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Noisey

Sobre el mal uso de la música

Si el mundo se caracteriza por algo en este momento es por la música: música vomitada desde los automóviles, estallando dentro de los oídos a través de auriculares, canalizada en centros comerciales, parques públicos, la TV, en todas partes. Pero, ¿es...

La música en la modernidad no sólo ha sido utilizada como un instrumento de placer, sino también como una herramienta para lograr justicia social (véase "Man in the mirror", de Michael Jackson, o "This land is your land", de Woody Guthrie). Debido a estos dos roles, que abarcan tantas cosas, y a los avances tecnológicos, que permiten su circulación sin esfuerzo, la música ahora es más omnipresente que en ningún otro momento de la historia humana. Si el mundo se caracteriza por algo en este momento es por la música: música vomitada desde los automóviles, estallando dentro de los oídos a través de auriculares, canalizada en centros comerciales, parques públicos, la TV, en todas partes. Pero, ¿es eso algo bueno? Se han escuchado ciertos murmullos provinientes de facciones pequeñas, impopulares y polémicas que sostienen que tal vez el estado paradigmático de la música debiera ser reconsiderado o, incluso, revocado. ¿Cuáles son los motivos? 1. LA MÚSICA ES MALA PARA TI
Consideremos la evidencia: Elvis murió antes de tiempo. Marc Bolan igual. Y Sid Vicious. Coltrane. Marley. Incluso Mozart. Con la mitad de los Ramones ya bajo tierra (Marky, Tommy y CJ siguen con nosotros, afortunadamente), la mayoría de los New York Dolls y MC5 muertos y la Velvet reducida a una fracción de su otrora torrencial Underground, la pregunta es: "¿Es la música—como el dichoso tabaco—mala para la salud?". Y si lo es, "¿no debería estar prohibida en los establecimientos públicos?". Esa idea y el subsecuente argumento en contra de la proliferación de la música pueden sonar persuasivos. La música altera/coloca a las personas. ¿Y existe algún tóxico al que no se le hayan comprobado propiedades adversas? A pesar de todos los beneficios de las metanfetaminas, por ejemplo, se sabe que usarlas te deja con bolsas bajo los ojos y mal aliento. La cocaína es aún hoy la reina del colocón, pero trae consigo monólogos tediosos y pésimas decisiones. La marihuana ha sido alabada por nada más y nada menos que el gurú del sexo en bata, Hugh Hefner, pero termina provocando mal humor y olor de axilas. La música, a su vez, parece conducir a la MUERTE. Y no a una muerte tersa y orgásmica como en una sobredosis de morfina, sino a una muerte horrible: ahogado en una piscina, asfixiado en vómito, caído desde una ventana o amarrado a la cama en un hotel de mala muerte Tal vez el efecto que la música tiene en la gente no sea tan emocional ni estético como se podría creer, sino una mera sensación fisiológica de vibraciones sonoras chocando contra nuestro cuerpo y trepando por nuestros oídos. Tal vez los decibelios y la fuerza de la música, especialmente a volúmenes extremos y consumida con regularidad, sean una fuerza tóxica. Tal vez la música sea nociva para el hígado o el cerebro o los riñones o el corazón, ¡o todo a la vez! Ciertamente, la amplificación de los instrumentos, especialmente a niveles de estadio, no es "natural". En ningún lugar de la naturaleza, salvo en una explosión volcánica o un terremoto, o tal vez en medio de un tornado, haya sonidos tan fuertes como una banda de rock o el sistema de sonido de un club. Por supuesto, siempre se cita el estilo de vida de los músicos. Pero la música no es nociva por sí misma: lo que es nocivo son las circunstancias que rodean a la industria musical. Esta "industria", por supuesto, es una hijita de la industria del alcohol, y la mayoría de su "fuerza de trabajo" trabaja en bandas que tocan por las noches en lugares horribles rodeadas de vagos y freaks. Todo esto, según los apólogos de la industria de la música, te lleva al alcoholismo, a la ingestión de muchas y potentes drogas, a muchas fiestas, a acuchillar a tu novia, al suicidio y a otras cosas. Se suele concluir, pues, que estos factores—y no el ruido ni la música en sí—son los verdaderos culpables de la alta tasa de mortalidad entre los músicos. ¿Realmente creemos que los músicos se enrumban más que los obreros de una fábrica? ¿Que los taxistas? ¿Que los futbolistas profesionales? ¿Que los miembros del ejército? ¿Que los actores? ¿Que los camellos? ¿Que el Presidente? Mientras que la noticia de la muerte de un músico es algo tan común que ya sólo provoca bostezos, las otras personas fiesteras "normales", a pesar de llevar un estilo de vida parecido, no caen muertas todos los días. Todos los indicios sugieren que nuestros dirigentes se enfiestan de tal manera que harían que un ilustre degenerado como Dee Dee Ramone se sonrojara sintiéndose un pardillo. Sin embargo, el último presidente de los Estados Unidos que murió antes de cumplir 93 años (excepto Nixon: la excepción a todas las reglas) fue John F. Kennedy, y eso fue porque le ayudaron. La verdad es que el calendario social promedio de un presidente hace que el itinerario de 40 extenuantes años de gira del Grateful Dead se vea ridículo. Y sí: Pigpen y Jerry García yacen en su tumba mientras que Clinton y Bush padre viajan por todo el mundo hospedándose en los mejores burdeles y convenciendo al planeta, a través de bonitas presentaciones de PowerPoint, de que debemos aceptar la globalización. ¿Quién tiene más aguante, pues? Otros juerguistas viciosos de primera categoría, como William Burroughs y Boris Yeltsin, vivieron una respetable madurez, a diferencia de Mama Cass o Skip Spence, probando así que la música, definitivamente, es más peligrosa para la salud que el alcohol o las drogas. 2. A LA GENTE EN REALIDAD NO LE GUSTA LA MÚSICA
Para las personas involucradas en la música, especialmente los DJs, está muy claro que, en contra de suposiciones modernas, la música no es para todos. De hecho, es un gusto más cercano al de tejer o al de hacer volar cometas que al gusto por el sexo o la comida. Es sólo en los últimos 50 años cuando, en el llamado "primer mundo", la población ha percibido la música como un elemento básico de la identidad y la interacción social de cada uno . La gente se siente en la obligación de pensar que no sólo disfruta mucho de la música sino que algo falla si no tienes unas fuertes convicciones respecto a lo que te gusta, por qué te gusta y lo que esto significa. Al igual que la espiritualidad en una sociedad muy religiosa, el gusto por la música es algo de rigueur, la desviación no es tolerada y sólo merece el desprecio o el exilio. Por supuesto, las personas a quienes no les importa especialmente la música no se ven a sí mismos de este modo; disfrutan escuchando "Brown Eyed Girl" o cualquier canción de Lil Wayne que les hayan inoculado en el cerebro tras medio año de bombardeo mediático. Pero ello no se debe interpretar como una traición hacia la apreciación musical, sino como un apego a lo "familiar". Desear oír a 50 Cent cuando se está parado en un club significa más bien que uno está intranquilo y necesita reafirmarse en la idea de que todo está bien. No tiene nada que ver con el gusto musical. La misma fórmula que se usó para crear el "hambre de McDonald's" es la llave del éxito para la industria del entretenimiento. En lugar del mantra de la ubicuidad concebido por Ray Kroc, la música gira entorno al ancho de banda y la repetición. Si algo suena el suficiente número de veces, será un hit. Y punto. Crear la sensación de familiaridad y seguridad es, de lejos, el factor más importante para que una canción sea un éxito en las listas. La Música, mientras tanto, es cosa de coleccionistas y pirados que casi nunca alcanzarán "éxito" ni respeto alguno por parte de la sociedad (dado que el respeto se mide en números, riqueza y rankings). Eso tampoco significa que no valga la pena, siempre y cuando las metas de uno sean realistas. Esos pobres individuos a los que no les importa un carajo la música son la silenciosa mayoría oprimida que tiene que soportar anuncios de iPod, conciertos de rock y conversaciones sobre Coldplay entre sus amigos. Son como judíos o comunistas escondidos en la Alemania nazi, incapaces de revelar su identidad, sonriendo y asintiendo con secreto resentimiento ante los rostros autosatisfechos y dominantes de los entusiastas de la música. 3. LA MÚSICA CONSUME MUCHO TIEMPO
Al contrario que otras formas de arte (a excepción del cine), la música es un medio basado en el tiempo. Por lo tanto, para disfrutar, consumir o apreciar la música, uno debe dedicarle una considerable cantidad de tiempo. Pero, ¿quién tiene tiempo para eso hoy en día? Ya no somos niños. Hay idiomas que aprender, puentes que construir, artes oscuras desaparecidas que dominar (como la cocina o la magia), fábricas que ocupar y ADNs que descifrar. 4. LA MÚSICA ES DESAGRADABLE PARA LOS ANIMALES
¿En serio creemos que los pájaros, nuestras mascotas, los insectos y los microorganismos quieren oír a The Eagles cantando "Welcome to the Hotel California" una y otra vez? Lo menos que podríamos hacer por esas criaturas que no tienen más remedio que compartir el planeta con nosotros sería apagar la música de una puñetera vez. 5. LA MÚSICA SE USA CON FINES MALVADOS
Esclava de las fuerzas del mal, la música es golpeada, brutalizada y seriamente explotada. Pero hubo un tiempo en el que sí era un modo en el que los humanos se podían relacionar los unos con los otros. La música provenía de un humano y era proyectada como una manera de comunicar y entretener a otros humanos (o delfines, en el caso de Fred Neil). Tras la Revolución Industrial, sin embargo, cuando la música fue registrada en esos formatos menos temporales llamados "discos", los humanos perdieron el control. El disco trajo consigo la primera profecía de nuestra inminente esclavización por parte de los robots. Cuando uno escucha un alarido de James Brown en un disco, no se trata tanto del feliz recuerdo de la genialidad de ese hombre para actuar y emocionar como del fantasma de un artista aprisionado por la tecnología, un hombre que nunca podrá descansar, un hombre cuyo arte será usado día y noche en infinidad de lugares a la vez para azotar a la gente hasta la sumisión total. No puedes escapar de los ritmos del rocanrol por mucho que hagas el paso del pato, el hully-gully o el twist en dirección opuesta a donde está la acción. E incluso en el caso de que lograras escapar, seguro que caerías en la zona mortal de otro sistema de sonido que te abatiría con su, igualmente cínica, cacofonía mecanizada. ¿Mal uso de la música? Todas las canciones mínimamente buenas fueron creadas a través del gozo. Este gozo, sin embargo, ha sido invertido por la peor magia negra imaginable. La música es usada para tranquilizar a los clientes potenciales en los centros comerciales; para hipnotizar a la audiencia a través de anuncios insertados en programas diseñados exclusivamente para pasar esos anuncios; para amansar a la gente en ascensores, fiestas y salas de espera; incluso en exteriores es usada para dar vidilla a los conductores que paran a echar gasolina. Si bien hubo un tiempo en el que los cristianos odiaban y perseguían la música, hoy en nuestra sociedad ésta nos es impuesta del mismo modo que la perversión sexual y la idiotez. Quizá The Weirdos, la banda punk de Los Ángeles, tenía razón cuando cantaba aquello de "DESTROY ALL MUSIC". ¡Empecemos hoy mismo!

POR IAN SVENONIUS, ILUSTRACIONES DE NICHOLAS GAZIN