¿Deberíamos usar mariguana para tratar trastornos alimenticios?

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Drogas

¿Deberíamos usar mariguana para tratar trastornos alimenticios?

Si el cannabis puede ayudar a los pacientes para que suban unos cuantos kilos, es lógico que muchos la consideren la puerta hacia la salvación.

Anna Demarco tenía 21 años de edad la primera vez que fumó mota. Le dio un ataque de ansiedad cuando iba en el auto con su amigo Patrick, que tenía la costumbre de fumar mientras conducía, y éste le pasó un toque para tratar de calmarla. Como Ana no sabía qué más hacer, fumó.

La ansiedad es normal para Ana. Ana ha sido anoréxica desde siempre. Antes de entrar a secundaria pesaba menos de 45 kg y para cuando cumplió 20 años de edad, se la pasaba entre los 52 y los 38 kilos. La ansiedad empeoraba su trastorno alimenticio y a veces se manifestaba en ataques como el que tuvo ese día.

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En el auto, con Patrick, tosió unas cuantas veces por el aire desconocido dentro de sus pulmones. Cuando se recostó, se dio cuenta de que se sentía… tranquila. Su respiración se había regularizado y su ansiedad empezaba a disiparse. Estaba relajada. Era libre.

Tenía hambre.

Cinco minutos después, Anna llamó a su mamá y le dijo que estaba pensando en dónde comer. Su mamá se puso a llorar. Cuando Anna y Patrick llegaron al buffet a almorzar, Anna ignoró todas sus reglas para comer –las reglas compulsivas para dividir la comida que son tan características de las anoréxicas– y probó todo lo que había en el buffet, hasta la parte del postre.

Por primera vez en su vida, se sentía normal. Llenó su plato con una rebanada de pastel, una cucharada de helado y se sentó a comer.

Los trastornos alimenticios tienen un alto grado de comorbilidad, lo cual significa que con frecuencia se detonan por problemas subyacentes como ansiedad, depresión y un trastorno disfmórfico corporal. Esto puede complicar las opciones de tratamiento porque, si no se tratan los otros problemas, es poco probable que desaparezcan los trastornos alimenticios. En la actualidad, más del 50 por ciento de las personas a las que les diagnosticaron anorexia nervosa también les recetaron drogas sicotrópicas como parte de su terapia. El objetivo de esas drogas es tratar los trastornos relacionados pero no siempre funcionan.

Después de que hospitalizaron dos veces a Anna por su trastorno alimenticio —una a los 13 años de edad y otra a los 17—, le recetaron un coctel de pastillas. Todas las noches, tenía que tomarse un inhibidor selectivo de recaptación de serotonina (ISRS) y pastillas para dormir; benzodiacepina para calmar sus ataques de ansiedad; trazodona, un medicamento antipsicótico; y una medicina especial para bloquear las pesadillas que la despiertan todas las noches.

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Pero nada funcionaba para Anna. Igual que para muchos otros pacientes.


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La Asociación Americana de Psiquiatría ofrece un documento de 128 páginas donde subraya los lineamientos para tratar a los pacientes con trastornos alimenticios, donde hay una larga lista de medicamentos siquiátricos que podrían facilitar la recuperación, como benzodiacepinas, ISRS, antipsicóticos, topiramatos, litio, entre otros. Pero la mariguana no está incluida. De todos los medicamentos en la lista, la guía reconoce una letanía de problemas posibles: los pacientes malnutridos tienen a padecer efectos secundarios más fuertes por los antidepresivos y los antipsicóticos. Ambos medicamentos son muy recetados. Los pacientes que toman medicamentos antipsicóticos necesitan estar bajo monitoreo constante por la acatisia, un efecto secundario del medicamento. Algunos antidepresivos (como el bupropion) vienen con una advertencia en un cuadro negro porque incrementan el riesgo de ataques en las personas con bajo peso. Las benzodiacepinas pueden ser muy adictivas. Otros medicamentos pueden provocar "resistencia a la insulina, metabolismo lípido anormal y una prolongación del intervalo QT", lo cual puede generar problemas del corazón.

La doctora Beth Braun, una sicóloga en Los Ángeles que traba específicamente con pacientes que padecen algún trastorno alimenticio, dice que ha tenido más éxito con los clientes que fuman mariguana que con los que toman medicamentos sicotrópicos. La doctora Braun no recomienda mota a sus pacientes porque no la puede recetar legalmente (es sicóloga, no siquiatra) pero dice que si funciona en sus pacientes —si se sienten mejor y los ayuda a empezar a comer— entonces está a favor.

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Siempre existe el riesgo de que la mariguana afecte de forma negativa a los pacientes más jóvenes, cuyos cerebros y cuerpos siguen en desarrollo. Sin embargo, la doctora Braun señala que los doctores ya "recetan benzodiacepinas, Valium y alprazolam a los niños". Esos fármacos también tienen efectos duraderos en los niños, y los efectos secundarios son mucho más peligrosos que los de la mota.

¿Qué es peor, la benzodiacepina o la mariguana? Supongo que la medicina tendrá que investigar para averiguarlo.

Otros expertos no están de acuerdo. La doctora Kim Dennis, directora ejecutiva y jefe de medicina en Timberline Knolls, un centro residencial líder para el tratamiento asociado con la Asociación Nacional de Anorexia Nervosa y Trastornos Relacionados, señaló que aunque la mariguana parezca una alternativa natural para los medicamentos sicotrópicos, no está regulada en comparación con la industria farmacéutica, lo cual significa que es difícil que los pacientes escojan la dosis o la cepa correcta. También dijo que el 50 por ciento de aquellos con trastornos alimenticios también tienen problemas de abuso de sustancias y les preocupa generar una dependencia a la sustancia. Una asesora en salud mental que trabaja en un centro famoso para el tratamiento de trastornos alimenticios en Massachusetts añadió que "el sistema cardiaco de muchos de estos niños se vio afectado. Cuando fumas mota, el ritmo cardiaco se acelera mucho". También dijo había un paciente de 14 años de edad en el centro que fue hospitalizado porque presentó síntomas de un paro cardiaco. En su caso, la mariguana solo lo empeoraría.

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Y como la mariguana provoca "el munchies", puede incrementar el riesgo de que los pacientes sientan culpa, vergüenza y se arrepientan de haber comido en exceso, lo cual puede provocar que se purguen más adelante. Este es uno de los riesgos principales en los pacientes con bulimia.

Para que quede claro, la mariguana no es una panacea. Kaitlyn Jones, que evita comer desde que tenía 16 años de edad y utiliza laxantes desde los 19, siente que su trastorno la consume y fuma mariguana de vez en cuando para escapar. Pero cuando lo hacía, dijo que se volvía "aún más crítica con su cuerpo y con lo que comía. La mayoría de las veces, simplemente no comía". Dijo que su trastorno obsesivo compulsivo se multiplicaba cuando fumaba mota y que, en vez de relajarla, la ponía más tensa, como si compensara la sensación de no tener control.

La doctora Braun dijo que un tratamiento exitoso de un trastorno alimenticio depende de lo individual y que la mariguana no funciona en todos los pacientes. Pero no se opone a recetarla cuando ve que sí le sirve a sus pacientes. A fin de cuentas, dice, tiene el mismo objetivo que tomar una sustancia sicoactiva. "¿Qué es peor, la benzodiacepina o la mariguana? Supongo que la medicina tendrá que investigar para averiguarlo", dijo.

Uno de los pocos investigadores que han estudiado a fondo la relación entre la mariguana y los trastornos alimenticios es el doctor Alin Andries, un físico de la Universidad de Dinamarca del Sur. Hasta ahora, el doctor Andries ha publicado tres estudios arbitrados sobre la relación entre los cannabinoides y la anorexia. En uno observa los cambios en la actividad física, en otro los cambios en el peso corporal, y en el último lleva un registro de los cambios hormonales.

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"Hay muchos estudios que demuestran el efecto apetitivo del cannabis y sus derivados sintéticos. Este efecto ocurre rápidamente tras la ingestión y se le conoce como 'munchies'", explicó el doctor Andries vía email. "Creemos que este aspecto podría investigarse más en pacientes con anorexia debido a la mala relación entre el apetito y el aumento de peso", es decir, que los pacientes no comen ni suben de peso, aunque tengan hambre. Además, la anorexia nervosa ofrece "el ambiente de investigación más puro" porque la causa de la enfermedad es siquiátrica, a diferencia de la investigación previa sobre los cannabinoides y el aumento de peso en pacientes de cáncer, SIDA o Alzheimer.

La investigación previa indica que los que padecen trastornos alimenticios podrían tener una variante del gen receptor CB1, el cual crea un tipo de resistencia a los cannabinoides. Un estudio publicado en el diario Psiquiatría Biológica descubrió déficits de este receptor en el cerebro en pacientes de anorexia y bulimia, lo cual afecta "la percepción del cuerpo, la información, la recompensa y la emoción gustativa", según el doctor Koen Van Laere, el autor principal del estudio. Una investigación previa indicó que al crear un sistema endocannabinoide vulnerable en roedores, los investigadores lograron simular síntomas anoréxicos. El doctor Andries espera encontrar la misma conclusión con los humanos.

En todos sus estudios, el doctor Andries dio a sus pacientes ya sea cápsulas de un cannabinoide sintético llamado dronabinol o placebos. Descubrió que los cannabinoides aliviaban el estrés ("nuestros pacientes dejaron de ser tan perfeccionistas y de estar tan obsesionados con bajar de peso", me dijo el doctor Andreis) y que hubo un ligero aumento en el peso corporal cuatro semanas después de la terapia con dronabinol. Pero también hubo un ligero aumento en la actividad física, algo que los investigadores no habían contemplado, lo cual se asocia con "la anorexia activa", una forma para eliminar calorías sin dejar de comer. Y aunque la terapia demostró que era seguro y en general lo toleraban bien, la investigación no notó cambios en la sicopatología relacionada con los trastornos alimenticios de los pacientes. En otras palabras, la terapia cannabinoide no alivió la dismorfia corporal, la preocupación por el peso y el miedo a comer, que son los síntomas característicos de los trastornos alimenticios.

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Al final, ninguno de los pacientes del doctor Andries superó sus trastornos alimenticios.

Aún así, una parte prometedora de la investigación del doctor Andries fue su estudio clínico de tres años sobre cannabinoides y aumento de peso, donde descubrió que los pacientes anoréxicos que tomaron pastillas de THC sintético durante cuatro semanas subieron cerca de 680 gramos más que los pacientes que tomaron placebos. Podría no parecer mucho, pero para las personas con un peso demasiado bajo, podría ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Cuando tu cuerpo está en un periodo de inanición, lo primero que utiliza es el tejido más grasoso, que, en ausencia de grasa corporal, es el cerebro.

Cuando dejas de comer, empiezan a pasarle cosas raras a tu cerebro. Un estudio famoso, conocido como el Experimento de inanición de Minnesota, descubrió que cuando las personas pierden el 25 por ciento de su peso corporal, experimentan alteraciones emocionales y depresión, así como daños en las capacidades cognitivas. Los participantes no podían concentrarse, tenían mal juicio y, en algunos casos, experimentaban alucinaciones o deseos de hacerse daño. (Para que se le diagnostique anorexia a una persona, debe estar 15 por ciento abajo del peso corporal normal.)

Cuando tu cuerpo está en un periodo de inanición, lo primero que utiliza el tejido más grasoso, que, en ausencia de grasa corporal, es el cerebro. El cerebro deja de funcionar poco a poco, lo que causa confusión, falta de concentración y una falta de capacidad para enfocarse. Para los pacientes con trastornos alimenticios, esto alimenta el ciclo de dismorfia corporal y la lógica extraña de los trastornos alimenticios. Apenas 2.5 kg pueden marcar una gran diferencia en qué piensan las personas, en especial sobre ellas mismas y sus trastornos.

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Muchas terapias para tratar los trastornos alimenticios se enfocan en aumentar el índice de masa corporal en los pacientes para disminuir el riesgo de muerte y porque subir de peso es una de las pocas formas de hacer que los pacientes redefinan su opinión sobre sus propios trastornos. Los tratamientos efectivos se enfocan en reconstruir los cerebros de los pacientes tanto como sus cuerpos.

Entonces, si el cannabis puede ayudar a los pacientes para que suban unos cuantos kilos, tiene sentido que muchos la consideren la puerta hacia la salvación. Mientras escribía este artículo, platiqué con más de una docena de personas que se habían automedicado con mariguana para tratar sus trastornos alimenticios, y aunque sus historias incluían varios grados de efectividad, muchos de ellos dijeron que la mariguana fue de las pocas cosas que los hizo creer que era posible recuperarse.

"La mariguana abrió partes de mi mente que me permitieron retomar el control".

Un hombre de veintitantos que restringía sus alimentos en su adolescencia dijo que empezó a fumar mariguana para "tomarse un descanso cognitivo necesario de la tristeza que sentía". Se fumaba un toque cada que todo salía mal y descubrió que le daba el alivio que necesitaba. "Claro, no era una solución mágica pero ayudaba mucho en esas horas de aturdimiento", dijo. Fumar mota era "lo suficientemente subversivo como para demostrar que era posible tener otra vida y que era una buena opción".

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Una persona recuerda cómo olvidó cuántas calorías había comido ese día la primera vez que fumó mariguana, algo que tenía bien registrado. Olvidar se sintió como si le quitaran un peso de encima y le recordó que era posible vivir sin llevar un registro de su alimentación. Otra persona me dijo que "lo que me ayudo a recuperar un peso saludable probablemente fue una combinación de varias cosas, aunque siempre supe que fumar mota fue lo que inclinó la balanza y me hizo tener hambre las dos o tres primeras veces".

Y también está el testimonio de Christopher, quién llegó a pesar 31 kilos. Chris usaba la mariguana como una mecanismo de defensa durante la primera etapa de su recuperación, una forma para calmar la depresión, la ansiedad, el estrés y para estimular un apetito que había perdido hace muchos años. Por primera vez desde que empezó su trastorno alimenticio, pudo dejar de contar las calorías y concentrarse en otras cosas, como en ver la televisión o en tener una conversación normal.

Lo más sorprendente que dijo no fue que la mariguana lo ayudó a sentirse más tranquilo, más hambriento o menos ansioso. Fue que por fin pudo verse como los demás lo veían.

"Cuando fumé mariguana, las voces que me decían que era una mierda de persona se callaron un poco", dijo. Después de fumar, pudo verse como era en realidad —perturbadoramente delgado— en vez de ver la imagen distorsionada de él mismo que veía cuando estaba sobrio.

"La mariguana", dijo otra persona, "abrió partes de mi mente que me permitieron retomar el control. Es como si antes no hubiera tenido acceso a esas partes de mi mente".

Ya pasaron cinco años desde que Anna Demarco fumó por primera vez y ahora considera que se está recuperando de su trastorno alimenticio. Fuma más o menos tres veces al día —antes de comer y de dormir— y puede comer con normalidad.

La doctora Kim Dennis, directora ejecutiva en el centro residencia de tratamiento Timberline Knolls, no cree que esta recuperación sea real. "Si una persona empieza a depender de la mariguana para controlar su trastorno alimenticio, no tiene la libertad que tiene una persona en recuperación. La persona en recuperación se esforzó para descubrir y sanar los problemas subyacentes".

A Anna también le preocupa depender de la droga. "No puedo comer si no fumo porque mi ansiedad es constante y mi estómago siempre tiene retortijones", dijo. Ha atravesado periodos donde trata de fumar menos pero cada que lo hace, pierde el apetito y su ansiedad aumenta más que nunca. Una vez, cuando dejó de fumar tres semanas, se dio cuenta de que "observaba su figura de forma obsesiva y se pesaba cada que encontraba una báscula".

Anna dijo que se siente más normal con la mariguana. "Sin ella, no soy un ser humano funcional".

La mariguana no es una "cura" para su trastorno alimenticio y sabe que la mariguana no es una solución permanente. Pero dice que es una de las cosas que la mantiene con vida y que no tiene nada de vergonzoso tratar de sobrevivir.

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