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Sexo

Nathalie Daoust fotografía a las mujeres de un hotel sadomasoquista de Japón

Nathalie Lust fotografió a cerca de 40 trabajadoras y las salas temáticas del Alpha-In, un famoso salón sadomasoquista de Tokio

Fotografías por Nathalie Daoust

Nathalie Daoust es una fotógrafa canadiense que vive en Berlín. Ha viajado por todo el mundo, desde Brasil hasta Suiza y Japón, investigando la sexualidad femenina. Recientemente fotografió a cerca de 40 trabajadoras y las salas temáticas del Alpha-In, un famoso salón sadomasoquista de Tokio. Hace poco me contó cómo obtuvo permiso para hacer las fotografías —a pesar de que las políticas del lugar lo prohiben— y cómo se acostumbró a ver hombres en ropa interior a los que paseaban como si fueran perritos, entre otras cosas.

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VICE: ¿Cómo terminaste fotografiando en el Alpha-in?
Nathalie Daoust: Viví en un art hotel en Nueva York entre 1997 y 1999, el Carlton Arms Hotel. Allí completé mi primer proyecto fotográfico. Cada habitación tiene un tema y una decoración diferente creada por un artista diferente.

Ahí conocí a muchos turistas japoneses que me hablaron de los hoteles del amor. Al igual que el Carlton Arms, los hoteles del amor también tienen habitaciones temáticas, de ositos de peluche, de naves espaciales, etcétera. Después de terminar mi proyecto en Nueva York, me mudé a Tokio para documentar esos lugares. Cuando llegué, la gente siempre me decía que el más grande e interesante era el Alpha-In. Así que fui.

El Alpha-In no permite hacer fotografías. ¿Cómo obtuviste acceso?
Tuve que volver muchas veces para convencer al dueño. Por suerte, finalmente dijo que sí, y me hizo una visita guiada de dos horas para mostrarme las habitaciones y contarme historias del lugar. Al final de la visita, me dijo que podía volver y hacer todo un proyecto sobre el Alpha-In. Tomé nota mental y en 2008 pregunté si podía fotografiar el hotel y a las mujeres que trabajaban en él. Aceptó y fue muy amable, hasta el punto de darme acceso a todas las habitaciones. (Puedes ver las habitaciones en 3D en mi sitio web). El dueño quedó muy contento con el proyecto y, desde entonces, cambió su política de no grabar y no fotografiar. Ahora da permiso si encuentra con una propuesta interesante.

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¿Cómo era la vida diaria ahí?
Estuve en el hotel casi a diario durante cuatro meses, desde la mañana hasta la noche, pero no dormía allí. Ahora estamos trabajando en un documental sobre el hotel, y el dueño me ha ofrecido una habitación para que pueda tener la experiencia completa.

En cuanto a la vida cotidiana, digamos que me acostumbré rápidamente al sonido de los látigos y a los gritos de la gente. Incluso ver mujeres paseando a hombres como perros, con correas atadas a la ropa interior, se volvió algo normal.

¿Todas las mujeres que trabajaban ahí querían formar parte del proyecto?
Creo que el hecho de que el hotel no permitiera que se hicieran fotos y que el dueño me estuviera dando un cheque en blanco con su permiso para fotografiar ayudó a que ellas confiaran en mí. Tuve suerte porque la primera mujer a la que se lo pedí y accedió me presentó a otras y esas a otras más. Al final tenía más mujeres que tiempo para fotografiarlas.

¿Por qué te centraste en fotografiar solo a las mujeres y no a los clientes?

Comencé fotografiando a las chicas con sus clientes, pero pronto descubrí que no estaba interesada en los hombres y sus historias. Lo que me fascinaba eran las mujeres y sus razones para hacer ese tipo de trabajo. Especialmente en Japón, donde las mujeres son vistas como bellezas pasivas. Además, cada sesión de fotos duraba unas cuantas horas y nos pasábamos la mitad del tiempo hablando y conociéndonos. Cuando estábamos solas, aprendía mucho más sobre sus vidas privadas, sus razones para hacerlo y cómo se sentían.

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Al contrario que ese estereotipo de bellezas pasivas, en tus fotografías vemos a las mujeres en su rol de dominatrix. ¿Qué opinas de ese choque de roles?
Es algo extraño en muchos sentidos. Las mujeres que deciden realizar este tipo de trabajo son muy diferentes a los estereotipos, pero al mismo tiempo esa pasividad ha estado profundamente arraigada en ellas desde la infancia.

Aunque son mujeres muy fuertes, muchas saludan a sus clientes inclinándose ante ellos, poniendo las manos en la boca y riendo como colegialas tímidas, y luego caminan a los cuartos detrás de sus clientes. Al segundo que cierran las puertas los roles se invierten.

También fotografiaste un burdel barato en Río de Janeiro. ¿Qué comparaciones e ideas trajo esa experiencia a tu trabajo con las mujeres del Alpha-In?
Las mujeres en Japón tienen una situación económica muy distinta a las de Brasil. La mayoría de mujeres que entrevisté en Tokio me dijeron que lo hacían únicamente por el dinero o la pasión. Estoy segura de que muchas en Japón se ven obligadas a ejercer ese tipo de trabajo, pero me da la sensación de que las mujeres que conocí siempre lo hacían por su propia y libre decisión.

Un ejemplo puede ser el de la dominatrix que de día tenía un empleo como dentista, pero tenía problemas para encontrar a un compañero que estuviera metido en el mundo sadomasoquista, por lo que decidió volverse una dominatrix a sueldo para tener acceso a estos hombres. Ella decía que era una manera fácil de conseguir favores sexuales.

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¿Dónde se desdibuja esa línea entre la fantasía y la realidad en ese salón sadomasoquista? ¿En tus fotografías, quizá?
El hotel es un lugar al que la gente acude para escapar de la realidad, y a las mujeres se les paga para que los ayuden a escapar completamente. Incluso hay una costumbre, cuando los clientes llegan se les pregunta qué quieren: flagelación (fuerte, media, suave), abuso verbal (intenso, suave, ninguno). De esta manera pueden saber exactamente lo que desean y controlar los pormenores de la experiencia.

Represento esa mezcla de realidad y fantasía mediante la distorsión de las imágenes en el cuarto oscuro. Doblo los negativos mientras hago impresiones hasta obtener una imagen distorsionada, lo que personifica ese sensación a caballo entre los sueños (el elemento desenfocado de la imagen) y la realidad (donde la foto es nítida).

¿Hasta qué punto la cámara es una licencia para entrar en este mundo y satisfacer tu interés propio —más allá de la fotografía— por lo que sucede tras la puerta principal?
Soy una persona muy curiosa, especialmente cuando se trata de cosas y lugares a los que no tengo acceso. Soy un poco voyeur. Así que sí, la cámara es una excusa para participar de un mundo al que de otro modo no tendría acceso, no como “vanilla”, que es el termino que utilizan los japoneses para referirse a las personas que no practican el sadomasoquismo.

¿De qué forma fotografiar a través de distintos proyectos la sexualidad femenina ha hecho madurar tus ideas sobre lo que es y las formas que adopta?
Creo que me ha ayudado a entender la imagen general. Por ejemplo, desde joven me dijeron que las mujeres que se prostituían lo hacían porque no tenían otra opción o porque abusaron de ellas de niñas. Pero, ¿acaso conocen a una prostituta los que hacen ese tipo de comentarios? ¿Y quién puede decir que esa prostituta representa a las demás? No estoy intentando decir si es bueno o es malo, pero como cualquier otra cosa, no es algo sencillo. Me alegro de poder decir todo esto a partir del conocimiento íntimo y de primera mano de muchas de estas mujeres.