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Música

Versus: para decidir en el Corona Capital - 12 de octubre

Un festival implica, siempre, decisiones. No puede uno salirse con la suya y ver todo lo que se oferta porque para ello necesitaríamos el don de la omnipresencia. Algo habrá que perderse para sacarle el jugo a la tarde.

Un festival implica, siempre, decisiones. No puede uno salirse con la suya y ver todo lo que se oferta porque para ello necesitaríamos el don de la omnipresencia. Algo habrá que perderse para sacarle el jugo a la tarde.

Para empezar, todo lo que empiece antes de las cuatro. Nada personal. A menos que seas menor de edad y tus pocos años te permitan aguantar la carrera de resistencia que es atravesar casi doce horas de clima impredecible y caminatas interminables, hay que llegar una vez que comienza lo verdaderamente interesante, la carnita sustanciosa.

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Para poder sentir que diez ángeles te elevan mientras escuchas la voz celestial de Kurt Vile y lo ves flotar por el escenario mientras habita su propio mundo, vas a tener que ahorrarte a los protohips de Portland. Dandy Warhols guarda un par de buenas memorias en su catálogo -la bellísima Sleep y la contundente We used to be friends, pero en unos años será mucho más valioso haber presenciado el show de Vile que el de estos casi has-beens.

Si te mueves para ver a White Lies, escucharás a quienes se perfilan para convertirse en una banda de melodías perfectas para un estadio. El drama desgastado de los 80 encuentra aquí momentos grandilocuentes que sirven para distraer, pero no muerden. Sigue caminando y encuéntrate con un viejo amigo que no pensaste ver en el festival, el desubicado que nunca encajó en ninguna parte. Déjate invitar aunque sea un cigarro y fúndete con Toy, que se guía casi a ciegas entre el krautrock y la sicodelia. Grabaron su disco de la misma manera en que tocan en directo: en medio de lasers y humo. Una tensión melancólica imperfecta te inundará hasta que termine y tengas que largarte. Ya no es necesaria la charla superficial con tu conocido.

Te vas a perder de fajar con una morrita chula que venga servida y que quiera lloriquear con los temas edulcorados de Travis, pero la decisión te salvará la vida. Tal vez no encuentres nunca al vato borracho que siempre te invita los tragos y que seguro va a estar ahogado cantando 'Why does it always rain on me?'. Perderte aquello te hará encontrarte con J Mascis, el hombre de aspecto impenetrable y largas canas. La belleza del ruido detrás de Lou Barlow tal vez haga que te decidas a largarte del trabajo que odias. Puede ser que después de escuchar 'Just like heaven' en versión Dinosaur Jr., te sientas tan drogado de felicidad que experimentes una epifanía sobre tu propia muerte. Tal vez esas tres notas te hagan reconciliarte con la vida.

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Ahora, si lo que se desea es hacer corajes, bien puede uno ir a The XX. La mayoría de la gente se comportará como la salvaje que es porque eso se espera del público en un festival. En medio de la delicada construcción del grupo, una morra ahogada contará un chisme a gritos, un vato pedirá una cerveza como desaforado y se hará el payaso para tratar de impresionar a alguien. Y tú como idiota, tratando de escuchar un concierto que se diluirá entre la multitud. Si querías escuchar la fragilidad que atraviesa sus voces, debiste engancharte a tus audífonos y prender un toque para escuchar un concierto suyo. A solas. Con un whisky. Y dormir como bebé.

Qué misterio se esconderá detrás de la decisión de elegir a Crystal Method. En pleno 2013. Cierto éxito en las pistas de baile de 1995 les precede. Sin embargo, su último disco se publicó en 2009, con canciones perfectas para anunciar autos o tampones. Mejor te jalas a una morrita que quiera bailar y te vas a ver a Phoenix. Su ascenso lento pero seguro es digno de notarse. Quien diga que se imaginó verlos como cabezas de cartel cuando publicaron 'United' en el año 2000, miente. Aunque el grupo no ha disminuido sus ganchos y la velocidad de sus piezas desde el día uno, es curioso notar cómo su aproximación al pop se convirtió en soundtrack de la vida repleta de brillo artificial que hemos ido construyéndonos. Lo que sea que esto diga de nosotros.

Elegir entre Deadmau5 y M.I.A. es simplemente decidir qué pista de baile se quiere abordar. Joel Zimmerman, el hombre detrás de la máscara de Deadmau5, es la estrella más visible del dance gringo que se tardó años en aprender a apreciar el house y el techno. Baile hueco, sin sexo, sin ambigüedades ni segundas intenciones. Lo que ves es lo que hay. Vatos en tachas con los que no podrás entablar conversación alguna una vez que las drogas se deslaven.

M.I.A. es una mujer de carne y hueso. Puedes sentir si su set fluye o se detiene. Recomienza, grita, patea. Sabe cómo dar una fiesta. Y en una fiesta no todo sale bien. Las mejores son las que tienen todo en contra y aún así se imponen, a pesar -y a propósito- del desastre. Es preferible ver sus muslos temblorosos por todo el escenario mientras el sampleo de las balas se vuelve casi ridículo.

Luego vendrán los pensamientos sucios. Blondie es la MILF más reina de todas. No todos los días pasa que una mujer de 68 años, con una historia de alcohol, excesos y escándalos e incongruencias, se pare frente a uno y se contonée a sus anchas. Aunque la elección de su set no ha sido del todo afortunada en los últimos años y se han decidido por canciones de discos que nadie compró, eso es lo que menos importa. Sus minifaldas develan las rodillas de vieja que ya le vemos a Goldie Hawn y a Meryl Streep. A ella le vale madres lo que pienses sobre sus arrugas y su poco juicio. Hay que apreciar su avistamiento como quien aprecia una rara avis. Y pensar en la mamá de tu amigo que todavía no roza los setenta pero sí que aguanta un piano.

Llegará el final, porque siempre llega aunque se dilate. Tocará entonces arrastrarte a la salida más cercana, tratando de evadir a los taxistas abusivos que insisten con sus exorbitantes cobros. Abordar un microbús de la muerte que te bote lo más cerca posible de tu hogar; tu casa o el after. O el after en tu casa. Quedará repasar recuerdos que resistan el paso del tiempo y la neblina de las drogas y el alcohol. Pedazos de tiempo que te dirán algo de lo que sentiste, observaste, sufriste mientras estabas allí, en medio de todo, sintiéndote parte del mundo, participando de él mediante el ritmo de tus torpes caderas o tus brazos asimétricos.