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Música

Ritual de magia en el Gaitán: Una noche con Ibeyi

El pasado 29 de abril acompañamos a las gemelas desde la prueba de sonido hasta que soltaron su hechizo sobre los mortales en el Jorge Eliecer. La unión entre Ibeyi y Bogotá quedó pactada para siempre.

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Después de Coachella, del Vive Latino y de su recital la noche anterior en Medellín, era poco el descanso que habían tenido las gemelas, quienes no disimularon su fatiga durante la prueba de sonido y sin embargo jamás reprimieron esa risita cómplice con la que suelen encantar al universo como el par de hadas santeras que son. Ese viernes a las 6:30 de la tarde, bajo la mirada tutora de su madre, quien es también su mánager y quien las cuidaba desde ese auditorio vacío que estaba a punto de llenarse, las hermanas Díaz hicieron una prueba rápida antes de desaparecer en su camerino, primero Naomi, que estaba pálida y necesitaba dormir, luego Lisa Kandé, quien durante unos veinte minutos continuó arrullando con su piano y con su voz a los tantos fantasmas del Jorge Eliecer. Allí se cambiaron. Se arreglaron. Calentaron sus voces con ruiditos de grillo nocturno y ave fantástica. Inquietas, la una la sombra de la otra, se imitaron frente al espejo. A falta de ron, se dieron ganas. Luego las hermanas cerraron los ojos y respiraron profundo y caminaron hacia la tras escena, a oscuras, donde se abrazaron con su madre, las tres, antes de anunciarle con su dulce voz al público, oculto aún de éste, que estaban por aparecer. Cuando pisaron el escenario los casi dos mil presentes las recibimos con un aplauso incuestionable, entonces las hijas de Angá se pusieron frente a frente bajo el foco de luz, se miraron a los ojos y soltaron un cántico yoruba. El ritual había empezado. Entonces el sonido de la caja, del teclado, de los samples espectrales y de los tambores batá se encargó de desarmarnos, de sacarnos del Gaitán para conducirnos en un viaje que ofrecía tanto de euforia como de introspección. Tanto de alegría efervescente como de dueloy sanación. A través de su performance, bajo unas luces íntimas y unas visuales de selva espesa e hipnotizante, las gemelas mágicas nos llevaron de la mano por canciones como “River”, “Think of you” o “Mama says”, hechizando desde lo profundo a unos mortales que se rindieron a los pies de su carisma milenario y, con el ojo aguado, se levantaron de su silla una y otra vez para decirles que gracias por el mantra. Al final, se pusieron de pie y, mirándose a los ojos de nuevo, y luego a nosotros, sellamos para siempre nuestra unión ritual con Ibeyi.

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