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Μodă

Conoce a los chavales de 14 años que gastan miles de euros en ropa

¿Desde cuándo visten tan bien los chavales?

Foto superior: Varios jóvenes a la puerta de la tienda londinense de Supreme. Foto: Jake Lewis

Son las once de la mañana del sábado y ya hay cerca de 200 personas haciendo cola frente a la puerta del londinense Dover Street Market. Entre ellas está Colin, que lleva allí desde las tres de la madrugada. Ocho horas esperando por una razón con nombre y apellido: Gosha Rubchinskiy.

"Gosha es uno de mis diseñadores favoritos", nos cuenta, haciendo referencia al ruso de 32 años responsable de que medio mundo de la moda esté obsesionado con la estética postsoviética. Nacido en Moscú, el diseñador crea sus prendas inspirándose y documentándose en la cultura juvenil de Rusia. "Siempre me ha gustado el deporte y los diseños de Gosha son muy de ese estilo", añade Colin. "Además, él mezcla skate, streetwear y alta costura".

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Quizá habría que puntualizar que Colin tiene 14 años. Está a tan solo cuatro de poder votar en su país. Lleva un chándal Supreme de velur en dos colores con un precio al público de 440 euros y resulta sorprendente oírlo hablar con tanta convicción sobre lo que le gusta y no le gusta en la moda. "Ya no uso [la marca británica de skate] Palace", explica. "Los diseños molan, pero son un poco repetitivos".

En la cola también está Ed. No sé su apellido porque en mitad de la entrevista se va corriendo, pero sé que tiene 13 años y que ha conseguido hacerse con una de las prendas más buscadas del año pasado: las Adidas NMD "OG" (las que tienen paneles rojos y azules), que volvían a estar disponibles en Dover Street Market el mismo día que se estrenaba lo nuevo de Rubchinskiy. "Me quería haber levantado a las tres de la madrugada, pero me he quedado dormido y he llegado a las ocho, más o menos", dijo. Como consecuencia, ha tenido que comprar las zapatillas de reventa a un tipo que había en la puerta, 70 libras (81 euros) más caras. Pero ha valido la pena, en su opinión. "Es genial ir caminando con el Soho llevando algo que los demás no tienen", explica. "La gente te mira como si estuvieras a otro nivel".

Conocemos también a Michelle, de 16 años, que estuvo haciendo cola para comprar ropa Palace hasta que su madre llegó y se la llevó a casa. "Llevo aquí ocho horas", dice con una sonrisa, "y ha venido mi madre hasta el Soho y se ha puesto a gritarme delante de todo el mundo". Hoy, Michelle lleva unos pantalones de chándal de la marca georgiana/parisina Vetements, cuyo precio es algo menos de 580 euros.

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Dos adolescentes luciendo mucha marca Supreme

Estos chavales visten con ropa de diseño de la cabeza a los pies y tienen un armario que rivaliza con el de muchas personas que los doblan en edad. ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo es posible que Ed desembolse 600 euros por un anorak Supreme x Stone Island sin pestañear? ¿Qué mundo es este, en el que la estrella de Instagram Leo "Gully Gully" Mandela consigue más de 120.000 seguidores simplemente colgando fotos suyas en las que aparece vistiendo la ropa que es tendencia?

Los jóvenes de antes salían a la calle con sudaderas de Slipknot y cinturones Low Life con tachuelas, esperando que su adolescencia pasara de largo con la menor cantidad de problemas posibles. ¿Hoy día? Supreme; Palace; Gosha; Off-White; Gucci vintage… Todos van a la última hasta el mínimo detalle. Y toda esa ropa es carísima. Estamos hablando de un mínimo de 200 euros por cualquier prenda que sea medianamente exclusiva. ¿Quiénes son estos jóvenes aparentemente adinerados? ¿De dónde viene su fascinación por la moda?

Previsiblemente, la mayoría de los chavales con los que hablé coincidían en que Instagram desempeñaba un papel muy importante. Cuando te haces con una nueva prenda —sobre todo si es difícil de conseguir—, sientes la necesidad de exhibirla. "Al principio yo no iba muy en serio con lo de Instagram", afirma Colin, "pero hace seis meses pensé, 'Todo el mundo lo está haciendo; pues yo también voy a ponerme en serio'".

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Ser uno de los grandes de este fenómeno requiere dedicación: Mandela publica, de media, una foto cada dos días con un look totalmente nuevo, a menudo en ciudades distintas. Confiesa que solo en los últimos dos años se ha gastado entre 9.000 y 10.000 euros en ropa. Todo forma parte del mismo juego: la búsqueda de algo que nadie más posea. La rareza se traduce en adulación, y la adulación acalla esa voz interior —al menos temporalmente— que no deja de susurrarte que no encajas. En realidad, todo se reduce a las inseguridades propias de los adolescentes y a su necesidad de saberse observados y aceptados. Ponte una prenda de esta marca y ya formas parte del club, aunque realmente estés a años luz.

Pero a no ser que tus padres sean inmensamente ricos, mantener el ritmo de compra de las novedades no es tarea fácil. El mundo que han creado estos adolescentes demasiado obsesionados con las redes sociales resulta impresionante. Muchos de ellos ni siquiera tienen la edad legal para trabajar, por lo que deben buscarse la vida para conseguir el dinero. Los padres de Colin le compraron unas zapatillas Raf Simons Ozweego para su cumpleaños. Su coste en el mercado de segunda mano es de 174 euros (precio de venta: 275 euros). Un par de meses después vio una chaquete Supreme que le gustó, así que vendió las zapatillas y con lo que se sacó se compró la chaqueta. "Con el tiempo ganas cada vez más dinero, porque el valor de reventa de la ropa muy buscada supera el precio de venta normal, aunque la prenda haya sido usada", señaló Ed. Colin enfatiza mucho el hecho de que sus padres no le dieron dinero estas fiestas de Navidad porque ya se sacó un buen pellizco con la reventa y porque consideran que se está volviendo "demasiado materialista".

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Pero, ¿qué piensa él al respecto? Se queda en silencio unos instantes. "Que no es verdad. Para mí la ropa es mi versión del iPad, el iPhone o la Xbox que pediría cualquier otro chaval. Y en cualquier caso, me da igual, porque quedas genial con esta ropa".

Este tipo de microeconomía está en todas partes. Poner tu supercamiseta hiperexclusiva a la venta en Grailed (una especie de eBay de lujo) no te convierte necesariamente en un "revendedor" —gente que se dedica a comprar prendas que causan furor para revenderlas y obtener el máximo beneficio—, simplemente significa que puedes seguir financiando tu obsesión sin necesidad de recurrir al banco de tus padres. Sin embargo, hay jóvenes, como Sophie Scott (16), que se oponen a ello. "Estuve más de un mes buscando unos pantalones de chándal Supreme x Playboy. ¿Por qué iba a querer venderlos? Así le quitas toda la gracia. Yo me compro ropa porque me gusta llevarla, no para ganar dinero".


Pero, ¿cómo se explica esa furor? ¿A los chavales realmente les gusta la moda? Se habla mucho de este tipo de fenómenos: gente que se lanza a la compra compulsiva de prendas de moda porque ES LO QUE MOLA. A un observador ajeno a todo esto le podría parecer que su interés es genuino: a Sophie no le molesta que digan que es una esclava de las tendencias, mientras que Colin incluso va más allá y tiene instituida su propia jerarquía. "No es por ofender, pero la mayoría de chicas de mi edad compran en Primark", afirma. El origen de su pasión por la ropa también resulta interesante. Colin descubrió la marca Supreme por sus amigos de más edad, a los que conoció en un skate park de su barrio. "Aunque yo patino como el culo, quería parecerme a la gente que lleva esa ropa porque mola mucho".

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Lo mismo ocurre con Sophie. Sin duda está obsesionada con la ropa, pero hay algo más. "Hace unos años, antes de que me metiera en el mundillo de la ropa, tenía muchos problemas de autoestima", confiesa. "Luego empecé a comprarme cosas de marca, como Palace, simplemente para ver qué pasaba, y la gente reaccionaba muy bien, pero daba un poco de miedo. La semana pasada me compré un mono Supreme blanco y lo llevé al instituto pocos días después. El primer día estaba muy nerviosa, pero cuando la gente te dice lo chulo que es, te sube un poco la autoestima. A mí me ha ayudado mucho".

La estilista de Vetements Lotta Volkova declaró recientemente a Business of Fashion que las subculturas son cosa del pasado. Los adolescentes de hoy en día no conocen el concepto de subcultura. Está claro que vivimos en un mundo en que la gente está más interesada en crear su yo virtual que en mostrar sus verdaderos intereses, pero basta con ver a estos chicos para darse cuenta de que forman parte de la misma tribu. Para empezar, todos visten de forma idéntica. Emos, punks, góticos… Todos esos perfiles han sido sustituidos por una identidad estética casada con Supreme y Sports Direct. Las subculturas giraban en torno a la música, mientras que el streetwear es el arte de tener un look impecable, de adoptar un aire de arrogante indiferencia, sin que se note que te has pasado seis horas buscando el sitio ideal para hacerte la foto. Puede que estos chavales sean muy jóvenes para entender la simbología del martillo y la hoz que tanto usa Gosha o la ironía de adorar una marca que se define por el rechazo al consumismo, pero ¿qué importancia tiene eso, en realidad? Han creado algo propio, algo con lo que se identifican, y solo por eso merecen toda nuestra admiración.

¿Estamos, pues, ante un fenómeno perpetuo? Cuando cumplan los 30 años, ¿seguirán estos chicos buscando la preciada sudadera para comprarla por un precio tres veces superior al original? Colin no lo cree: "Nah. Quiero pasarme a los trajes". Sophie, como muchos otros con los que he hablado, no lo tiene tan claro. "La moda no lo es todo, obviamente, pero mi ropa se ha convertido casi en una extensión de mí misma", confiesa. "No creo que pueda dejarlo porque me ha ayudado a ser la persona que quiero ser".

@louisedonovan_

Traducción por Mario Abad.