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Música

Nixon, drogas y rocanrol. Segunda parte: Jefferson Airplane

Cuando Grace Slick quiso ponerle un chingo de LSD a Nixon en su tesito.

Pues no. Así son los colmos y Nixon no sólo tuvo una experiencia cercana con las drogas, sino dos (por lo menos). La vez pasada les conté del encuentro que sostuvo dicho personaje junto con Elvis Presley, quien, en una especie de obsesión que los drogadictazos suelen tener, buscaba únicamente una placa más para su colección de, pues sí, insignias y placas, y no combatir a las malditas drogas.

Pero acá las cosas son diferentes. En esta ocasión les “vengo presentando” algo que se quedó en una mera anécdota, pero que pudo haberse convertido en uno de los episodios más cómicos y a la vez interesantes en la historia política de los Estados Unidos, en donde, no hay duda, existen un chingo de ellos.

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Por donde se le quiera ver, fueron los hippies quienes pusieron a San Francisco en el mapa. A mediados de la década de los sesenta, la música psicodélica tuvo su génesis, y una de las bandas más emblemáticas tanto de la ciudad como del género musical fue Jefferson Airplane.

Grace Slick, quien en ese entonces era una jovencilla que trabajaba como modelo y apenas había comenzado su carrera como cantante, asistió a uno de los conciertos de esta banda. Estando ahí pensó que podría hacer lo que la cantante Signe Anderson hacía, o al menos eso dijo en una entrevista. En fin, los astros se alinearon y ésta última abandonó Jefferson Airplane por ahí de 1966 y Paul Ketner y Marty Ballin (los líderes de la banda) decidieron incluir a la guapísima Slick a las líneas Jeffersoneras.

“Somebody to Love”, a pesar de no haber sido escrita por ellos, es su canción más famosa. Podríamos decir que “White Rabbit” le sigue. Esta canción la escribió Slick supuestamente en menos de dos horas y es una clara referencia a Alicia en el País de las Maravillas, pero también, admitámoslo, al consumo de estupefacientes, o drogas pues. Ésta no fue la única vez, y por esta razón, muchas de las canciones de Jefferon Airplane serían vetadas por el gobierno estadounidense. Por favor, estamos hablando de Richard Nixon.

Y pues sí. Resulta que la hija de Nixon, Tricia, asistió al mismo colegio que Slick, quien en ese entonces se llamaba Wing, Grace Wing. Al parecer dicha escuela era una chingonería, o muy cara sin necesariamente funcionar como sinónimo en este u cualquier otro caso, pero el chiste es que era muy buena. En una entrevista, la propia Slick confesó que fue la gran educación que tuvo lo que le permitió darse cuenta de muchas cosas, entender el mundo de otra forma, querer una vida diferente, etcétera, etcétera, etcétera. Esto nos demuestra que más bien las influencias vienen de otras partes y no sólo de la escuela, por más que Slick la defienda… Es decir, por un lado la tenemos a ella, y por el otro a Tricia, que bueno, es Tricia… ya es cosa de cada quién hacer lo que quiera, sea limonada o un pie (pai) o mermelada… pero bueno, éstas no son lecciones de vida. En fin, era 1969 y Tricia invitó a todas las chavas que se habían graduado del mismo colegio a tomar el té a la Casa Blanca.

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Slick recibió la invitación e inmediatamente llamó a Abbie Hoffman (un líder social, un hippiazo, y figura muy importante de los años 60) para que la acompañara… “¿A dónde crees que vamos a ir?”, preguntó Slick a Hoffman… Es curioso, ¿la cantante de una de las bandas más transgresoras, psicodélicas y políticamente incorrectas de aquellos años, invitada a la Casa Blanca a tomar el tesito con Nixon? Algo debía hacer, y efectivamente, Slick decidió poner una importante cantidad de LSD debajo de su uña para que en el momento oportuno lo pudiera echar en el té de Nixon. Imaginar al presidente del país más poderoso del mundo, quien para colmo era el güey más antidrogas de la historia, arrastrándose por el piso, hablando incoherencias, volteando a ver a todas partes sin saber qué chingados le estaba pasando, hubiera sido uno de los eventos más cagados de la historia política del mundo. Digo, hemos visto al Fox en Prozac, a Calderón todo pedo, y luego al Peña como que a veces se le traba la mandíbula, pero ¿en ácido? Eso sería algo muy interesante. A ver quién se anima cuando ande en Los Pinos.

Bueno. Lamentablemente Slick estaba fichada por el FBI, y tal vez sigue estándolo porque son una bola de ridículos. Al llegar a la puerta de la Casa Blanca, le negaron la entrada y pues todo se arruinó. Ella confiaba en que al usar su apellido de soltera, Wing, podría entrar, pero no se pudo. La topaban de pies a cabeza: “Usted es un riesgo de seguridad”, le dijeron. Afortunadamente no la revisaron, pues habrían encontrado un frasco con un chingo de LSD concentrado y una uña del meñique muy larga.

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Es curioso que Slick se atribuya la idea a sí misma, cuando también Paul Kantner lo hace. A mí me daría igual, y creo que confío más en Slick que en Kantner, no sé por qué. En una entrevista, quien fuera líder de Jefferson Airplane dijo: “Humildemente, esto es algo por lo que tengo que tomar crédito”. El guitarrista también dice haberle sugerido a Slick que lo hiciera. En realidad no importa de quién fue la idea. Tal vez si hubiera sucedido, importaría, pero no pasó. Puros egos peleados aquí, supongo…

Quienes conocen a Slick podrán darse cuenta de que es una persona terca. No se iba a quedar con los brazos cruzados así nomás. Y así, por frustración y venganza, un año después de este episodio, es decir, en 1970, lanzó junto con Jefferson Airplane una canción no tan conocida llamada “Mexico”. Pocos la conocen porque obviamente el señor Nixon la prohibió, pero básicamente se trata de una protesta, una muy fuerte protesta, contra su Operation Intercept que había sido anunciada a finales de 1969. Nixon ordenó que la frontera entre los dos países se vigilara constantemente para impedir el paso de marihuana. Le querían poner ácido en su té y este güey preocupándose por la pinche mota… En fin, junto con Díaz Ordaz (ah, ¡qué bonitos personajes nos sacamos de las mangas!), Nixon acordó que cada coche que cruzara la frontera fuera revisado al menos durante 3 minutos. Así, según Nixon, se detendría el flujo ilegal de mota. Esta estúpida ley duró apenas 20 días porque todos los turistas que iban y venían dejaron de hacerlo tan seguido.

“Mexico” le permitió a Nixon prohibir que cualquier canción que hiciera referencias al uso de drogas se transmitiera por radio. Y bueno, una vez que escuchen la letra que Slick escribió, podrán darse una idea del porqué de este veto. Claro, sólo si te pones a pensar como Nixon lo habrías hecho. De cualquier otra forma, es pura estupidez. Yo, en cambio, me habría puesto feliz por escuchar mi nombre en la canción. Y sin duda lo haría en cualquiera que sea.

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Lee la primera parte de Nixon, drogas y rocanrol aquí.