La noche es el territorio donde nos liberamos y mostramos todas nuestras caras. Gracias a eso, establecemos conexiones únicas con la ciudad, con la música, con nuestros amigos y hasta con personas que ni siquiera conocemos (aún). De la mano de #AbsolutNights, exploraremos diferentes formas de vivir la noche.Explicar Lavapiés a alguien que nunca haya pisado este barrio madrileño podría llevarnos toda la noche, una noche polifacética que transcurriría entre tascas, bares, clubes, conciertos, salas de teatro alternativas, restaurantes lounge en un ambiente de tacones, melenazas y americanas y, por supuesto, afters.
Publicidad
Publicidad
Te adentras en el interior estrecho, incluso ligeramente claustrofóbico de La Huelga (Zurita, 39), ese lugar alternativo pero amigable donde tipos más o menos instalados en la estética mod charlan sobre Podemos mientras bailan despreocupadamente The Clash, como paso previo, claro, a irse a la cama (acompañados). Impulsado por gente que abandonó puestos de trabajo en instituciones y empresas pertenecientes a la derecha más rancia para montar el bar de sus sueños, La Huelga te cae bien de inmediato cuando te enteras de que además tienen un equipo de fútbol, Ceares, que juega dignamente en tercera y representan mejor que nadie la corriente Against Modern Football.Sigas un camino u otro, seguro que en Lavapiés acabas tarde o temprano practicando uno de los deportes nocturnos más típicos del barrio: alternar con desconocidos
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Lo que es seguro es que algo está cambiando en el barrio. Ya no solo se puede empinar el codo en una típica barra de latón que invita a tomarse un carajillo y ponerse un palillo entre los dientes. Ahora hay lugares como la Gatoteca (Argumosa, 28), donde uno se puede tomar un café acariciando a alguno de sus gatos residentes, como los DJ's de las discotecas. O como el Swinton and Grant (Miguel Servet, 21). "Lavapiés nos eligió a nosotros, queríamos que la galería tuviese un espacio digno", explica Sergio Bang, uno de los dos gerentes de este establecimiento que combina el bar con una librería y una galería especializada "en arte urbano y de vanguardia". "Se habla de 'gentrificación', de gente que viene de fuera, pero yo soy del barrio, mi socio y yo vivimos aquí desde hace años, me parece algo importante", dice, alegando que lo que vive esta zona es una evolución natural.Y es que ahora Lavapiés, con su pasado de judíos conversos, de corralas, de verbenas y de quinquis de los 80, es sinónimo de arte. No sólo por célebres como el Museo Reina Sofía, el Centro Dramático Nacional, la Filmoteca o La Tabacalera. Más allá ha aparecido todo un rico ecosistema de galerías, locales y de pequeñas salas de teatro. De hecho, un buen sitio para acabar la tarde y empezar a enfilar esa noche en la que acabaremos taconeando a ritmo de Camarón en lo alto de una barra son los propios teatros. Muchos de ellos, hábilmente, tienen su propio bar. Desde el ambiente retro del bar del Teatro Pavón (Embajadores 9) o la Escalera de Jacob (Lavapiés 9), a la escondida terraza de la Sala Mirador (Doctor Fourquet 31), en un patio entre casas de vecinos y con un lema en la pared: "Cuando el Parlamento es un teatro, los teatros deben ser parlamentos". Por mucha gentrificación, Lavapiés parece que no pierde su alma. Y es un alma indudablemente noctámbula, de contrastes, en la que se congregan todas las almas que forman eso que llamamos Madrid.'Lavapiés se está convirtiendo en Malasaña', dicen. Que cada uno concluya si esto es bueno o malo