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Resultados del Brexit: Lo que debes saber

Ahora que Gran Bretaña votó su salida de la Unión Europea (UE), las consecuencias aún son inciertas a nivel global.

Partidarios de la campaña Stronger In Europe reaccionan después de escuchar los resultados del referéndum de la UE en el Royal Festival Hall de Londres. Imagen de Rob Stothard / PA Wire.

Cuando los ciudadanos del Reino Unido se fueron a dormir, tras escuchar el fragmento de audio de Nigel Farage que decía "parece que el Remain ha ganado", sin duda se cuestionaron la necesidad de tantos meses de alboroto y jactancias políticas. Entonces no hay cambios. Regresen a dormir todos. "La democracia es la gran ganadora". "Hemos aprendido mucho" y otros lugares comunes.

Había habido rumores de que algunos comerciantes de la ciudad encargaron la realización de costosas encuestas privadas, por lo que cuando la libra comenzó a dispararse después del cierre de las urnas, parecía que tal vez ellos sabían algo que nosotros no. El Remain se mostraba cómodamente en control.

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Pero como hemos visto tantas veces con anterioridad, esa es la magia de llevar a cabo una consulta real en lugar de acatar unas cuantas encuestas de opinión. Los encuestadores no logran contactar a todos los ciudadanos. Y aquellos a los que necesitaban llegar eran exactamente las personas que nunca han votado.

Ese fue el resultado. La participación fue del 72 por ciento, lo cual es un porcentaje revelador que le otorga una legitimidad indiscutible a la votación. Habían pronosticado una especie de curva al inicio de la noche: si la participación era buena significaba que los votantes indiferentes habían acudido a las urnas y que el Remain ganaría. Si la participación resultaba abrumadora, quería decir que los votantes alienados irían finalmente a votar.

Y así lo hicieron. A las 11 PM, Farage había retirado sus declaraciones de "concesión". En un acto muy a su estilo, "des-concedió". Pero Boris Johnson había sido captado en la televisión con su mochila, hablando con un especulador del mercado, a quien le confesaba con tristeza que probablemente había perdido. ¿Así que…?


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La televisión se llenó con el suave parloteo de los simpatizantes del Remain. Nicky Morgan le confirmó a David Dimbleby que "sus fuentes" mostraban que lo habían logrado. Gibraltar, el primero en declarar, registró alrededor del 95 por ciento de los votos para el Remain.

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Posteriormente, sin embargo, las palabras de Farage adquirieron matices del discurso de "no concesión" de Al Gore del año 2000.

El Leave era una voz lejana en Londres y también en Escocia. Pero algo se agitaba. Cuando el Remain ganó estrechamente en Newcastle, una ciudad que esperaban ganar fácilmente, una palidez viscosa comenzó a descender sobre los ministros de gobierno que se encontraban en el estudio para charlar sobre la campaña "Britain Stronger in Europe" (Gran Bretaña es más fuerte dentro de Europa).

Justo después de las 5 AM, el recepcionista eterno de la historia política, David Dimbleby, anunció que la BBC había revelado el resultado: había ganado el Leave.

Incluso él parecía nervioso. La libra cayó a niveles no vistos desde 1985. Las pantallas de televisión mostraron imágenes parecidas a los segmentos de la "BBC" en la película 28 días después. Farage, en medio de la multitud en una fiesta del Leave, dio un breve discurso de victoria, en el que habló sobre el "triunfo de la gente ordinaria". De vuelta en el estudio de la BBC, parecía que los riñones de Emily Thornberry, partidaria del Remain, habían dejado de funcionar.

Lo que pase de aquí en adelante dará pie a años de interminables disputas. La respuesta más corta es que a) no pasará mucho durante algún tiempo, b) Cameron se habrá ido antes de Navidad, c) Escocia e Irlanda del Norte estarán situados en el centro desintegrado de una Unión desintegrada. Los escoceses probablemente se mantendrán a bordo por una década, pero ¿por cuánto tiempo más?

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El solipsismo de cualquier debate nacional es sólo la mitad de la historia. El resto del mundo ingiere ahora su significado y lo escupe de vuelta en formas que hasta ahora nadie puede comprender, parecido a cuando Medio Oriente llevó a cabo los acontecimientos de la revolución de 2011 en la Plaza Tahrir.

La Unión Europea tiene que cavar más profundo de lo que nunca ha hecho —ciertamente en temas como la migración y las crisis de la eurozona— para evitar que el proyecto se desgarre en los próximos años, hasta que sólo quede Alemania y algunos estados semi-parasitarios no deseados de Europa del Este. El líder del Partido por la Libertad de Holanda, Geert Wilders, ya ha dicho que el próximo turno es para los euroescépticos holandeses. Es casi seguro que los daneses hagan lo mismo, pero la estocada final es el hecho de que —simplemente intenten comprender esto si pueden— los franceses son de por sí más euroescépticos que los británicos. MÁS EUROESCÉPTICOS QUE LOS BRITÁNICOS.


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Hay una elección presidencial francesa el próximo año, donde los candidatos se tropezarán unos con otros en su intento por desacreditar el Proyecto Europeo. En Gran Bretaña ya se habla de retrasar la activación del artículo 50 de la cláusula del Tratado de Lisboa, con la que se iniciará formalmente el proceso de dos años que le dará a los británicos su "libertad", hasta después de esa fecha, para evitar convertirse en víctima de una narrativa de "castigo al Reino Unido" dentro de esa elección. Ciertamente, la UE tratará de conducirse con tanta firmeza como sea posible (ya que en términos comerciales, como un importador neto, todavía nos necesitan más que nosotros a ellos). Querrán aplicar un castigo ejemplar y mostrar que la vida fuera de la UE es un horrible páramo congelado. Pero al mismo tiempo, el comercio tendrá la última palabra y el comercio es casi siempre racional, por lo que todavía nos necesitan para comprar sus productos y nosotros los suyos.

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No obstante, enterrada en este histórico asunto, yace una verdadera oportunidad. El impulso que ha causado estragos en todo el continente, desde el ascenso de los partidos genuinamente fascistas como el Frente Nacional de Francia, hasta la propia tendencia del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) y los populistas italianos del Movimiento Cinco Estrellas, puede ser neutralizado si la UE cambia radicalmente su modelo. Tal vez un modelo más antiguo del Mercado Común sigue enterrado en alguna parte, el cual podría, de un plumazo, desacreditar a personajes de la talla de Le Pen. O tal vez estamos todos condenados.

En Gran Bretaña las masas se han levantado. Rara vez en nuestra historia —ni siquiera en las elecciones de 1945— ha habido un punto en el que los resultados hayan estado tan ligados a una cuestión de clases.

No sólo se trata de un rechazo a la clase política a favor del Remain de Gran Bretaña, sino que es un repudio a la globalización y a un mundo que la clase trabajadora del pasado ha visto cambiar más rápidamente de lo que ha sido capaz de tolerar. La ira está en todas partes y podría verse como una continuación perversa de la revolución de Jeremy Corbyn. Nadie desarrolla un apetito por la agitación social "de una sentada", y sería lamentable que los tranquilos tipos metropolitanos simplemente consideren el asunto como evidencia de los defectos del sistema educativo de Gran Bretaña.

La pregunta más importante de todas: ¿Es válido repudiar la globalización? ¿O es algo similar a rechazar el clima? Esa es la cuestión que ha estado en el corazón de la política democrática occidental desde el final de la Guerra Fría. Es la cuestión a la que se enfrenta Estados Unidos con Donald Trump. Ayer por la noche, el pueblo británico respondió "No sabemos, pero estamos seguros de que lo vamos a intentar…"

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