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Música

Por qué Edson Velandia es uno de nuestros personajes del año

¡Larga vida al montañero prolífico, prestidigitador sin ley!

Este artículo hace parte de una serie de seis entregas sobre los personajes del año según Noisey Colombia.

En la zona rural de Piedecuesta, Santander, en una rústica casa que él mismo construyó, vive Edson Velandia con Adriana Lizcano, su esposa, y Luciano y Naira, sus dos hijos. En ese paraíso bucólico, alejado del ruido, la velocidad y la angustia de la ciudad, el compositor de cuarenta años imaginó un prontuario fantástico –una canción de sesenta minutos, la banda sonora de un documental, un cancionero y un Concierto para Coro y Orquesta- que no solo consolida el pico creativo más alto de su carrera sino que lo revela como uno de los músicos definitivos en la historia reciente de la música en Colombia. Acá está el recuento detallado de la actividad musical de uno de los personajes del año para Noisey.

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Aunque visitó Barranquilla, Dosquebradas, Bucaramanga, Cali, Cartago, Arauca y Florencia –ciudades donde presentó conciertos en solitario- , Bogotá fue su escenario privilegiado. El año inició con la conmemoración del primer lustro de Oh, Porno!, concupiscente disco que en 2011 fue el pretexto de un viaje místico de cuatro meses que lo llevó de Piedecuesta a la Patagonia junto a los imberbes integrantes de La Tigra. Los sobrevivientes originales de la aventura se reunieron de nuevo en Latino Power el 31 de enero de este año, tocaron el disco completo y estrenaron una rasqa en homenaje a la diva criolla del porno, Esperanza Gómez. Mientras en el Estadio El Campín Foo Figthters acaparaba la atención, Velandia atendió a cuatrocientos comensales con versos descarados: “Divina señora/ Danos la paz/ Divina maestra/ Danos el pan/ Divina virtuosa/ Danos libertad/ Divina luminosa/ Danos esperanza/ Esperanza/ Danos la paz/ Esperanza/ Danos la paz”.

Y el año apenas comenzaba.

El 14 de marzo, junto al coro de la Universidad Industrial de Santander y la Banda Municipal de Piedecuesta, estrenó el Concierto para Coro y Orquesta, obra comisionada por la alcaldía municipal para la inauguración del Auditorio Gonzalo Prada. Tan solo quince días después, en el encopetado Teatro Colón, con la compañía de su padre, el grupo de carranga Son Picante y algunos músicos compinches como Pedro Ojeda, Mange Valencia, Jacobo Vélez y Sebastián Rozo presentó el Cancionero rasqa, una recopilación de 93 canciones escritas, principalmente, entre 2006 y 2015 que se deja leer como diario de iniciación, colección de poemas, conjura para el mal de amor, manifiesto acerca de la infamia colombiana, libro de humor para caballeros y damas libidinosos, arrullos para niños delirantes, liturgias para despedir muertos inesperados, cantinelas de campesinos, vademécum, manual de aliteración y compendio de supercherías.

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A mitad de año presentó en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín La bacinilla de peltre, tocó en el Teatro Nacional la Castellana junto a Fatso y apareció en el video de la canción “Pensar y pensar” de Las Áñez. En agosto fue uno de los invitados al seminario Así suena Colombia en el Siglo XXI –organizado en el Teatro Colón por los integrantes de Curupira- y dictó el Laboratorio de Canciones Crónicas, un taller en la Casa Kilele donde apuntaló el proceso literario de lo que sería Aputoi, canción de un solo tiro.

El domingo 16 de agosto de 2015, ante 150 personas apretadas entre las calurosas paredes de Matik Matik, Velandia convocó a nueve músicos y dos actores para interpretar la misma canción durante una hora. Aventado, sin caer en las trampas del maquillaje, no le dio tregua al asunto y dos meses después puso en circulación un disco que contiene una monumental obra en la que echa mano de toda su pericia lírica y los métodos de composición asociados a la música aleatoria. Más allá del activismo político y las ideologías, el cantautor logró una confesión nihilista y desengañada que transita los terrenos de la comedia y la caricatura.

Justo en esos días se juntó con Las Áñez y el guitarrista Guillermo Bocanegra para grabar la banda sonora de El valle sin sombras, un documental sobrecogedor en el que el director Rubén Mendoza rindió homenaje a las víctimas de la tragedia de Armero. Por si fuera poco, con la complicidad de Benjamín Calais –la cabeza al frente de Matik Matik- se internó en un estudió para registrar su primer disco como solista que verá la luz en el 2016.

“Y en tanto que el pillo consume la jarra…”, en noviembre volvió al Teatro Colón para el estreno mundial de La bacinilla de peltre, una insolente ópera que narra las desventuras de un poeta que sufre estreñimiento radical. ¡Si señores! Allí, en el sacrosanto escenario de la cultura colombiana, Edson Agustín Velandia Corredor, su familia, un par de leyendas del teatro piedecuestano y los músicos de La Tigra, hicieron desternillar de la risa a un público estupefacto. Cínica revisión de nuestra historia infame, esta tragicomedia es uno de los gestos más avezados en la historia del Teatro que, a propósito, se anotó dos llenos totales, censura en la red y un intento de boicot. Ese mismo mes cumplió sus primeros cuarenta años. Los celebró en Bogotá cantando en una chiva “La muerte de Jaime Garzón”, canción que describe un hipotético diálogo entre el humorista inmolado y el victimario que lo ajustició a balazos. Esto como parte de Corruptour, el caso de Jaime Garzón, una desoladora obra de teatro dirigida por Verónica Ochoa.

¿Cómo hace? ¿De qué lugar provienen tantas canciones, retruécanos y músicas descabelladas? No lo sabemos. De lo que si estamos seguros es que tiene combustible para rato y cuerda como para despedir el año en medio de una rumba salvaje donde cantará “La antropología”, una obra maestra del sarcasmo post-rasqa incluida en el debut homónimo de Carmelo Torres y Los Toscos.

¡Larga vida al montañero prolífico, prestidigitador sin ley!