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Música

Hugo Candelario: El músico de las dos cosmologías

Maestro de la marimba, puente entre la tradición y las nuevas músicas del pacífico, traductor entre el lenguaje ancestral y el occidental.

¡QUEMA, QUEMA, QUEMA! se oyó un 11 de febrero 1967 en las calles de Guapi, municipio del Cauca. El grito, que hizo entrar en pánico a toda la población, anunciaba un incendio que amenazaba con llevarse todas las casas de madera. En ese preciso momento la madre de Hugo Candelario se encontraba en trabajo de parto. Su otro hijo llegó a buscarla para sacarla y llevarla al hospital. Ya las tres calles del pueblo eran impenetrables por el fuego y la única salida era el río, que lleva el mismo nombre del municipio. En ese instante pasó una lancha que, tras recibir señas, se acercó. Cuando la madre se subió junto a su familia, resultó que quien manejaba la lancha era el maestro Gualajo, integrante de la familia Torres, portadores de la historia de la marimba en esta región. Luego del parto, y de decidir que el bebé se llamaría Hugo Candelario, el padre del recién nacido le dijo a Gualajo “usted me le va a enseñar a tocar marimba”.

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Y así fue. El maestro formó otro maestro. Hugo Candelario estuvo desde pequeño expuesto al sonido de la marimba, cuando aún lo tenían que subir sobre un banco para que alcanzara al instrumento. Pasó sus primeros años al ritmo de la marea del río Guapi, pero para el bachillerato sus padres lo enviaron a Bogotá. Allí conoció la ciudad y todo lo que esto significa. Oyó vallenato, rock, salsa y música andina. Eso sí, volvía a su pueblo cada vez que podía, en donde, sin ningún interés en las discotecas, se juntaba con los viejos portadores de la tradición en los arullos, esas reuniones donde se interpreta la música del Pacífico. Ahí, oía y guardaba sus historias. Luego vivió en Cali y, de manera inconsciente, se encargó de meter la marimba dentro del lenguaje musical occidental y se convirtió en ficha clave para la reactivación de este instrumento. Por acción o por reacción, es en gran parte el responsable que en las ciudades nos interesáramos por esta música y sus misterios. Hugo Candelario, al ser quien temperó la marimba, se convirtió en el puente entre dos mundos, entre dos lenguajes y entre dos cosmologías.

Siempre con un pie muy bien afirmado en la tradición, además de marimbero, creció para convertirse en compositor, arreglista, saxofonista, investigador y director musical. Aprendió de los maestros de su tierra natal, pero también se metió en la academia, formándose en el Instituto Popular de Cultura, en el Conservatorio Antonio María Valencia y la Escuela de Música de la Universidad del Valle. Fue director del Grupo Folclórico Yurumanguí, con el que participó en los Festivales de Verano en Europa, en 1991. También fue músico invitado en la Orquesta Sinfónica del Valle Manglares, dirigida en ese entonces por el maestro Francisco Zumaqué, estandarte de la música caribeña. Ha integrado grupos como Río Guapí, Teatro Luna Bruja, Razas, Raíces Negras o Arcano. Y es actualmente el director del Grupo Bahía, grupo que conecta lo ancestral con las nuevas músicas del pacífico. Con este ganó las dos primeras versiones del Festival de Música del Pacífico "Petronio Álvarez" y se ha encargado de llevar la marimba alrededor del mundo.

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Hablamos con él sobre su historia y la de este mágico instrumento.

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NOISEY: Hugo, naces en un lugar donde este instrumento es parte de la identidad sonora y cultural, pero ¿cómo fue ese inicio?

Hugo Candelario: El contacto con la marimba es una cosa que sí o sí iba a suceder. No fue una cosa mía y estaba muy pequeño en el momento que pasó. Cuando creces y en tu casa hay tambores, o hay marimbas, o hay saxofones, o hay pianos, ya estas en ese ambiente. No es que mi familia sea una familia de músicos, pero sí era una casa de almacén, de venta de instrumentos, de artesanías y en general de cosas. Desde que tuve uso de razón estuve ahí entre esos elementos. Y un punto a favor es que ahí llegaban los maestros, como por ejemplo los Torres, que era la familia del maestro Gualajo, a dejar lo que construía para que mi padre los vendiera. Entonces se formaban, de manera informal, unos arrullitos. Un arrullo es como decir un guateque o una batucada, pero en este caso el encuentro es para tocar música del pacífico, de marimba. Entonces yo siempre estaba escuchando y viviendo esa experiencia. Obviamente eso iba acompañado de que alguien siempre me ponía un banquito o una sillita para alcanzar la marimba y tocar un bordonsito.

Hay quienes dicen que adentrarse y estudiar la tradición musical y la mística del pacífico, y concretamente de la marimba, no es tarea fácil. Siendo tu un puente entre dos lenguajes, entre dos cosmovisiones ¿qué dices al respecto?

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Debe ser un concepto más de la ciudad, algo urbano. Para la persona que nace en la tradición ese concepto no está. En mi caso, que tengo los pies puestos en las dos esquinas, en la tradición y en lo urbano, aunque obviamente más en la primera, puedo llegar a la conclusión que el Pacífico está cerca pero a la vez lejísimos. Su tradición realmente está más relacionada con África. Es una distancia cultural, porque ya en la interpretación la marimba es como una flauta dulce: una flauta dulce tú la soplas y suena, y la marimba tú la tocas y suena. Y además suena bonito. Lo misterioso y lo enigmático, como dices, es que la música que se toca allí, con su cosmovisión, su espiritualidad, su historia o su ancestralidad, no está tan cerca de occidente. Si hablamos de escalas, armonías, afinación o del concepto de estética, se sale de esos parámetros. Es allí donde aparentemente se vuelve difícil, porque una base de un cununo o del bombo golpeador, es elemental. Es más la profundidad de lo elemental, la carga sentimental, emocional y espiritual en cada golpe.

¿Se puede distinguir tradiciones dentro de la música de marimba?

Buena pregunta, nunca me la había hecho. La gente que está adentro de su cultura no tiene esa mirada. La tenemos aquellos que, aún siendo parte de la cultura, nos salimos del pueblo, de la región, y nos venimos a la ciudad. Los análisis a los que uno llega es mediante asociación con la geografía y con el sistema de mestizaje. Ahí uno ve diferencias, pero si uno se va a la historia, durante el poblamiento del Pacífico pasó mucho tiempo y no hay una secuencia cultural étnica con África tan clara que nos permita decir “aquí hay una influencia Bantú, aquí hay una influencia del Congo”, o algo por el estilo. Por otro lado, sí se pueden mirar de manera más amplia: la católica está muy clara en la letras y en algunos ritmos melódicos; la africana está en la fuerza, en la esencia, en el tambor, en la marimba; y aunque es menos evidente, está lo indígena, pero no se ve tan profundamente.

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¿Cuáles han sido los viajes de la marimba?

Hay una gran incógnita: ¿Por qué y cómo se estableció la marimba de Chonta en esa franja del Pacífico colombo-ecuatoriano? Pasaron varios siglos antes de que el Pacífico fuera poblado y no hay registros contundentes de marimba en la Cuba negra, en el Puerto Rico negro, en el Perú negro, en la Venezuela negra, en las Antillas o en Haití. Hasta el momento solamente hay información sobre esta franja. Hay muchas hipótesis. Según registros del Reino Zambo, que existió en Esmeraldas, Ecuador, y donde se mezclaron negros que no fueron esclavizados con los indios chachi, allá hubo una marimba zamba. Pero hay quienes dicen que fueron los negros que se escapaban de las minas del Cauca y del Chocó, y que sabían que ese reino era libre, quienes bajaron y llevaron el sonido. Esa investigación está por hacerse.

Ya de cómo se ha regado la marimba por Colombia y por el mundo es un poco más fácil, porque es relativamente reciente. Con Teófilo R. Potoes en Buenaventura, con los Torres en Guapi, Vanguera en Tumaco, los Balanta en Timbiquí o con Justino García. Y después ya vienen las nuevas generaciones que son por el lado de Bahía, donde comienza un nuevo momento a un nivel más popular. Es el instrumento metido con trompetas, saxofones, bajos o pianos. Y de ahí para allá se empieza a dar muchas apuestas. Con grupos como Peregollo y su Combo Vacana ya pasa otra cosa, porque se reemplaza la marimba por la guitarra eléctrica. Es decir, está la música de marimba, pero no está el instrumento como tal.

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Eres un puente entre dos cosmovisiones. Fuiste tu quién temperó la marimba y te convertiste en ficha clave para que esta sonara por otros canales y se adentrara en ese mundo occidental. ¿Qué tenías en mente al enlazar estos dos lenguajes?

Eso no lleva conciencia ni análisis en su momento. Es natural. A mí me mandan a estudiar a Bogotá e hice mi bachillerato ahí, pero mi aptitud y mi vocación por la música ha estado siempre. Vivía en la capital, pero regresaba a Guapi en todas las vacaciones. Es más, me hacía tanta falta mi tierra que iba hasta algunos puentes. Ya una vez en Guapi, desde muy joven, prefería irme a las fiestas de arrullo a escuchar y hablar con los viejos, que a la discoteca. Y así, entre los viajes, viví entonces dos mundos de manera muy fuerte: uno en Bogotá escuchando el rock, el vallenato, la salsa o la música andina, que me gustaba mucho, y en Guapi con la tradición. Después, cuando llegó a Cali, me llevo una marimba tradicional de Don Silvino Mina, pero claro, cuando voy a tocar con los otros instrumentos, la afinación tradicional no me deja. Entonces se me genera la necesidad de afinarla a oído, pero no tenía conciencia de nada lo que iba a pasar. Quería tocar y punto.

Viéndolo ya en este momento, ¿qué lectura haces de este enlace?

Yo no sabría. Tiene sus pros y sus contras. Lo que sí sucedió es que en un momento, cuando yo llego a Cali y empiezo con esto de la música del Pacífico, no habían marimberos en la ciudad. Y en el Pacífico tampoco habían muchos, estaban los viejos y ya. Pero con todo este proceso de temperarla, grabarla y empezarla a sonar por otros canales, hubo una reactivación, tanto adentro como afuera. En ese caminar hacia adentro salen las posiciones de tocar con la afinación tradicional y no tocar con la marimba temperada. Y hacía afuera vienen nuevos grupos que incorporan la marimba. Yo que conocí el proceso ya completo veo que ha dado y sigue dando para las dos cosas. Ahí ya la historia dirá, pero creo que eso es inevitable. He tenido la oportunidad de ir varias veces a África y pasa lo mismo allá, que son los orígenes de la marimba. El fenómeno de la globalización es una cosa muy fuerte y creo que en el camino hacia adentro también se desnuda la realidad y el peligro de la extinción, de la posible ida a la tumba con los sabedores ancestrales. Ese riesgo está. Porque frente a la globalización y el bombardeo occidental la tradición no puede. Allí también surgen las ideas de las tesis, de las investigaciones, del rescate y muchas cosas. No estoy diciendo que a partir de mí pasó todo eso, pero creo que puse mi granito de arena históricamente. Ha sido natural en mí, pero sí muy consciente valoro muchísimo más la tradición. Yo por ejemplo pasé por el conversatorio de la Universidad del Valle, pero me identifico más con Gualajo que con los maestros del conversatorio.

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¿Qué encuentras en la tradición que te mantiene con ese pie ahí?

Soy de allí. Puedo andar con Mac o con IPhone, pero mi cosmovisión está más cerca de cómo mira el mundo un viejo del Pacífico que un profesor de la academia. Ahora, la posibilidad de entrar en la academia te abre la perspectiva musical universal y la oportunidad de viajar con la música por muchas partes del mundo. Uno allí también va comparando positivamente, y es también donde empiezo a darle un valor tan grande a mi música y sobre todo a las músicas tradicionales del mundo. Son tan auténticas, verdaderas, naturales y sinceras, que yo hago la analogía con el agua. Después del agua puede haber un jugo muy saludable, y ya después las mezclas, las gaseosas, los Gatorades y toda esa vaina, pero primero está el agua. Así es la música tradicional de cualquier parte del mundo.

Por otro lado, a mí la naturaleza me ha enseñado mucho, ha habido varias experiencias a un nivel muy personal, que han sido muy espirituales, muy místicas y que hacen que uno le de mucho valor. Muchas veces me presionan, qué porqué no tengo la vaina más desarrollada, que porque no la tengo a un nivel técnico… sí, pude haberlo hecho, todavía lo puedo hacer si me lo propongo, pero no tengo ese afán. Además me crié al frente del río Guapi y el río Guapi tiene dos mareas: seis horas va hacia la desembocadura y seis horas va hacia el nacimiento. Yo naturalmente tengo ese ritmo, tengo esa forma de ver la vida. Ese marco geográfico donde uno se cría en los primeros años influencian toda la vida. Mi música es muy de agua, además que la marimba de chonta suena a agua. Mi nostalgia es añorando esas tardes de ver el río, de ver la gente, de ver los potrillos, las canoas y escuchar la música.

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¿Qué la hace agua a la marimba? ¿Cuál es la magia?

La música de marimba es agua que entra al cuerpo pero por los oídos. De las músicas tradicionales salen los demás sonidos, de ella se van nutriendo todas las demás manifestaciones musicales. De la música tradicional hacia adentro están las músicas naturales. Se puede decir que las músicas tradicionales se alimentan de esa naturalidad esencial. Fue de allí quizás donde el ser humano se inspiró para hacerla.

¿Cuál es esa esencia que se debe mantener a la hora de interpretar la marimba?

Es muy relativo y muy subjetivo. Puede sonar muy arrogante la frase que uno diga, pero creo que en el sistema de nuestra música hay algo que la caracteriza muy particularmente y es el trance, poder llegar ahí. Debido a nuestra historia ancestral y a nuestro aislamiento geográfico, fue así como nuestros antepasados desarrollaron su música. Ese trance, puede ser una suposición pero estoy seguro que no, lleva a una conexión espiritual consciente o inconsciente. Y eso es para todas la músicas tradicionales. Inclusive para toda las músicas.

Por otro lado, las músicas tradicionales no se hacen por vanidad, ni por billete, es una esencialidad de hacer la música, de continuar. El mismo sistema de la música tradicional, en este caso del pacífico, invita a que suceda eso. Si alguien no está en comunión con esa energía, con ese sistema, sobre todo allá en el pueblo, especialmente los viejos, lo sacan de una. Ya con un micrófono, con un escenario, con cables, todo eso va cambiando, pero lo fundamental es esa inicialidad, la cual le corresponde a los músicos cuando ya no están en la región. Acercarse a esta, limpiarse mentalmente, espiritualmente, físicamente y estar preparado para estar allí. Obviamente bienvenida la técnica, el desarrollo, la globalización… el mundo es así. Pero entonces a medida que vaya llegando eso, hay que sostener esa ancestralidad. Mientras más conectado esté el músico con esta más disfrute llega.

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¿Ese es el papel de la marimba y sus intérpretes?

Sí, yo me mantengo allí. Toca hacer una lucha interna contra la arrogancia de uno, contra la vanidad, la pereza, y el no estar en el punto. Todo eso es una lucha interna individual para poder estar a ese nivel de inicialidad. E igual hay que estar muy abiertos y muy conscientes cuando llegan los nuevos retos, los nuevos encuentros. Pero aquí estamos hablando de toda la carga psicológica, toda la carga individual, ancestral, los traumas, los dolores y la felicidad de cada uno. De esa particularidad de cada músico, de cada sonido. Uno tiene que ser dueño de eso y responsable de su historia.

¿Cuál es la particularidad tuya?

Ya un poco menos, pero aún hay algo de nostalgia. Hubo como un desarraigo involuntario cuando mis padres me mandan a Bogotá. Claro, fue con la mejor intención, pero fue brusco para mí. Ese desarraigo de amigos y del río. Creo que, haciendo una mirada retrospectiva, me faltó más tiempo de vivir mi tradición, de compartirla. Salí muy temprano y me tocó buscarla. En mi particularidad hay un anhelo, una nostalgia, que la vida no me ha dado la oportunidad de regresar completamente. Siempre he estado cerquita y lejitos.

¿Qué es lo mejor o lo más difícil de estar parado en los dos mundos?

Lo mejor es conectar. Es una carga pesada y muy solitaria, aparentemente. Digo aparentemente porque sí tengo compañeros en los grupos que me acompañan y con quienes llevamos el proceso. Pero en últimas la carga emocional es muy solitaria, aunque muy satisfactoria también. A medida que pasa el tiempo y uno va ganando cierta madurez, va superando muchos temores, vas cogiéndola más suave, más relajado y te la vas disfrutando más. Es un disfrute natural.

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