gotsta Get Paid”).

Eventualmente me volví bastante bueno, y me di cuenta que por más ambicioso que había sido el discurso que nos dieron los de FreeStyle antes de que jugáramos el demo, en el que nos hablaron sobre el realismo de Live, el juego sí cumple lo que promete. Al final pude tocar bien “Now” de Paramore, y cuando el vocalista de la banda me sonrió con aprobación, se sintió como un reconocimiento mucho más legítimo de lo que me gustaría admitir. En general, ser una estrella de rock que toca en festivales fue una experiencia bastante satisfactoria. Y lo mejor de esta gira fue que, cuando todo terminó, no tuve que cargar nada de vuelta hacia la van. ***

Guitar Hero Live ya está disponible en tiendas.

Miles Raymer es un adolescente en su mente. Síguelo en Twitter.