FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Vida y obra de un veterano del rock nacional a través de su colección de afiches

Desde el Festival Ancón del 71 hasta el lanzamiento de El Dorado en el 95, una galería nunca antes vista de la historia del rock en Colombia.

Carlos Álvarez se define a sí mismo como percuchonista y baretista, tiene 65 años y dedicó gran parte de su vida a la parranda y los tambores. Viajó por todo lado tocando con Los Flippers, Malanga y La Planta —unas de las primeras bandas de rock psicodélico colombiano—, y hasta con Aterciopelados, como músico invitado para el ensamble en vivo. Los registros de aquellas épocas de jolgorio están en sus anécdotas dementes, en decenas de fotos que guarda en una caja de cartón y, lo más interesante de todo, en las decenas de carteles que tiene apilados en una mesa vieja y empolvada ubicada en un rincón de su oscura sala. Carlos ha coleccionado afiches de conciertos desde 1968, entre sus recuerdos conserva los de sus primeros toques y los carteles oficiales del Festival de Ancón, el famoso Woodstock colombiano, que se llevó a cabo en junio de1971 en La Estrella, Antioquia, donde tocaron bandas pioneras como La Columna de Fuego, Hope, La Banda del Marciano y Terrón de Sueños. Además, guarda varios afiches de su época en Aterciopelados, de los 90, como el del lanzamiento de El Dorado, que muestra a Andrea con su guitarra forrada de flores, el primer afiche de Rock al Parque o los de algunos conciertos legendarios que dieron junto a Soda Stéreo. La lista sigue con otras joyas de la historia del rock y la psicodelia, como un colorido cartel de una presentación de la banda de Ismael Miranda, de tradición Fania, en 1974, y una colección de carteles semi-eróticos del Festival de Música del Caribe, donde tocó con Arrow, los de "Feeling hot hot hot".

Publicidad

A finales de los 60, en Bogotá, pocas personas llamaban tanto la atención por la calle como lo hacía Carlos. Se paseaba con sus bongos por las calles de la capital luciendo un gigantesco afro, jeans bordados con diseños psicodélicos y abrigos estilo mod, confeccionados por su sastre personal. Pasaba su tiempo haciendo serigrafías, tomando fotos, tocando en bares y parques, fumando mariguana y dibujando a mano los carteles de los conciertos en los que se presentaba. Pura paz, amor y Santa Marta Gold, la mejor yerba de la historia.

Para intentar reformarlo, su papá, un político conservador, lo metió al ejército, pero lo expulsaron por hippie. Finalmente entró a la Tadeo para estudiar diseño gráfico y en 1973 se ganó una beca para estudiar cinematografía en la Lone Mountain College de San Francisco, epicentro contracultural en el que vivió durante diez años y donde formó parte de varios grupos, como Success y Smoke Inc, grupos de rock setentero y latin jazz. Al igual que en Colombia, por allá se la pasó de concierto en concierto. A medidados de los 80 regresó a Colombia y trabajó en una compañía de baile. Entre el 93 y el 95 entró como músico invitado a Aterciopelados ("los mejores años de la banda", según él), con quienes ensayaba en su casa ubicada en Cedritos, y los acompañó en las giras que hicieron por Suramérica y España.

En su vida de músico y sobre todo, de fetichista de la música, Carlos conservó muchos de los afiches de los conciertos en los que tocó y algunos de los que asistió. Una serie de joyas perdidas, muchas hechas a mano por él mismo, que narran todos los años de fiesta de este entrañable personaje y una fracción valiosa de la historia de la música colombiana.

Publicidad

Prepárense para un viaje al pasado. ***

Los primeros años de psicodelia colombiana: cacao sabanero y rock

San Francisco: Paz, amor y fiesta

Los años de terciopelo

Varios extraños, locos y hasta eróticos