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LA METÁFORA FREUDIANA DE PLAYSTATION MOVE

Los aficionados al videojuego en general son gente un poco asocial y retrógrada que no acepta bien los cambios; pasar del mando a estos dildos que controlan los juegos por medio de movimientos es un trance que estamos pasando poco a poco, y a pesar de que en Wii ya está aceptado que para jugar tenemos que movernos (cosa muy difícil para la gente gorda y para los que fuman porros como si estuvieran comiendo gusanitos, y en los videojuegos a menudo se da la combinación de ambos: imaginaos el panorama, cuántos gordos porreros) las cosas son diferentes en PlayStation 3: la consola de Sony todavía tiene que convencer a la gente de que hay que moverse enfrente de la tele no es ridículo. (Aunque en realidad es muy ridículo, por eso tienen que convencernos.)

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Supongo que no habréis empezado a leer esto pensando que os encontraríais con gordos drogatas así de primeras. Reconduzco la situación: resulta que PlayStation Move es ese aparato con una pelota de goma de colorines en la punta que viene a ser el mando de Wii pero para PlayStation. Es muy sencillo de pillar, así que no creo que sea necesario explicar mucho más. Sony, como dije antes, tiene que convencernos de que no parecemos subnormales jugando con Move, y para ello nos ha enviado, junto con el curioso dildo negro con luces multicolor, unos cuantos juegos. Me centraré por el momento en uno de ellos: Kung Fu Rider, a priori el más atractivo, por bizarro, del trío que compone el paquete de prensa.

En Kung Fu Rider controlamos a un oficinista pringadillo y gafudo o a una chica japonesa en la que parecen haber dilapidado gran parte del presupuesto, a juzgar por la compleja tecnología que se puede ver desplegada en el muy correcto bamboleo de sus tetas. Un punto para Sony: tetas = el público está un poco más contento. No sé si hay una historia detrás, pero el caso es que estos dos simpáticos personajes van lanzándose en sillas de oficina, aspiradoras o taburetes con ruedas por calles japonesas en cuesta, y el objetivo es llegar a una furgoneta con la que logramos escapar al fin de los yakuza, que nos persiguen por Dios sabe qué motivo.

El planteamiento es delirante y, la verdad, la ejecución es también muy curiosa: los movimientos que necesitamos hacer físicamente para controlar lo que ocurre en pantalla están bien escogidos y tienen un puntito de complejidad (por las combinaciones de botones) que le va muy bien para que aquellos que busquen algo más allá de jugar al puto golf no se sientan decepcionados. MUY BIEN, SONY, ya estamos casi ahí, ya casi hemos conseguido colarnos en los corazoncitos de esos gordos apestosos, un empujón más y estamos ahí. Al final de cada nivel, una serie de puntos se mezclan y nos recompensan con una calificación final, de la E a la S, que también gustará a aquellos que quieran superarse poco a poco yendo un poquito más allá, mejorando sus habilidades y sus récords.

Pero entonces llega la catástrofe: cuando creías que ya estaba todo solucionado, que ya le estabas pillando el puntito al juego, el nivel acaba y ves que la consola te ha ido sacando fotos mientras jugabas, y que ahora te las muestra de seguido. Estas fotos están bien elegidas, sacadas en los picos de tensión y espanto de los niveles (cuando intentas saltar pero el muñeco no lo hace, y estás haciendo unos aspavientos horrorosos, o cuando te acaban de soltar una hostia los yakuza, por ejemplo) para que nadie se libre de mostrar su peor jeto. La cámara necesaria para jugar con Move no escatima en zooms dramáticos a las caras de los presentes, lo que suele tener como único resultado unas fotos espantosas llenas de ruido y que son fiel representación de aquello que nos debe esperar en las salas más horribles del peor de los infiernos. Cuando ya creías sentirte seguro con Move, ¡bam!, el asunto se vuelve turbio y tu intimidad se ve violada. La imagen de dildo del controlador se acentúa, y la metáfora se vuelve más anal que nunca: te la acaban de meter bien por el culo, chaval, tu novia ya se olía que eras un capullo y ahora ya lo tiene del todo claro.

En realidad no es para tanto, sólo quería justificar el uso de "metáfora anal" en el título. El juego está divertido y Move es sorprendentemente preciso en la captación del movimiento, por lo que quizá será una buena opción para cuando queramos pillarnos un buen pedo y hacer un rato el tonto delante de la televisión, que es al final para lo que sirven estas cosas.

VICTOR M. MARTINEZ GARCIA