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Todo lo que debe recordar para arrancar con la quinta temporada de 'House of Cards'

RESEÑA // Al mejor estilo del Macbeth de Shakespeare, House of Cards encontró la paridad de sexos. Les recordamos todo lo que debe saber.
Vía: VICE Estados Unidos.

El primer episodio de la cuarta temporada de House of Cards, de Netflix, abre con un cuadro perfecto, brillante, que en minuto y medio exactos simboliza la trama de resquemores, actos corruptos e injusticias de las que trata la serie.

** Si no está al día con el programa, cuidado: hay spoilers en este texto. Si no se lo ha visto, ¿qué espera? **

La escena, compuesta por dos hombres en una celda de prisión, uno en la litera de arriba, describiendo al detalle una relación sexual, y el otro en la de abajo, masturbándose, condensa lo sucedido en las tres temporadas precedentes. Digo "lo sucedido" a sabiendas de que es mucha información: el exeditor del Washington Herald, Lucas Goodwin (Sebastian Arcelus), el hombre en la litera de arriba, es la única persona que, aparte de conocer los hechos que llevaron a Frank Underwood (Kevin Spacey) a la Presidencia de los Estados Unidos, quiere hacerlos públicos.

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Y está ahí, sin embargo, tildado de loco, preso, sirviendo de narrador de escena sexual para ganarle la confianza a un compañero de celda cualquiera. La narrativa de la cuarta temporada, en principio, no le da tregua a un televidente que tenga algún anhelo de justicia. La situación de Lucas Goodwin condensa todo lo que está mal en el perverso mundo de House of Cards: su novia, Zoe Barnes (Kate Mara), quien raspó los hechos con las manos en la primera temporada, fue asesinada, y el resto de colegas periodistas que le quedan están o amenazados o, por lo pronto —aunque no por mucho— lejos del oficio.

No solo nadie le cree a Lucas la verdad que dice, sino que, al tratar de probarla, es arrestado por atentar contra la seguridad informática del país: un complot sereno y terrible llevado a cabo por el impresionante Doug Stamper (Michael Kelly), la mano derecha de Underwood. En la cabeza del periodista, como en la de uno, está la trama entera y, con él encarcelado, la derrota ante un imbatible Frank Underwood, que, a pesar del encanto natural de Kevin Spacey, empieza a molestar.

Underwood pasa la mitad de la temporada en campaña. Piensa repetir, por la vía democrática, el mandato que le fue concedido a punta de trampas y engaños. Pero su campaña no va muy bien: aparte de que Heather Dunbar (Elizabeth Marvel) genera mayor simpatía como candidata del Partido Demócrata por su gestión como Fiscal General, Frank se encuentra con un segundo competidor republicano, mucho más joven, con una vida activa en redes sociales y conocimiento pleno de qué es lo que la gente quiere ver: Will Conway (David Giesbrecht), gobernador del Estado de Nueva York, un candidato ágil no solo ante las cámaras, sino también a nivel político. A pesar de que Conway no mueve las cartas igual de bien que su rival, sí cree que lo hace y eso le da la confianza suficiente para poner a Underwood nervioso.

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Pero ese sentimiento le durará poco. Nada sigue igual después de tres crisis nacionales que finalmente le dan a Underwood un alivio, una temporada más.

Goodwin, el periodista, sirve de informante y logra salir de prisión para dedicarse a lavar carros sin dejar de lado su aspiración personal de desenmascarar a Underwood. Y falla, por supuesto. Con él y los suyos la serie no tiene ninguna clase de misericordia: escapándose de su trabajo de lava carros, acude a Heather Dunbar para que lo ayude a, por fin, publicar la verdad: que Frank mató a Zoe Barnes, a Peter Russo (Corey Stoll), y que jugó una inteligente partida de ajedrez para que renunciara el presidente Garret Walker (Michell Gill) y quedarse con su puesto. Ella le dice que no, y esa negativa —y la sola reunión con Goodwin— la borrarán de la contienda electoral.

Lucas, desesperado, ya sin que nadie lo oiga, coge a Frank en campaña y le pega un tiro directo al hígado que lo deja malherido, casi muerto ("Un presidente más de los Estados Unidos de América al que le disparan en público", dice la prensa). La serie deja entrever la posibilidad de que un protagonista consumido absolutamente por el poder, por el mal, sea frenado al menos un momento. Pero es eso: a pesar de las alucinaciones por la falla hepática, la agonía de Underwood pasa rápidamente. Y le sirve.

Primera crisis nacional que le ayuda.

Claire (Robin Wright) vuelve con él, ya que se le había separado por motivos similares a los que hicieron a la actriz de la vida real protestar por su salario: pidió más juego, pidió estar más metida en la cosa, como lo merece: pidió paridad en el poder (y en el sueldo). Era lo justo, y es la forma en la que House Of Cards resuelve un problema de protagonismo: la pareja, a la usanza de Macbeth y Lady Macbeth de William Shakespeare, tomará finalmente la decisión de aprovechar la creciente popularidad de Claire para usarla como fórmula presidencial. Aparte, la reunión de Dunbar con Goodwin le termina costando una mala fama y su campaña: al final renuncia,convencida de que nadie votaría por la mujer que estuvo reunida informalmente con quien disparó al presidente.

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Convaleciente, Underwood se encuentra con un país distinto al que dejó.

Por un lado, Tom Hammerschmidt (Boris McGiver), antiguo director del periódico Washington Herald, retoma (a su estilo) la historia de Goodwin, en una nueva pesquisa por la verdad: la secuencia de investigación periodística se asemeja a Spotlight, y, por tanto, es emocionante para cualquiera que se dedique a este oficio. Hammerschmidt le pisa las huellas a Underwood y finalmente devela su corrupto camino a la presidencia en un artículo de prensa que escribe basado en testimonios del expresidente Garret, la jefa de la mayoría demócrata, Jackie Sharp (Molly Parker), y el exjefe de gabinete, Remy Danton (Mahershala Ali). La verdad total, lamentablemente y por lo pronto, se va a la tumba con Goodwin. Aun cuando Hammerschmidt le pide un comentario final a Underwood sobre el borrador del artículo, le recuerda que "nunca ha creído que sea un asesino, y todavía no lo creo".

Esta segunda crisis es aprovechada por iniciativa de Claire: mata dos pájaros de un solo tiro, tapando el eco del artículo publicado de Hammerschmidt con los sucesos de terrorismo que están teniendo lugar en Estados Unidos.

Underwood, de cara a la nación, da la estocada final, aprovechando el terror.

Aunque el final fue criticado por algunos (usar la estrategia del terror para solucionar todos los hilos narrativos se ve fácil), mi intención en este artículo no es argumentar mucho, sino resumir.

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Entonces viene por fin la tercera crisis nacional que lo ayuda: un momento de tensión por la seguridad nacional resuelve la segunda.

Paralelamente a la confección del artículo, una célula urbana de un grupo terrorista (el Estado Islámico de House of Cards), ICO, secuestra la familia Miller y exige la liberación de un prisionero del grupo, Yusuf al-Ahmadi (Farshad Farahat), con la condición de que, si esta no sucede, los matarán en frente de todo el mundo.

El plan de los Underwood, en principio, era acudir a la conciliación, pero la recomendación de Claire de usar el miedo en beneficio propio cala mucho más: el presidente no solo deja que maten al padre de los Miller, sino que permite una transmisión nacional del deceso.

Ahí empieza el miedo.

Horas antes, en un salón de la Casa Blanca, Underwood confronta a Hammerschmidt.

—Esto es irresponsable, Tom. Justo ahora, cuando hay una amenaza terrorista —le dice el presidente, con ánimo de que no saque el artículo.

—Por favor. Ese razonamiento lo usan los dictadores —responde el periodista, previniendo al televidente de lo que está a punto de suceder.

El miedo le gana a la primicia. O, por lo menos, ese es el plan que buscan de cara a la quinta temporada. Que le gane no solo a la denuncia, sino que le gane la presidencia entera.

El resto de tramas secundarias, como el nuevo amor de Doug Stamper (la viuda del hombre que se quedó sin donación de hígado por su culpa, por enrutarlo hacia el presidente para un transplante), el romance del escritor Thomas Yates (Paul Sparks) con Claire (que se verá reducido por la sucesión de crisis y su fidelidad, más que hacia Frank, hacia el poder) pienso que saldrán nuevamente y serán de fácil recordación.

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Esto que acabo de escribir es lo importante.

El minuto y medio final de la temporada, como el inicial, es igual de genial y elocuente.

Ambos, Frank y Claire, miran con frialdad y atención una pantalla de televisión que muestra las imágenes del grupo terrorista cortándole la garganta a un ciudadano estadounidense. Todo el país mira con ellos. La cámara se acerca a la pareja, y Frank, como suele hacerlo en puntos de alta tensión en la narrativa (la primera escena del primer episodio de toda la serie), rompe la cuarta barrera y le habla al público. Mientras lo hace, sin embargo, sucede algo que nunca había pasado en todo House Of Cards: Claire se voltea y oye atentamente lo que dice que, se supone, nadie más aparte del televidente puede oír.

Ella está, finalmente, a su altura.

— Así es. Nosotros no nos sometemos al temor. Nosotros creamos el terror— dice Underwood. Ruedan los créditos.

* Ahora sí, ¿listos para la maratón?