Fallar un penalti ni es tan importante: postales del Chivas vs América

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Fallar un penalti ni es tan importante: postales del Chivas vs América

Fotos por Irving Cabello

El último jugador de Chivas que anotó en el Estadio Azteca durante una liguilla fue el Cadáver Valdez. Un hombre que fue la sorpresa en la lista final del doctor Miguel Mejía Barón para encarar la Copa Mundial de 1994. Portó el número 16 y el peor corte de pelo. Probablemente el peor corte de pelo de todas las copas mundiales.

El gol cayó al minuto siete. Era la temporada de 1989, el partido correspondía a cuartos de final. El América ganó ese partido con un marcador de 2 a 1.

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Desperté faltando una hora para el juego de este domingo. Comí. Todo parecía ir bien. Cada pieza de la maquinaria de Dios embalada. No existía engranaje que no girara de manera adecuada. Las Chivas iban adelante antes del minuto veinte. Si les hacían un gol no importaba. Como a mí ya no me importaba lo de la noche anterior. Bueno, lo de hace dos noches. Todo iba bien hasta el penalti fallado.


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El Rifle Andrade se dejó ir por toda la banda apenas arrancó el juego. Llegó hasta el área, pero a la altura del área chica apareció el Chapo y lo despojó de sus buenas intenciones. Así de violento fue el inicio del juego. Sin mucho sentido, sin una verdadera estrategia, con mucho ánimo, pero sin certeza.

Orbelín —sí, así se llama— fue quien recuperó el balón en su territorio. Interrumpió un mal pase de Oswaldito Martínez, sin detener el balón se lo dio a Salcido. Y salió disparado al ataque, con su mohicana como parte indispensable de una armadura que usa para intimidar. No volverá a tocar el balón sino hasta que se lo den afuera del área grande de las águilas. Salcido la cederá a Gullit Peña, éste hará un cambio de juego, elevará la pelota para que caiga a los pies de su compañero, Cisneros. Cisneros se encarrilará hacia el final del campo de juego con las ponzoñosas intenciones de mandar un centro. O eso le hizo pensar a Paul Aguilar, que se barrió para quedar eliminado. La gente enloqueció. Aguantó la pelota Cisneros, de espaldas al rival, hasta que tuvo a dos hombres marcándole. Entonces el balón fue hacia atrás. A unos cinco metros del territorio más íntimo del América. Y desde ahí, sorprendido porque lo habían dejado sin marca, Orbelín, que viene del Quéretaro, probó: se sintió con suficiente pólvora, y le pegó. El balón salió pegado al pasto, veloz y encontró el último rincón de la portería águila, el más lejano. Se había roto la larga y mala racha para las Chivas. Gol en liguilla y en el Azteca. Golazo.

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Todo parecía ir bien.

Por más que lo intentaron desde el terreno americanista, no se pudo. Los jugadores de Chivas no encontraron la determinación suficiente para interrumpir el viaje del balón. El América tejió bien su contragolpe. Avanzaban a pesar de que los presionaba dos o tres jugadores rojos con azul.

Oribe sabe dónde es eficiente, y hacia allá corrió. Sin detenerse. Como si supiera que pasara lo que pasara, llegaría a esa pelota. La defensa chiva se concentró en tratar de evitar que saliera el centro y descuidó la marca. Oribe entró con ventaja, de frente al arco, desde el punto penal la conectó con la punta del zapato, a pesar de la salida de Coto y la barrida de un defensa. Hasta el fondo de las redes. La cabeza de las chivas pendía de un solo tendón.

Ay, fallar un penalti ni es tan importante. Fallar un penalti dice de ti que le disparas con rabia a las latas vacías, pero temes dispararles a los pájaros. Como si los pájaros fueran a venir de noche a comerse tus ojos. Cuando fallas un penalti, matas algo en el corazón de los aficionados. Eso que sólo viene a cantar para ti, esa alegría efímera de gritar gol, de sentir que ganaron aunque su forma de participar parezca pasiva. Hay que correr hacia el balón. El balón quizá, es el primer enemigo que enfrenta un hombre que patea un penalti. Correr hacia el balón o caminar, ir hacia él. Gullit se encarrera. Golpea el balón. La tomo de la cintura, se deja, la jalo hacia mí y cuando voy a plantarle un beso, ríe siniestramente y dice, nel. Cuando fallas un penalti así de importante, un hueco se abrirá en tu pecho y todas las noches, antes de dormir, arderá. El Gullit pateó bien, la pelota casi entra al ángulo. Pero rebotó en la frontera. Y ya nada se pudo. Espero que lo supere pronto.

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