Este artículo se publicó originalmente durante el 2016.En términos generales, la gente rica puede ser terrible. Es difícil que te caiga bien alguien que recibe bonos obscenos por sustituir orfanatos con rascacielos o vender armas al tercer mundo. Pero los ricos pueden ser aún más insoportables cuando están de vacaciones —relajarse del estrés de haber vendido su alma al diablo es difícil ¿no crees?
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Le preguntamos a algunos amigos que trabajan en la industria del turismo de lujo en Grecia, Francia y España sobre las peores cosas que han visto hacer a los millonarios.Una vez, un banquero estadounidense de cuarenta y tantos años llegó a nuestro hotel con su mayordomo, que era afroamericano. El banquero no levantaba un dedo, excepto para jugar al golf. Al principio, asumí ingenuamente que el mayordomo la tenía bastante fácil, teniendo en cuenta lo rico que era su jefe, pero entonces, en algún momento, el banquero pronunció la frase más grosera que he escuchado en mi vida: acababa de perder su pelota en la arboleda después de un mal tiro, cuando se volteó hacia mí y me dijo en voz alta: "voy a decirle a mi labrador que vaya por ella". Entonces el mayordomo se precipitó a la arboleda para encontrarla.En otra ocasión, un alemán reservó una suite para él y tres habitaciones más para sus guardaespaldas. A su llegada, me preguntó si podía mostrarle las instalaciones del hotel en un carrito de golf. Se sentó en el asiento del pasajero, sosteniendo una botella de vino entre las rodillas y, a pesar de que el carrito podía albergar dos personas más, le pidió a sus guardaespaldas que corrieran detrás de nosotros. Corrieron durante 45 minutos. De vez en cuando me pedía acelerar sólo para verlos correr —durante todo el recorrido estaba doblado de la risa.Christophe, recepcionista y gerente de un club de golf — Deauville
RACISMO EN EL CLUB DE GOLF
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UN CUMPLEAÑOS MUY ESPECIAL
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FINALES FELICES EN EL EGEO
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Michael, capitán — sobre todo en las Cícladas
COMO EN CASA
COCAÍNA A BORDO
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Sophie, primera oficial en veleros — sobre todo en el Caribe y las Cícladas
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La mayoría de las veces las personas piden mujeres y drogas. Si no quieres involucrarte en ese tipo de negocio, sólo hay que señalar a las personas adecuadas. Las drogas son muy fáciles de conseguir, pero son muy caras. Las mujeres son más difíciles de encontrar. Sin embargo, mi experiencia más extraña con un cliente rico no implica nada de cocaína o prostitutas, sino a un director ejecutivo serbio, que también era un cristiano devoto.En el primer día de su estancia, me pidió que reorganizara los muebles, le quemara varios CDs de música bizantina y abriera un par de botellas de champaña —cada una con valor de 1,500 euros (30,000 pesos). También me ordenó que lo acompañara a dondequiera que fuera —a la playa, a cenar y a varias fiestas. No dejaba que me apartara de su lado y, para ser honesto, realmente lo estaba disfrutando. Entonces, una noche, después de regresar de una fiesta alocada, decidió que necesitaba llegar inmediatamente a Tinos —una isla a una hora de distancia de Mykonos, donde nos encontrábamos— para encender una vela de oración. Tinos es básicamente el Ibiza de las abuelas cristianas griegas. Él alquiló un barco de 40 metros de largo, y lo siguiente que sé es que eran las 7 AM y estaba en Tinos, rodeado de señoras mayores que se dirigían a la iglesia de Nuestra Señora de Tinos de rodillas.
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EL SERBIO RELIGIOSO
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Manos, botones — Mykonos
LOS VIEJOS JUBILADOS SON LOS PEORES
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También tocaba la campana de servicio en medio de la noche para pedirme que le llevara agua, hacía que el cocinero preparara una nueva comida tan pronto como había terminado de cocinar durante el día y derramaba vino en el piso a propósito sólo para que el conserje lo limpiara. La cereza del pastel fue que cada vez que me acercaba a su mesa para llenar sus vasos, uno de los esposos me tocaba el muslo. Seguía moviendo su mano cada vez más arriba, hasta que le dije que se lo contaría a su esposa. Esto es lo que sucede cuando los jubilados tienen demasiado dinero. Saben que no les queda mucho tiempo, por lo que se vuelven unos culeros. Me bajé en Léucade, tomé el ferry de vuelta a casa y nunca recibí ningún pago.Dimitra, camarera de un yate — sobre todo en el mar Jónico
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Solía trabajar como sommelier en el restaurante de un hotel de cinco estrellas. Una de las peticiones más comunes de los clientes ricos era servirles su vino favorito, aunque no estuviera en la carta, lo cual es una petición común, a menos que el vino que pidas venga de otra parte del mundo. Constantemente tenía que hablar con gente en París, Londres, Nueva York o Buenos Aires para encontrar su bebida preferida: vinos que cuestan entre 2.000 y 7.000 euros por botella (40,000 y 143,000 pesos)— y luego contratar un avión y un piloto para llevarlos a Barcelona, a tiempo para la cena del cliente.Gustavo, sommelier — BarcelonaA veces los hombres casados flirtean conmigo. Se ofrecen a comprarme una copa en el bar y me dan su número de teléfono, pero más o menos es hasta donde llega el asunto. Debo tener cientos de números de hombres de negocios y políticos relativamente conocidos en mi teléfono. A veces me invitan a su habitación. Recuerdo una vez que estaba trabajando en la recepción, cuando un padre de unos cincuenta años entró en al lobby con sus dos hijas adolescentes. Pidió dos habitaciones en pisos separados: una para él y otra para sus hijas. Cumplí su petición y me dio una propina de 100 euros (2,000 pesos). La noche siguiente entendí por qué. La familia cenó en el restaurante del hotel y una vez que terminaron, el padre mandó a sus hijas a dormir. Después de eso, se acercó al mostrador de la recepción y me dijo, con una sonrisa encantadora: "Si estás aburrida, ya sabes dónde encontrarme". Debe haber esperado bastante tiempo.También hay muchos ladrones entre la gente acaudalada. En una ocasión, la señora del aseo entró en una habitación para limpiar después de que un cliente se había ido, y descubrió que las almohadas y una pintura habían desaparecido. Tuve que hacer un cargo a la tarjeta de crédito de la cliente y llamarle para hacérselo saber. En lugar de negarlo, sin embargo, la mujer se limitó a decir: "Sí, cárguelo a mi tarjeta. No soy una ladrona, sólo necesitaba tener esa pintura". Ella creía que el hotel era su centro comercial personal.Émilie, recepcionista — París@dan_draws
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