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Música

La vez que en el 2003 se bailó música electrónica por la paz

Electropaz ocurrió un día después de una tragedia nacional.

Existen esos momentos en el tiempo que se quedan allá congelados en el fondo de la retina por el impacto que generan en una sociedad. Si alguien marcara el 7 de febrero de 2003 en un calendario como fecha conmemorativa, una fracción considerable de personas no tendrían idea de qué pasó ese día. Pero si por el contrario marcamos esa fecha bajo el enunciado "La bomba del Nogal", la memoria del suceso nos golpea la mente con un estallido fulminante.

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A pesar de que Colombia lleva en guerra desde el mismo día de su independencia, los estratos altos de la capital la han vivido, en su mayoría, a través de los medios de comunicación. Pero el atentado de las Farc al corazón de la élite bogotana definitivamente logró grabarse en la línea del tiempo de sus ciudadanos. La guerra es un elemento clave cuando se piensa en la construcción de nuestra historia, pero también vale la pena recuperar la memoria de aquellos eventos que han trabajado por construir historias en pro de un tejido social sano. Un claro referente de este tipo de iniciativas fue la fiesta del Electropaz.

El 8 de febrero de 2003, un día después de la bomba, y de la confusión y el dolor que dejó su impacto, el parque de diversiones Bima, ahora conocido como Multiparque, abrió sus puertas en función de causas sociales. Geovana Nassar, organizó "una experiencia que girara en torno a la paz, siendo el arte el medio para lograrla". A partir de ese ideal nació un evento que se llamó el Electropaz.

Las invitaciones del evento venían pegadas a vinilos que los promotores conseguían en el centro.

A pesar de que el Electropaz no tenía ninguna conexión con el atentado al Nogal, el evento y todos los involucrados se vieron, de forma circunstancial, impactados con la tragedia. Geovana Nassar, quien manejaba una empresa llamada Stagejunto con Leonardo Mora, convocó a DJs locales e internacionales, promotores, productores y artistas independientes con el objetivo de donar el 5% de las ganancias a la fundación El hogar del niño de Medellín. La organizadora también recuerda que se le descontaban 10.000 pesos de la boleta a aquellos asistentes que llevaron ropa, libros y juguetes en buen estado, todo con el fin de donarlas a la Fundación El Cielo en la Tierra en Bogotá.

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A pesar de la cicatriz que dejaba abierta la tragedia del día anterior, el evento se llevó a cabo y funcionó como un recordatorio de que "siempre se puede ayudar, siempre hay algo bonito para que, desde el mundo pequeño de uno, se generen impactos en los mundos de los demás", como dice Geovana. El evento, en medio de las circunstancia en las que se lleva a cabo, es un respiro de aire fresco en medio de un ambiente nublado.

Ese día, unas 2.000 personas bailaron por el techno y la paz del país.

Para producir y difundir el evento, Stage reunió al colectivo de promotores de Techsound, al cual pertenecían Julián Gómez, Sónico, J-way y Static para lograr la exposición de la fiesta, y además para tocar en ella. El colectivo Techsound logró enfilar en el lineup a DJ's de talla internacional como Alan Somerville, Derek Marin, Richard Bourke y al gran Ben Sims, un artista legendario en la escena techno británica que, hoy por hoy, es imposible de traer por estos lados.

Otra versión de las invitaciones que venían en formato de vinilo.

El encuentro contó con tres salas, cada una ambientando al público con techno, house y chill out respectivamente. Además, la sala de chill out entretenía no solamente el oído del público, sino que también contaba con entretención visual de la mano de exposiciones de fotografía, filminutos y pinturas. El aforo de 2.000 personas vivió la fiesta con una energía de esas que podían experimentarse cuando la escena electrónica era joven: sin pretensiones, abierta a explorar nuevas experiencias y sobre todo, concentrada en rave puro. Julián Gómez cuenta que el plus más grande para los asistentes, sin duda, era el hecho de que las atracciones del parque estaban abiertas para que pudieran escuchar a los DJs mientras exorcizaban la tristeza en las montañas rusas o en los carritos chocones.

Vale la pena que refresquemos la memoria para dar cuenta de que hay gente que, de verdad, se esfuerza por transformar los panoramas cotidianos para regenerar tejidos históricos más amables. El Electropaz da cuenta de ese esfuerzo, porque le apostó a construir historia desde una diversión que aporta algo importante a la sociedad. Es que si nos vamos a los cimientos de la música electrónica, encontraremos que este movimiento mundial fue fundado bajo los valores de la inclusión y el respeto. Hoy en día, con todas las problemáticas políticas, sociales y culturales que tenemos en el país, la música electrónica se puede convertir en una herramientas crucial para la construcción de paz, haciendo de ella una escenario en donde corrientes opuestas se puedan reunir, compartir, y sobre todo, celebrar bajo una misma causa.

¿Por qué no estamos viendo con frecuencia iniciativas como las que tuvimos al principio de este milenio? ¿Qué pasa?